Viernes, 15 de agosto de 2008 | Hoy
CLASIFICADOS
Por Roxana Sandá
En las últimas décadas se vislumbraron avances significativos de la participación de las mujeres en la esfera pública. El problema es que esa aceleración sigue sin alcanzarles para zanjar otro progreso, acaso el verdadero y de fondo, de la equidad de género. Hay desigualdad en la distribución del poder y los recursos, y en los obstáculos para participar en procesos de decisión. Que las argentinas estén limitadas en el ejercicio de derechos y autonomía perjudica su independencia económica, pero también golpea en la economía y el crecimiento del país. Esto se concluyó en el seminario Invirtiendo en igualdad de género: el impacto productivo de la equidad en el mundo empresario, organizado por el Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi) junto con el Banco Mundial. Representantes de cámaras empresariales, profesionales y de recursos humanos de empresas de América latina que participaron del encuentro coincidieron en “invertir en género como medida económica inteligente”. Un punto de partida que impulsa el organismo dirigido por María José Lubertino es la creación de un sello de calidad empresaria para certificar a las compañías que apliquen políticas de paridad entre sus empleadas y empleados. Otra iniciativa, el proyecto de ley de paridad entre mujeres y hombres en el mundo empresario, intenta hacer efectivo el principio de igualdad de oportunidades y trato, y lograr relaciones más justas y equitativas. La experiencia se replica como política federal en México, Brasil, Chile y Costa Rica, mientras que en el Ministerio de Trabajo que dirige Carlos Tomada funciona desde este año la Coordinación de Equidad de Género e Igualdad de Oportunidades en el Trabajo (Cegiot). “La paridad es un eje central del Consenso de Quito y debe ser un eje central de nuestras políticas”, sostuvo el funcionario, que responsabilizó al organismo “del diseño e implementación de las políticas dirigidas a producir cambios en la sociedad que impacten positivamente sobre las relaciones de género”. El estudio Mujeres en puestos de decisión. Manifestaciones de la vida pública y de la vida privada/doméstica, realizado por la Comisión Tripartita de Igualdad de Trato y Oportunidades (CTIO), que también depende de la cartera laboral, da cuenta de un universo de mujeres que accedieron a sus cargos con gran esfuerzo, pero con menor poder de decisión que sus pares masculinos. Ninguna dejó de trabajar una vez que fue madre; todas articularon estrategias que les permitieron desarrollar su doble rol y la distribución del trabajo doméstico recayó sobre ellas de manera exclusiva. La investigación realizada sobre 112 encuestadas concluye que sustentar políticas de género “es dar continuidad a las innovaciones, vigilar el cumplimiento de la ley y sobre todo ampliar las intervenciones en el mercado laboral” argentino. Donde, por cierto, las mujeres ya no son la mitad invisible de la historia, pero los hombres siguen ganando un 30 por ciento más que ellas.
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