DIEZ PREGUNTAS > A CARLA ALGERI, BANDONEONISTA
› Por Guadalupe Treibel
—A los 4 años empecé a estudiar piano y guitarra. Cuando tenía 7 años y se hacían las muestras de conservatorio, me pedían que toque tangos en el piano para entretener. El problema fue cuando dejé de tener 7 años y ya no era lindo ni gracioso. Si tenés 16 años y en una reunión de amigos tocás un tango, a nadie le interesa escucharte.
—A mis hijos les inculqué la música a través del juego. He intentado que conserven su oído natural y no lo pierdan en el sistema educativo, que es tan caótico. ¡Ni hablar en lo musical! Además, para aprender, uno debe estudiar sólo con grandes maestros, músicos de los que uno se reverencia.
—Mi padre tenía un salón de belleza femenino y los lunes, cuando estaba cerrado, me llevaba al café donde iba Osvaldo. Quería escucharlo ensayar. Me acuerdo de que un día el Maestro me preguntó si quería tocar algo y ¡toqué “La Yumba”! Tendría unos 8 años. Qué maravilla ser chica y no tener problema en tocarle al autor de una canción, su canción. Empecé a ir todos los lunes y agradezco mucho lo que vi. Esos maestros no dan clases; tenés que tomar lo que se les cae. ¡Y lo que se les cae, agarralo porque es así!
—A los cinco años, en el conservatorio, vi a un bandoneonista apoyado en un bebedero y quedé cautivada por el instrumento desde entonces. Pero aprendí de grande, a los 28 años. Había estudiado percusión, guitarra, piano, cuerdas... ¿Cómo no iba a tocar el bandoneón? Necesitaba un maestro que tuviese todo lo que yo quería: que fuese intérprete, compositor, solista, director, que hubiese estado con Pugliese. Tenía que ser Rodolfo Mederos. Y lo fue. Mi padre siempre me había hecho escuchar los bandoneones y esa búsqueda auditiva que me proponía es la que intento transmitir. Troilo, por ejemplo, tenía la posibilidad de tocar una redonda ligada y que te vibre el corazón; tenía la belleza de los silencios, era el rey de la economía musical. Esa es mi búsqueda.
—Cuando toco el tango “Sur” y digo “San Juan y Boedo antiguo, y todo el cielo”, esa esquina la conozco desde hace 38 años. El tango comienza en las orillas del Río de la Plata, es la música de Buenos Aires. Las letras y las músicas expresan nuestra realidad social y cotidiana. Para cada oficio hay un tango, para cada esquina, para cada momento de la vida. De acá se ha ido extendiendo a las metrópolis del mundo, pero la verdadera esencia popular está en peligro de extinción. Por eso, de la mano del gobierno de la ciudad, presenté ante la Unesco un proyecto para que el tango sea patrimonio histórico intangible de la humanidad. Yo milito para que el tango no muera. Seré un Quijote de la Mancha y seguramente habrá otros.
—Porque faltan las bases culturales. Y la cultura se va pasando de generación en generación. En otros lugares del mundo, nadie reniega de su música. La música es la raíz. ¿Por qué yo elijo el tango? Es mi lengua madre. ¿Por qué NO el tango?
—Hoy todo se llama “tango” y hay oportunistas que toman partido de eso. Así como en el baile es quien salta más alto, en los cantores es quien grita más fuerte. Es más fácil comprar la chaucha congelada en el supermercado ¡Todo es MC Tango! Y están los que militan detrás de eso y pelean contra viento y marea. Porque en ese deseo de dar y recibir, hay gente joven que tienen ganas de aprender y no encuentra el maestro que quiera dar o a la inversa.
—El gran prejuicio ha sido porque saben que lo puedo hacer. Las cosas que te perjudican son las que te benefician. Porque a la hora de tocar en serio, entre todos hombres, me siento yo con el bandoneón y a la gente le interesa mirar. Pensarán: “Si lo puede hacer, es joven, es mujer y se ve bien, perdimos”. Creo que todas las mujeres lo hemos pasado; se da en todas las áreas y con todos los roles.
—El bandoneón es un instrumento que comienza siendo masculino y el varón no usa tacos. Para ciertos efectos, el pie tiene que estar completamente sobre el piso; con el taco no se logra el sonido necesario. Empecé a tocar descalza y comencé a recibir comentarios del hecho artístico de sacarse los zapatos. ¡Incluso hay fotos en el mundo de mis zapatos! Si mi propia naturaleza es estar descalza, ¿por qué voy a cambiar?
—Verdaderamente, al tocar con los ojos cerrados, la única conexión es tuya con el bandoneón y la canción. Hay una búsqueda interior en la música, para hacerla sonar desde el instrumento. Siempre pienso que mi música pasa por dentro. Vive y suena todo el tiempo en mí.
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