Vie 16.05.2008
las12

INUTILISIMO

Contra la incertidumbre de los arrebatos

Es de personas educadas saber controlar esos impulsos ciegos, esas explosiones negativas del ánimo que a veces surgen impensadamente y que, si nos estamos alerta, pueden envenenarnos la sangre e incluso conducirnos a actos que más tarde lamentaríamos amargamente. Así es como opina el profesor A. Austregesilo, una autoridad en la temática relativa a estos sentimientos perturbadores que pueden ir de la simple envidia a las posesiones de una vecina, a la cólera más violenta y destructiva. “Cuando este tipo de emociones se prolongan o se rumian, constituyen las pasiones o estados enfermizos conocidos en medicina como obsesiones o fobias”, escribe el susodicho especialista en el artículo “Dominemos nuestros nervios”, publicado en la revista Viva cien años (volumen III, Nº 11, agosto de 1937).

Para mejor explicar su punto de vista, este profesor cita la teoría orgánica de las emociones, de Lange y James, quienes sostienen que la alegría, la tristeza y la ira no son más que “productos de la mayor o menor irrigación sanguínea, de la mayor o menor intoxicación del cerebro”, cosa que se puede probar muy fácilmente con la aplicación de determinadas drogas. Pero también, anota el articulista, “está demostrado en psicología, y aun más en psicoterapia, que los estados emotivos pueden ser dominados, apartados o sustituidos por medio de la educación del alma”.

Sostiene Austregesilo que “cuanto más cultos los pueblos menos sujetos están a las emociones”, porque el encauzamiento de esos sentimientos que nos conmocionan, nos torna serenas frente a los choques que pueda recibir nuestro amor propio, nuestras creencias, nuestras ilusiones: “Cada vez que esos impulsos nos gobiernan, perdemos nuestra personalidad. Los crímenes pasionales, los suicidios y otros hechos violentos se llevan a cabo en nombre de la envidia, la venganza, los celos y otros caprichos”.

Razones más que poderosas para “no ser siervas de estos arrebatos que producen desvaríos, en ocasiones tan atroces”. La meta que nos indica el profesor AA es pues regir y aniquilar las pasiones ciegas o, al menos, contenerlas y saber disimularlas como gente civilizada. Estaremos así en consonancia con “la moral religiosa y la científica que enseñan a defender la honra sin excesos de vanidad o egoísmo”. Al parecer, una vez que se empieza a transitar este camino, todo se apacigua porque “mejora la vida interior, se orienta el pensamiento hacia la resignación y la alegría, la persona se acostumbra a aceptar las cosas tal cual son. Y se concentra en la única obsesión saludable: el cumplimiento del deber”. De esta guisa, con la tarea cumplida y los nervios dominados, la vida será como un plácido lago y nuestro rostro se verá libre de arrugas y líneas de expresión hasta una edad muy avanzada.

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