Vie 12.12.2008
las12

VISTO Y LEIDO

Detrás de todo pobre hombre

› Por Liliana Viola

Virilidad
Cynthia Ozick

Editorial Bajo la Luna

Sería maravilloso contar con más libros de Cynthia Ozick en castellano, pero por ahora el único que aparece en el campo editorial argentino es este relato, que no por breve es poco, ni menos representativo de un estilo considerado como uno de los más originales, corrosivos y exquisitos de la literatura americana. A pesar de ser autora de más de diez novelas, Ozick es realmente una virtuosa del relato breve y como tal fue la primera ganadora del Real Award, un premio prestigioso destinado a este género. Nació en Nueva York hace unos ochenta años y aunque ha sido –y sigue siendo– calificada como “escritora focalizada en asuntos judíos”, y si bien el sayo bien le queda, supera con su escritura tan polimorfa un solo tema o una sola preocupación. En este relato, por ejemplo, a pesar de que el personaje es un inmigrante judío, poco tiene que ver el desarrollo argumental con orígenes y costumbres de etnia. La gran habilidad de Ozick consiste en cómo mantiene a lectores y lectoras asidos de un argumento desquiciante y hasta qué punto condensa en una aparente linealidad toda una serie de preocupaciones morales. Moralismos jamás, Ozick enfrenta su descontento, nacido de varias imperfecciones de este mundo, con la locura de su ficción. Su feminismo, a su vez, aparece embozado en las ridículas escenas que protagonizan tanto hombres y mujeres en su carrera por la fama y el poder, apoyándose unos en otras. Ya desde el título, Virilidad, queda advertido que en sus manos, lo que se suele blandir con gran orgullo va a convertirse en farsa. Como un juego de cajas no tan chinas como macabras, un hombre ubicado en un futuro que no alcanza para la ciencia ficción, recuerda a Elia Gatoff, un personaje incómodo que se instaló en su vida y hasta en su casa, enarbolando su ansiedad de convertirse en gran poeta. Un inútil completo, con la ayuda de la hermana del protagonista, una mujer puritana y mal casada que cae rendida ante la promesa de un escritor, llega a convertirse en figura de culto. La calumnia, lo fútil de toda fama, los argumentos que sirven para justificar lo opuesto que promueven, son detonantes de la acción de esta dislocada fábula.

En este futuro creado por Ozick donde ya nadie recuerda a poeta alguno, y el oropel que la vanidad intelectual supo tejer no existe más, la ignorancia ha nivelado a los buenos con los malos, a los impostores con los auténticos. Y mucho más que eso: a los vivos con los muertos.

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