TENDENCIAS
Hasta ahora son un politólogo y un juez, pero ambos, Daniel Blinder y Eduardo Orozco, aspiran a ser multitud. Conscientes de que el mismo sistema que otorga privilegios a los “machos” también les impone un corset que anula la diversidad, estos hombres se declaran feministas e invitan a otros a sumarse en esta definición.
› Por Ivana Romero
”Se toma como natural que tus compañeros de trabajo te carguen porque planchás, cocinás o salís a hacer las compras. ¿Quién estableció, y cuándo, que determinadas tareas son propias de varones y otras de mujeres? ¿Por qué yo tengo que abrirle la puerta del auto si la invito a salir? ¿Por qué se la considera ‘varonil’ si pelea con vehemencia por tener un sueldo igual al mío por igual tarea? ¿Por qué de ella se espera que se consagre al hogar y los hijos mientras yo armo una carrera profesional? ¿Por qué soy un maricón si planteo estas cosas en rueda de amigos? Cuando te lo empezás a preguntar seriamente, te das cuenta de que hay mucho por hacer.” Daniel Blinder habla despacio y busca todo el tiempo las palabras que cree adecuadas, “porque en estos temas parece que todo se presta a polémicas y te pueden llover críticas de cualquier lado”.
Dialoga en un bar mientras, al otro lado del vidrio, una señora rubia se pinta los labios y se arregla el pelo con un peine minúsculo. “Mirá que piola para hacer una foto de contrastes”, observa este licenciado en Ciencias Políticas de 29 años, pelo claro y modales suaves, que practica karate desde pequeño. Blinder cerró hace pocos días su periódico on line www.elhombregris2001.com, pero la página sigue colgada en la red. Allí, su suegra Bárbara Gill –periodista, poeta y traductora– se encargaba de escribir notas con perspectiva de género. Fueron esos diálogos los que llevaron a Blinder a detectar inequidades y prejuicios que a otros se les escapan.
Por eso desparramó mails entre todos sus contactos: él desea abrir un espacio de encuentro para varones feministas, algo que se atisba en España pero que aún no se ha extendido como movimiento por estas tierras. En su propuesta (“no es una línea programática sino un cable a tierra”, aclara), escribió: “Creo que ser feminista me hace mejor persona, y trata de encontrar en mí y en los demás las cotidianidades que revelan profundas desigualdades sociales. Por eso quiero invitar a otros varones que quieran discutir estos asuntos, a lo largo y ancho del país”. Bárbara, a su vez, hizo circular la iniciativa a través de la Red Informativa de Mujeres (RIMA).
El politólogo explica que, después de leer sobre los distintas vertientes, se identificó con el feminismo de la diferencia. En su libro Marcar las diferencias, Victoria Sendón de León apunta que este feminismo se centra en la diferencia sexual para “establecer un programa de liberación de las mujeres hacia su auténtica identidad, dejando fuera las referencias de los varones”. Una de sus ideas clave, entonces es señalar que diferencia no significa desigualdad. “El feminismo de la diferencia –continúa Sendón de León– plantea la igualdad entre mujeres y varones, pero nunca la igualdad con los hombres, porque eso implicaría aceptar el modelo masculino.”
Blinder reconoce que la idea de formar un espacio de discusión surgió porque, paradójicamente, encuentra muy difícil hablar estos temas con otros varones. “Los saco a relucir sólo cuando escucho algo que no me gusta o cuando mis compañeros de trabajo me cargan porque tengo que ir a hacer la comida. Y mirá que es gente progre y formada”, ironiza. Es que, asegura, “los hombres repiten los patrones con los que fueron educados, y a la vez están en contacto con otros ‘machos’ y reproducen esa forma misógina de ver el mundo”.
“No es que en un momento uno dice ‘ya está, soy feminista’ sino que empezás a percibir de otro modo situaciones cotidianas que antes no te afectaban; cuestiones invisibles como los chistes sexistas o asuntos evidentes como la ley de cupo femenino con ese 30 por ciento mezquino para ellas”, cuenta Blinder. Pero él no pierde la esperanza: “Como ciudadano, yo puedo aportar a un cambio intentando minimizar mis defectos machistas y dialogando con mujeres, pero también con varones: para nosotros tampoco es fácil seguir cumpliendo con reglas heredadas que nos obligan a ser fuertes, galantes y exitosos”, insiste.
De a poco, el correo electrónico de Blinder empezó a poblarse de nombres nuevos. Como el de Eduardo Orozco, de 50 años, juez de la 1ª Cámara del Crimen de la ciudad de San Rafael, en Mendoza. El supo de la propuesta a través del Comité Latinoamericano por la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem). ¿Por qué se sumó? “Porque creo que en nuestros días son necesarias las miradas y las intervenciones que detecten y desarticulen las asimetrías de poder, las desigualdades, las discriminaciones, los prejuicios (y tantos otros reduccionismos y determinismos) que sufren muchas personas por su sola condición de ser mujer”, responde.
Una de las problemáticas en las que trabaja el camarista es el abuso sexual infantil, allí donde la mirada de género sigue dando disputa a dogmas viejos y peligrosos. “En relación con las niñas abusadas sexualmente, hay praxis que les dan la espalda a sus derechos constitucionalmente reconocidos, como hacerlas declarar delante de su abusador. Así, la Convención de los Derechos del Niño se transforma en un mero papel mojado”, ejemplifica. Entonces, razona, no es la ley sino la práctica la que les pone un obstáculo a niñas y mujeres en el ejercicio de sus derechos. Y es allí, señala Orozco, donde entiende que se debe poner en práctica un valor para el feminismo: “La emancipación de la mujer o su resistencia a la opresión, cualquiera sea el ropaje que adopte”.
Blinder y Orozco acuerdan en una visión de mundo. “Quiero vivir en una sociedad más justa y menos desigual; más humilde y menos omnipotente; más reflexiva y menos impulsiva; más crítica y menos autoritaria”, reflexiona Orozco. Y Blinder aporta: “Se trata, en definitiva, de entender que las cosas no suceden ‘porque sí’, que no es un orden natural el que sojuzga a las mujeres y también, a su modo, oprime a los varones dentro del corset de ‘macho adorable’. Sería bueno apostar a otros parámetros sociales, y esa revisión tiene que ser hecha por todos y todas”. ¤
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