Viernes, 26 de septiembre de 2008 | Hoy
IN CORPORE
“La sexualidad en las conversaciones familiares” fue el tema que investigó el Celsam (Centro Latinoamericano Salud y Mujer, www.celsam.org) este año, con motivo de la Semana de Prevención del Embarazo Adolescente. La elección fue acertada, porque los resultados (obtenidos a partir de 100 entrevistas en profundidad a madres y padres de adolescentes de entre 12 y 19 años) son riquísimos y arrojan alguna luz sobre asuntos poco cuestionados, o siquiera visibilizados. Por empezar, las respuestas demostraron que, aun cuando en primera instancia casi todas las madres y los padres afirman hablar de sexo con sus hijos, sólo una tercera parte lo hace con asiduidad y naturalidad. El argumento, en los casos en que eso no sucede, habla más de los temores de madres y padres que de las necesidades o los rechazos de las y los adolescentes: cuando la sexualidad no es tema en el ámbito familiar, sucede porque los adultos callan. Y callan por miedo a hacer daño hablando de más, porque no se creen capaces de hacerlo bien (por falta de conocimiento), o porque se dejan ganar por la fantasía de que aparecerá un interlocutor más idóneo en la escuela o los medios de comunicación (!). En algunas familias el tema no se menciona ni al pasar. O porque son muy chicos y entonces sería prematuro, o porque son grandes y entonces qué nuevo se les podría decir: de cualquier manera, termina por predominar el silencio. A eso se suma la supervivencia de la tradición más cerrada: un tercio de las madres y los padres administra los cuidados a partir del rigor y la coerción. La prohibición, el interrogatorio, “la pesquisa”, lo que incluye espiar terrenos que las y los adolescentes construyen en su intimidad (diarios íntimos, cartas a y de sus amigos) son las herramientas que terminan por obturar de manera contundente posibles diálogos.
Pero ¿de qué se habla cuando se habla? Madres y padres admiten que no es lo mismo para las hijas que para los hijos. “La actividad sexual masculina se percibe como una necesidad biológica, y se asume que el varón tiene más instintos y menos cabeza”; a la vez, “se percibe la sexualidad de sus hijas como un factor determinante de cómo van a ser valoradas”. De allí que Alicia Figueroa, ginecóloga del Celsam, rescate que “está todavía muy activo el concepto de que el varón usa a la mujer: y es que mientras el varón ideal debería debutar sexualmente a los 16 y con cualquier chica (no con su novia), la chica ideal se inicia más tardíamente y con su pareja estable, es decir, por amor”.
Otra perla es hallar que padres y madres sugieren el preservativo como método ideal para la adolescencia... porque “este método supone relaciones sexuales esporádicas o poco frecuentes”. ¿Doble método, anticonceptivos orales? Ni noticias.
Sobre el panorama, inquietante, se proyecta otra sombra que quizá explique los resultados: “el placer, el disfrute, la sexualidad como parte valiosa de la experiencia humana están ausentes de las conversaciones familiares”.
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