SOCIEDAD
Si las crisis o la falta de trabajo en los países de origen obligaron a familias enteras a migrar en busca de un destino que pudiera dibujarse sin apremios, ahora es la crisis económica de los países más poderosos –sumada al endurecimiento de las condiciones para las y los migrantes en Europa– la que permite imaginar una vuelta a casa. En España, por ejemplo, la segunda etapa del plan de retorno voluntario de inmigrantes recibió más solicitudes de las que pueden tramitar; la mayoría, de familias latinoamericanas. Aquí, tres historias de mujeres que resisten en Barcelona aunque entienden perfectamente de qué se trata el deseo de volver.
› Por F. Blasco
Quién sabe qué pensarán los ojos cerrados de Mayte mientras inspira para arrancar el final de “El corazón al Sur”, tango de Eladia Blázquez que habita en los labios de los que emprendieron camino del Norte. Se inaugura el Café de los Angelitos en la Barceloneta, barrio que como pocos ha debido hacer permeable la tradición ante los muchos venidos de fuera, y la Caparrós seduce hasta el silencio a quien la escucha. Se entrega en todas las estrofas, en cada sílaba del tango, a pesar del otoño húmedo de Barcelona y del cuidado que requiere la próxima presentación en París, con su espectáculo Mariposas en guerra, que en verano viene a Buenos Aires.
Mayte Caparrós es una cantante popular que dedica buena parte de su arte a la música de Buenos Aires, parte que aumentó desde que vive fuera del país. Lleva diecisiete años en Barcelona, ciudad a la que llegó en plena reconstrucción olímpica. La suya es una historia de elección, la posibilidad de desarrollo artístico y profesional que Barcelona le ofrecía la trajeron. “El 91 fue un año muy raro, todo cambiaba en la ciudad, previo a las olimpíadas, y fueron unos cuantos meses de cambios tremendos. En esa época yo no sentí discriminación, aunque conozco historias de amigos que la sufrieron, episodios de pedir documentación de manera violenta, por ejemplo. Aunque por decirme un piropo un día me dijeron: sos fantástica, no parecés argentina.”
Durante los últimos años, el número de personas que llegaron a España creció exponencialmente, y lo que era un cambio paulatino y de digestión no del todo traumática se transformó. “Cada vez está todo peor, por la gente que viene y por la gente que recibe. Creo que esto los ha sobrepasado, no tenían preparación para absorber la gran cantidad de inmigración que vino.”
Con la lucidez de quien vio mundo y comenzó desde cero en tierra nueva, mira su vida y afirma que se siente “de los dos lados”, y que cada uno tiene su equilibrio: “Aquí en Cataluña hay más posibilidades de desarrollo profesional, pero quizá no de desarrollo creativo, mientras en Argentina sí hay un caldo de cultivo para que te aflore la emoción y la creatividad, porque todo el tiempo estás con la cabeza en un movimiento frenético. Acá perdés lenguaje al adoptar otra lengua y perdés pensamiento, y también se vive en un estado de bienestar que no es lo más apto para que se desarrolle la genialidad, que sí se desarrolla allá”.
Aunque en la historia de Mayte pesaron a favor su padre y su madre españoles, ella sabe perfectamente del arduo camino hacia la legalidad y de las constantes discriminaciones: “Está todo muy duro a nivel europeo, agravado por esta situación de crisis que se está viviendo, que están cerrando las puertas incluso con el tema de la reagrupación familiar. No se terminan de poner de acuerdo España y Cataluña. Han creado unas aulas para los niños recién llegados, tratan de prepararlos para que accedan al aula, que no desorganicen al maestro; tenés que entender los dos lados, pero ya de movida a ese pibe que viene lo estás discriminando porque lo estás poniendo en un aula aparte”.
Entre las muchas instituciones nacidas al calor del “hecho inmigratorio”, la Asociación de Ayuda Mutua de Inmigrantes en Catalunya (AMIC, amigo en catalán), ofrece información pero también un espacio para participar. Una de sus responsables es la mexicana Janette Vallejo, coordinadora de Migración de la Unión General de Trabajadores (UGT) de Catalunya. El origen más frecuente de las mujeres que han llegado a este país son Bolivia y Ecuador, sobre todo al comenzar esta década. Muchas de ellas pasaron por AMIC para orientarse mejor en el territorio desconocido y a veces hostil. Vallejo dice que “el grueso de la población viene por motivos meramente económicos, buscando un trabajo, vienen primero ellas y luego buscan la reagrupación familiar, trayendo a sus hijos y maridos. En este momento esas mujeres encuentran muchas dificultades para lograr la reagrupación, porque primero tienen que haberse establecido social y económicamente”.
Las nuevas disposiciones a nivel europeo endurecieron la ley y prevén medidas de seguridad vejatorias, como una detención preventiva de hasta 90 días sin necesidad de que haya otro motivo que pretender entrar a Europa. “La ley es discriminatoria con respecto a la mujer, sobre todo a la hora de concretar la reagrupación familiar, y la de desarrollar un trabajo cuando son ellas las que vienen reagrupadas, ya que ingresan pero sin un permiso normal de trabajo.”
