Viernes, 9 de mayo de 2008 | Hoy
TEATRO
El sábado pasado se estrenó una de las obras maestras de Antón Chejov,”Tres hermanas”, bajo la dirección de Luciano Suardi, con Stella Galazzi, Malena Solda, Carolina Fal, Muriel Santa Ana y Nya Quesada en los roles femeninos (a quienes se suman, entre otros actores, Daniel Fanego, Alberto Segado, Osvaldo Bonet, Guillermo Arengo). A la excelencia interpretativa hay que sumar la calidad de la escenografía de Oria Puppo, las luces de Jorge Pastorino, el vestuario de Magda Banach y la música de Carmen Baliero. A continuación, hablan las actrices.
Por Moira Soto
Para quienes hacemos teatro, Chejov es un autor insoslayable, creador de un mundo en que a un actor, a una actriz le encanta estar. Hay en toda su obra mucho para investigar, siempre aparecen nuevas lecturas, pequeños grandes detalles que hasta ese momento no habías advertido. Esta es mi segunda incursión en Las tres hermanas, después de haber hecho al teniente coronel Vershinin en la puesta de Daniel Veronese, Un hombre que se ahoga, donde los roles femeninos estaban intercambiados.
Creo que en Chejov hay que dejar aflorar el humor con sutileza, porque si no ese paisaje humano sería demasiado agobiante. De hecho, el primer día que ensayé el tercer acto en esta nueva versión de Luciano Suardi, terminé destrozada: ya desde la primera escena de Anfisa con Natasha es todo tan tremendo. Me di cuenta de que había que poner un poco de contrapeso.
Mi Olga ha ocupado en cierta forma el rol de segunda madre, ha dejado atrás ilusiones personales, se dedica a la enseñanza pero no aspira al ascenso... Me interesaba, entre otras cosas, ver aquello que ocultan estas personalidades que se hacen cargo, a las que cierta situación familiar las pone en el lugar de la responsabilidad, de la contención, del olvido de sí... Porque detrás de esa actitud puede haber un mundo más loco que ha sido sofocado, un trasfondo doloroso, ya que nadie nace tan sensato y contenedor. Creo que es algo suele pasar en todas las familias.
A esta Olga presuntamente asentada la empecé a buscar por el lado más raro: ella, que se supone que ha sido, que es un buen partido, sin embargo no tiene ningún pretendiente, mientras que las otras hermanas producen pasiones en los hombres que vienen a la casa. No me puedo quedar con que es seria, fea y poco seductora, no me sirve. Comencé a deducir que esta conducta de ella de andar cuidando, aconsejando, podía ser vista por los varones más como la de una madre, como si su atractivo sexual estuviera encubierto. Creo que Olga lo tiene pero no lo muestra en el momento oportuno. Traté de no hacerla ya seca, por lo menos en el primer acto. Y te diría que tampoco en el tercero, porque cuando ella se despide de Vershinin, pienso que lo hace como mujer, y que cuando habla de su hermana Masha, en verdad está hablando de su propio sufrimiento. Por otra parte, Olga es una persona que ha recibido una cultura y la utiliza en beneficio de otras personas como maestra. Pero es cierto que hay en ella, en Irina una idea romántica del trabajo.
La experiencia de los ensayos, de la relación con las otras actrices y sus personajes, fue algo fascinante para mí. Esta Olga depende de la Masha de Fal, de la Irina de Solda, sus vínculos más fuertes, también de los demás personajes. Debido a la aparición de Natasha, en cuyo mundo hay algo que para la hermana mayor es despreciable, Olga es la gran expulsada de la casa: Irina siempre alimenta de ilusión de ir a otro lugar, Masha ya está casada, aunque no sea feliz su matrimonio...
Chejov es un autor que pone mucho coraje, mucha fuerza en las mujeres aunque algunas aparentemente no hagan nada, les pasa de todo. Ninguna mujer se suicida en sus obras, sí algún hombre. Es un creador de tanta sensibilidad, de tanta percepción de lo humano en toda su complejidad. Así es que puede captar el alma femenina en todos sus matices, desde un lugar despegado de estereotipos, de toda misoginia. Creo que valoriza mucho a las mujeres, no las juzga ni siquiera cuando contravienen la moral de la época.
