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Viernes, 15 de agosto de 2008

INUTILISIMO

Mandamientos de la dicha conyugal

El entusiasmo del noviazgo y la ilusión de la primera etapa del matrimonio pueden durar para siempre si se cumplen al pie de la letra los mandamientos que nos entrega el doctor Willi Feyeraben en su libro El arte del amor (Colección Eruditis, Barcelona, 1970), a saber:

Funda un hogar feliz. Para lo cual es imprescindible no depender de, ni tampoco convivir con, padres o suegros. Feyeraben refrenda el refrán “El casado, casa quiere” para asegurarse perpetua dicha.

No dejar morir el matrimonio en la rutina cotidiana. El amor debe resplandecer de continuo como el primer día, produciendo nuevas y bellas experiencias. Existen incontables pretextos para encender o avivar la llama, siempre es posible obsequiarle pequeñas alegrías al compañero.

Demuestra buen humor permanentemente. No cuesta nada estar de buen talante cuando todo va sobre rieles, pero en la vida no siempre las cosas se deslizan de esta forma. El verdadero mérito es poner buena cara frente a frustraciones y fracasos, evitando así caer en depresión.

Considera las atenciones de tu esposo. No es generoso acostumbrarse a recibir gestos considerados y corteses sin agradecerlos debidamente. Peor aun, puede resultar contraproducente.

No olvides los derechos humanos básicos de tu cónyuge (sic). Quien quiere hacer prevalecer siempre su propia opinión, más vale que no se case. Recuerda que dos personas ven más que una y si vuestros juicios se contradicen, siempre quedará el recurso conciliador de ceder.

Procura ser siempre leal. Las promesas hechas durante el noviazgo y ante el altar se deben cumplir. La lealtad debe extenderse a la vida familiar y social, por lo que no debes quejarte de tu compañero frente a terceros, ni darles a conocer ninguna dificultad o intimidad de la vida conyugal.

Pasa por alto las pequeñas diferencias. Está científicamente demostrado que las grandes diferencias son casi siempre consecuencia de la suma de diferencias menores.

Asegura cada día la paz conyugal. No dejes de hacer un balance cada noche donde figuren el debe y el haber de la relación matrimonial. Si has cometido alguna falta venial, por más que te parezca intrascendente, debes disculparte, y también perdonar a tu compañero si el error es de él.

No descuides los fundamentos religiosos. El contacto anímico-espiritual que idealmente debería unir a los esposos, los sitúa por encima de las contingencias de la vida de todos los días.

Si los integrantes de la pareja matrimonial se atuviesen a estas sencillas y prácticas normas que figuran en El arte del amor, menguarían en gran escala las crisis conyugales, tan comunes hoy en día. Y se preservarían, según el doctor Willi, no sólo los fundamentos biológicos sino también los elevados valores metafísicos del matrimonio.

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