AMIC organizó en noviembre pasado el Primer Encuentro de Mujeres Latinoamericanas en Catalunya, explica Janette Vallejo, “a partir de la necesidad de reunirse las diferentes nacionalidades, de mirarnos como colectivo, mujeres inmigradas que en materia jurídica tenemos una misma problemática, que como género también vivimos una condición de violencia, y como latinoamericanas, que el hecho de venir de un mismo continente nos hace identificarnos, pensarnos de otra manera. Queremos ser actores de lo que nos afecta, y saber lo que ya estamos dando. Creemos que aportamos mucho a la sociedad y queremos ser reconocidas”.
Sienten la discriminación por su condición de inmigrante más que por la de mujer, tal vez porque sólo se nota lo que cambia.
Tiene los ojos inquietos y una mirada profunda de la situación de las mujeres migradas: su profesión la enfrentó con casos de lo más diversos. Zulma Sierra, periodista natural de Medellín, llegó a Madrid en 2003 a hacer un máster en Comunicación y Conflicto Armado, y se quedó. Ahora dirige la delegación en Barcelona del periódico Latino, por un encargo de la central de Madrid. El traslado fue repentino: “Llegué en pareja a Barcelona, no tenía amigos ni nada, solamente lo laboral que en ese momento era incipiente. Llegué directamente a trabajar y a estudiar”.
De las barreras con las que se encontró, la que más la sorprendió fue descubrir que en España se le cuestionaba su titulación de periodista y hasta la universidad en la que se graduó. “Puede sonar ingenuo, pero nunca me imaginé que fuera tan difícil demostrar que eres profesional, algo tan obvio en mi entorno natural en Colombia, aquí se tornaba un reto.”
Hubo otro hecho de discriminación, mucho más sutil y por eso peligroso: “El hecho de ser inmigrante es como una etiqueta que te obligara a trabajar para inmigrantes, tu público tiene que ser inmigrante. Yo lo hago y lo disfruto, pero siento que puedo aportar mucho más, y que los años que llevo acá me han hecho ver esta sociedad, disfrutarla, padecerla, compartirla, y que eso ya me otorga una autoridad entre comillas para hablar de otros temas, no sólo de inmigración. Yo soy un sujeto político, soy una ciudadana, pago mis impuestos, participo de la vida cultural y social de este país, y en esa medida puedo aportar también profesionalmente”. Todavía no le es concedido ese derecho. Como tampoco el de votar en las elecciones municipales a los miles de inmigrantes que sí participan activamente de la vida de las ciudades.
Para Zulma es una ventaja lamentable y fugaz el “parecer” española: “He sentido el estigma de ser colombiana. Mi fisonomía me ha permitido camuflarme en España porque soy blanca, porque tengo el pelo negro, porque no aparento el estereotipo latinoamericano, pero cuando hablo tengo mi acento. Hay personas españolas que se sorprenden, como que en Colombia no puede haber gente de tez blanca, profesionales, o mujeres jóvenes que triunfen, eso les rompe los esquemas, y te hacen comentarios un poco desagradables. Pero lo atribuyo a su ingenuidad y a su falta de conocer el mundo, son muy cerrados en sí mismos”.
La ley de extranjería es un laberinto imposible de resolver, que actúa como elemento disuasorio para algunos y como castigo para quienes osan poner pie en Europa sin permiso. “El hecho de que exista una ley de extranjería –dice Sierra– ya supone una discriminación, ya tienes que atender una burocracia que para el resto de los habitantes es desconocida, pero que para nosotros es habitual en cada trámite. Es una situación legal muy incómoda y absurda, ya es hora de que entiendan que su sociedad ha cambiado, y hay que aplicar herramientas y mecanismos legales para facilitarle la vida a ese nuevo ciudadano.”
Una vez superado el escollo, cosa que a veces demora varios años, surgen otros nuevos: “A nivel laboral, se supone que una mujer, por el hecho de ser mujer es hábil para cuidar niños, para cuidar ancianos o limpiar casas. En términos prácticos eso les sirve porque de entrada consiguen trabajo, pero las condiciones económicas son malísimas, los horarios, el trato no siempre es el mejor. A muchas no se las deja salir, en casa de la patrona seis días a la semana, con derecho a salir el domingo al parque y poco más”.
La antropóloga Dolores Juliano, autora del libro Mujeres migradas, sindicato y trabajo, afirma en una entrevista aparecida este mes en Argenpress que “los grupos familiares a que pertenecen priorizan la migración de mujeres, porque son más fiables a la hora de enviar sus remesas y mantener su apoyo económico a su familia de origen. Si una mujer deja sus hijos en su familia de origen, puede pasar hambre en su lugar de destino, pero seguro que enviará cuidadosamente que a sus hijos no les falte nada”.
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