Fue muy agradable el proceso de trabajo: yo ya había actuado con Carolina, aunque no con Malena, pero de inmediato se produjo una conexión entre las tres que alimentó la tarea. Por otro lado, Luciano es un director muy sutil, casi no te das cuenta de que él está, y de a poco, viene un día y te pide un detallecito: fijate esto, acá date un tiempo más, mirá este momento. Te da tiempo para probar, para ir viendo por dónde. Trabajamos tan bien que llegamos al estreno sin nervios y en la siguiente función, que fue la que vos viste, salió todo con una fluidez y un placer tan grandes que nos pareció milagroso.
A medida que voy haciendo a Irina, me van cayendo algunas fichas que en el proceso de ensayo suelen ser más inconscientes. Cuando empieza la obra, mi personaje irradia alegría, tiene esperanzas, determinación, dice que va a empezar a trabajar y lo hace. Es consecuente con sus deseos, lo que resulta bastante para un personaje de Chejov. Pero la obra avanza y se le van complicando las cosas: va a trabajar pero el empleo no es lo que soñó, la realidad la empieza a aplastar, a ahogar. Lo que me parece importante rescatar es que, a pesar de todo lo que le sucede y de no poder llegar a ese lugar añorado que es Moscú, cuando le dicen que el barón –que representaba su oportunidad de salir de ese pueblo– ha muerto, ella se vuelve a armar y decide seguir adelante, tiene la actitud generosa de decidir trasmitir sus conocimientos a otros que lo necesiten. Irina tiene mucha fuerza, no es una melanco que se queda tirada, echada, que no puede accionar. No deja de llorar la pérdida, pero a ella no la van a abatir así nomás, ella va a seguir intentando. Ha comprendido quién es su hermano, asume que ya no va a ir a Moscú, que no va a conocer al Príncipe Azul. Eso la libera: sucede cuando te enfrentás a la realidad tal cual es, cuando te caés y te reventás. Lo único que te queda –si tenés reservas– es levantarte, ponerte de pie.
En los primeros tramos, Irina es un poco ingenua, idealiza lo que podría pasarle en Moscú, pone muchas esperanzas en el afuera. Es comprensible que no soporte trabajos rutinarios de oficina, el telégrafo, la municipalidad, pobre santa... Creo que la relación con sus hermanas, con su hermano, es muy importante y profunda para ella que es la menor, la que menos tiempo disfrutó de la madre, y sí, también es un poco la hija de Masha. Es terrible la decepción que sufre con su hermano Andrei, a quien es verdad que las tres le colgaron una mochila muy pesada: él las va a salvar, las va a conducir a Moscú. Y Andrei, tan débil, hace todo lo contrario: se casa con la arrolladora Natasha que pone toda su fuerza al servicio de sus propios intereses.
Fue muy lindo todo el transcurso de los ensayos. Aunque lo había estudiado, no había hecho ningún Chejov. Me lancé a investigar, a leer mucho para entrar mejor en la época, ahondar la comprensión del texto. Llegué al primer encuentro con las actrices que iban a ser mis hermanas, abierta a todas las posibilidades, sin preconceptos, con enorme curiosidad. Todo resultó realmente muy placentero, Luciano crea un clima fantástico, tuvimos las condiciones ideales. Hubo mucho intercambio con mis “hermanas”. Me parecían muy interesantes las decisiones que tomaban tanto Carolina como Stella, yo las miraba en los ensayos y pensaba: qué bueno, a mí no se me habría ocurrido eso. Yo quizás iba por otra senda, pero justamente lo bueno es que los caminos se encuentren. Cosa que ocurrió gracias a la dirección de Luciano, a que todo fue muy democrático y relajado. Ayudó mucho cuando llegó el vestuario, para la postura, lo gestual: hay otra forma de moverse que aparece con un vestido largo con cola...
Qué obra tan hermosa de este autor tan genial, y qué puesta tan preciosa la de Luciano, con tan buen elenco... Pensar que Chejov escribió esta pieza hace poco más de un siglo, y aunque se haya adaptado un poco, mantiene su actualidad y su emoción porque es muy humana, y hay cosas de nuestra naturaleza que no cambian. Aunque mucho creen lo contrario, es la primera vez que lo hago en mi vida. Porque mirá que habré hecho clásicos en el San Martín, donde estoy desde 1963, cuando hice Yerma con Alfredo Alcón. Así que imaginate mi felicidad: con la actriz que hace a la más joven de las hermanas, somos dos debutantes con Chejov...
