Viernes, 18 de julio de 2008 | Hoy
CHICAS SKATERS Y LA CIUDAD COMO UN OBSTáCULO A SALTAR
Destreza y estilo son dos componentes imprescindibles para convertirse en una verdadera skater. Y equilibrio, obviamente. Este deporte que comenzó siendo un entretenimiento exclusivo para chicos, convoca a cada vez más mujeres los fines de semana en los puntos de encuentro que tiene la ciudad. Una especie de clan que va sobre ruedas, las nuevas skaters intercambian secretos y razones de una práctica que ya es adicción.
Por Laura Rosso
Sábado a la tarde en Plaza Houssay. Se juega al voley, al fútbol y se anda en monopatín. Hay bikers y skaters entre los que se ven algunas chicas, chicas skaters. Melani, Mecu, Luli y Beatriz llegan en sus skates, saltan el cordón y atraviesan la vereda en diagonal. Sus edades van desde los trece años de Melani hasta los treinta y cuatro de Beatriz. A través del skate –todas coinciden– han logrado “conocer gente con buena onda, hacer amigos, salir por la ciudad a buscar lugares para andar y viajar”. El skateboarding es un deporte relativamente nuevo, urbano, de riesgo que se está popularizando en nuestro país. Se practica tanto en pistas como en las calles, los lugares para andar –spots– se descubren en la arquitectura de la ciudad: escaleras, barandas, rampas, cordones. Encontrar una escalera con algunos escalones más que aquella última que lograron bajar con la tabla pegada a sus pies hasta llegar nuevamente al piso (como si la ley de gravedad hiciera oídos sordos), o deslizarse por una baranda, o caer un ollie (salto) o un flip (salto con giro de tabla) –palabras del código skater que esta cronista tuvo que decodificar con ayuda de las chicas– puede transformarse en una meta.
Beatriz empezó hace poco y tiene una profesora. Es psicóloga, tiene treinta y cuatro años y cuando dice que empezó tarde, las demás les dicen “que no hay edad”. “En realidad empecé hace unos años con el surf, me encanta todo lo que es deslizarse, y esto de mirar a los otros para aprender me fascina. Es lindo encontrarse con gente que no tiene nada que ver con mi vida profesional. Me encanta compartir esto aunque esté con chicas más chicas.”
Melani (flaquita pero con fuerza, tiene trece y anda desde los diez) señala ciertas diferencias entre los deportes tradicionales y el suyo: “Para jugar al voley, por ejemplo, vas a un club, pagás una cuota mensual y tenés un profesor que te enseña. Andar en skate es más libre. Hay skateparks, donde pagás tu entrada, y tenés una pista o una rampa, pero está bueno también andar en la calle y podés hacer lo que quieras, aunque generalmente te rajan porque dicen que se rompen las cosas”.
Mecu: “Que por otro lado es verdad, pero si no hay pistas públicas... Yo, en cambio, empecé a andar con un profesor. Por eso, quizá me gustan más las rampas y los bowls (rampas con forma de ollas). Me gusta la calle, pero soy un poco miedosa, la calle siempre es mucho más dura. Te golpeás. Un skatepark está para eso”.
Luli: “La calle te curte, te da mucho deseo, más adrenalina. Son como dos ideas diferentes. Saltar de una escalera, es un segundo, pero si no lo hacés, no entendés lo que se siente. Yo empecé a andar porque me llamó mucho la atención, al principio miraba, cuando pude comprarme el skate entero, empecé a ir a un skatepark de La Plata donde me enseñaron algunas cosas básicas y después seguí en una escuelita en un skatepark en Bernal. A los dos meses me fracturé el tobillo pero me recuperé y volví. Empecé a conocer gente, porque antes era un bajón, no conocía a nadie y andaba sola. Yo tenía dudas sobre algunas pruebas y no sabía a quién preguntarle. Si andás con alguien cambia totalmente todo”.
Las escaleras del Correo Central, las barrancas del Hospital Garrahan, los cordones de Facultad de Ingeniería y las veredas de Canal 7 son algunos de los lugares de la Ciudad que se adaptan como espacio a la práctica del skate.
Mecu: –Sí. Y ahora esa categoría se dividió en principiantes y avanzadas. Antes no existía y había que correr con varones. Los hombres tienen más fuerza explosiva, pero las mujeres tienen mucha destreza para lograr las mismas pruebas. Yo pienso que a medida que haya más chicas que se animen, el nivel va a mejorar.
Mecu: –De repente ves a alguien que está haciendo una prueba que te gusta mucho, ver qué onda y te explica cómo es, “ponés el pie acá, para que gire la tabla de tal manera...”
Melani: –Pero siempre vos vas a encontrar tu forma de poner el pie. Ahora hay más chicas que antes y aprenden al toque, pruebas que a mí llevaron un año, ahora las chicas las bajan en tres meses.
Mecu: –Después de bajar un cordón o una escalerita de dos, ya no te bajás más del skate. Imaginate lo que es tirarte de una escalera de ocho, nueve escalones.Es un segundo, pero lo hiciste y te duró, lo viste todo en cámara lenta.
Eugenia Ginepro, con diecinueve años y practicando desde los doce, es una de las primeras chicas de esta nueva generación, según ella el skate es una parte fundamental de su vida: “Constantemente estoy pensando en skate, aunque no esté andando. Desde que empecé, no paré nunca. Cualquier cosa está buena para andar en skate, desde un simple cordón hasta un piso liso. Yo empecé a andar en skateparks y después conocí todo lo que era la calle, y ahí empecé a pedirles (intentar con ganas) a las escaleras, cajones, barandas y todo lo que ves por la calle, que puede ser el mejor lugar sin haber sido inventado para el skate. Me atrajo el poder estar arriba de cuatro ruedas haciendo cosas que giren abajo de mis pies, que la caiga y siga andando... (ríe) ¡Qué placer!
Melani: –Conocí amigos, gente que le gusta y le pasa lo mismo que a mí. Yo estoy en la escuela y no veo la hora de salir a andar en skate.
Luli: –Te despeja, es relajante, pensás cosas, problemas que tenés mientras andás o hacés pruebas. Cada uno tiene su mundo dentro del skate.
Eugenia: –En el momento que te toca patinar sólo está tu pensamiento y tu skate, y eso lo hace especial y único.
Mecu cree que la gente no entiende el código y Melani retruca: “Yo no sé si pasa tanto por el lenguaje. Yo les cuento a mis amigas las pruebas que hago, se las muestro con los dedos, se las explico o se las dibujo, pero ellas nunca van a entender lo que yo siento porque no les gusta.
Mecu: –Para mí es como bailar. Mirá a una persona andar un rato y vas a ver que está bailando, está haciendo movimientos con el cuerpo. Un día estás bailando un lento, otro día estás a pleno. Y fijate que ya hay muchas más chicas. Hay cada día más y más, y eso hace que las que no se animaban lo intenten... El año pasado éramos nosotras acá en la plaza, ahora hay muchas que todavía no conozco.
Luli: –Andando se ven los estados de ánimo de cada uno.
Algunas prefieren escuchar el ruido de las ruedas sobre el asfalto y otras andan escuchando música. Todas aguantan los golpes, se entregan al piso –dispuestas a tener moretones o frutillas–, pero no pierden las ganas. Coinciden en que desde que empezaron a andar ven las cosas desde otro punto de vista, conocieron gente, salen a buscar lugares que ofrezcan dificultad para ponerse metas y continuar evolucionando.
–¡Tenemos ganas de andar en skate!
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