DIEZ PREGUNTAS > A CRISTINA PéREZ, MENDOCINA, ARTISTA PLáSTICA
–Me interesa mostrar a la sociedad como cuerpo, partir de la representación del cuerpo individual al cuerpo social, en un juego de tensión, diálogo y choque, pero siempre a través del cuerpo de la mujer como soporte para representar estas ideas.
–No es que no haya hombres, hay otras cosas que actúan como símbolo de lo masculino, y cada una hace una elección temática. Me interesa el movimiento, las cosas que suelen ser más femeninas se vuelven en transición hacia lo masculino, y vuelven a lo femenino. Hay un punto desde donde se puede narrar la historia, una ventada desde donde se puede mirar. No le tengo miedo a decir que es una obra de género, pero eso es sólo una cara del asunto, es el piso en el que camino y muestro mis cosas. Desde algún lado hay que cantar.
–Mi obra es una propuesta, una idea representada, no es la verdad, es mi reflexión sobre la historia de las mujeres, sobre cómo todavía se sigue negando la posibilidad de ser dueñas de nuestro cuerpo. Es una lectura de las cosas: cuando te censuran, te das cuenta del poder de esta imagen. No salimos a destruir televisores o hacerle boicot a Marcelo Tinelli, pero sí a una obra que inquieta. Y mi obra está pensada para eso, no ofrece placer a la contemplación; es interpelación.
–La imagen, de por sí, es de una explicitación muy dramática. Las que referís son pinturas de mucho impacto en el contenido porque trabajaba con estas vaginas, estas vulvas, como semillas que están estilizadas, desarrolladas de manera sintética para que no fueran tan crudas, e igual provocaban cierto shock. Pero al trabajar con colores y formas muy naïf, hacía que el impacto se atemperara, se dulcificaba, y a la vez siga fuerte y agresivo.
–Trabajo el pasaje de la forma de la virgen hacia la vulva como una síntesis. Esta cosa cerrada, ovalada. Su atuendo se convierte en labios vaginales, su cerramiento silencia y oculta. Es esa boca que en cualquier momento puede contar su historia que tiene que ver con imposiciones antiguas a la mujer y con su cuerpo del que no puede ser libre y dueña.
–En esos espacios las flores son otra metáfora de la vulva. De todo lo que construye la fe sin prejuicios. Los fieles no ornamentan sus altares sin prejuicios estéticos, ni formación académica, sino intuitivamente. Lo tomo y lo reelaboro, construyo altares para estas vírgenes, estos virgos. La imagen de la virgen que ha sido impuesta a las mujeres también puede ser otra.
–En todo caso lo que comparten, el punto en común, es el de la figura jerarquizada, sagrada, que no tiene que ver con la ausencia de sexo.
–Al llegar a Buenos Aires se comenzó a transformar la paleta en una cosa menos explícita, más silenciosa, más tensionada, de no mostrar sino cubrir con el vestido. Necesitaba un poco de silencio, de reflexión de las formas. Empecé a trabajar el atuendo que cubre el virgo, pero que a la vez lo sugiere con telas rasgadas, las rasgaduras tienen que ver con la vulva.
–Lo blando puede amoldarse de acuerdo a la emoción, al sentimiento, a las ideas. Un cuerpo blando es un cuerpo en construcción, en mutación. Podemos rediseñar nuestros cuerpos, cada vez está más aceptado socialmente que seamos arquitectas de nuestros cuerpos. Pero a la vez está la duda de cómo respetar la naturaleza y transformar el cuerpo, la tensión entre la salud y la estética, siempre es un concepto navaja de doble filo.
Empecé a trabajar en una investigación artística que llamé La otra piel, el género, la tela como esa segunda piel, cargada de símbolos, de historia social, el vestido que tiene la forma del cuerpo, y se convirtió en un espacio profundo, casi escenográfico. El cuerpo de las mujeres, para mí, sigue siendo un tema de trabajo.
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