Yo estoy con mi Anfisa, tan entrañable, que tiene que sufrir los avances de Natasha, esa mujer que entra invadiendo la casa. Entonces cambia todo para la nodriza, a quien las hermanas siempre habían tratado bien. Natasha la trata sin contemplaciones, la humilla, la hace echar. Pero Anfisa, cuando vuelve a aparecer en el tercer acto, no está resentida: ahora vive en el colegio que dirige Masha y comenta agradecida que por fin tiene un cuarto, una cama para ella sola.
En una obra donde hay tantos personajes insatisfechos, que sueñan con imposibles, Anfisa, a su edad y con lo que tiene a su alcance, logra sentirse dichosa. Valora lo que se le ofrece, una maravilla en relación a lo que ha tenido antes. Una camita para mí sola: cómo en una sola frase se puede decir tanto acerca de las condiciones en que vivió toda su vida al servicio de otras personas. Anfisa es una persona realmente bondadosa, con una relación distinta con cada hermana.
Estoy muy enternecida con este personaje, me siento muy agradecida a Kive Staiff, a Luciano Suardi, con quien trabajé en El pan de la locura. Estoy muy feliz desde que me llamaron, desde que me encontré con mi personaje. Todo es muy armonioso en esta puesta, esa es la palabra exacta. Y como si fuera poco estar con semejante elenco, con este director, todos me miman, me cuidan como si fuera una joya.
Natasha es la cuñada que nadie querría tener en la casa. Desde su mirada, Luciano quiso defenderla de la casilla de la malvada total. Hice mi propia búsqueda sobre este personaje y la verdad es que cada cual se ha despachado a su gusto, pero casi siempre el enfoque negativo cae sobre Natasha. Después de mucho leer y pensar, coincidí con el enfoque del director y de entrada, en los ensayos, fui hacia Natasha con desprejuicio. Luego de leer esta adaptación, sentí una inmediata empatía con el personaje, comprendí la línea de Natasha sin ningún tipo de juicio despectivo. Más tarde, claro, en el transcurrir de los ensayos, fue aflorando toda su complejidad.
Me parece que Natasha es una mujer impulsada por su deseo, alcanza el poder y lo sabe usar para sus fines. Y lo alcanza porque los que lo tenían no supieron sostenerlo. Ella busca ser feliz, más allá de su neurosis, que la tiene. Es una mujer concreta: produce hijos, dinero, su propio bienestar, la desgracia ajena también... Pero digamos que la responsabilidad de esta desgracia es compartida con los ajenos. También ella se está tomando en un punto la revancha contra quienes la subestimaron, se burlaron. A Natasha le queda como un tatuaje de la humillación de su presentación en sociedad. Como vuelve sobre ese episodio en el último acto, cuando le indica a Irina que su cinturón es de mal gusto, con Luciano estuvimos de acuerdo en que esa apreciación sea genuina para ella, que no parezca una ironía porque ese rasgo no existe en ella, que es una persona que no tiene freno inhibitorio, digamos. Es una topadora que avanzará hasta que alguien le diga: “Por acá, no”. Mientras tanto, sigue adelante con su verdad y la hace valer. No está enamorada de Andrei, pero a través de ese matrimonio pudo acceder a cosas que siempre deseó: formar parte de un mundo que le parece mejor. Y se permite conservar a su amante. Ella quiere ser una señora, hace todo lo que considera útil para lograr ese objetivo. Para las mujeres de su época y de su condición, el matrimonio era la opción, la carrera... y mirá que bien se coloca ella.
Aunque en diverso grado, estas hermanas no ejecutan su deseo. En cambio, Natasha va al grano: pelea por una mejor habitación para su hijo, elige la de Irina que tiene sol. Pura lógica natashiana. Con la criada, lo mismo: está mayor, hace poco y si cobra un sueldo, está robando. Natasha se hace cargo de la casa, es verdad, pero a alguna de estas tres hermanas ¿vos la viste levantar un plato de la mesa en toda la obra?
Para mí es genial actuar a un personaje tan alejado de mi energía, una manija me tengo que dar fuera del escenario por sus irrupciones son como balazos. Por supuesto que existía el riesgo de la caricatura de la advenediza, algo que estaba muy lejos de las intenciones del director. Decidí trabajar la vulgaridad desde la diferencia: para las hermanas, Natasha es vulgar, se viste de otra manera, tiene otra relación con su cuerpo. Es la primera vez que hago un personaje con semejante peso propio, en un teatro oficial, un texto clásico. Me rompí mucho para despegar de la energía de las hermanas, que se parece más a la mía. Aunque en un principio estaba muy impresionada cuando supe quiénes iban a ser mis compañeras, lo pude llevar adelante, ahora me siento a la par.
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