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“Saquen sus sermones de nuestros colchones / Saquen sus misales de nuestros hospitales / Saquen sus rosarios de nuestros ovarios / Saquen nuestros nombres de sus registros.” Renunciar al bautismo es el cuerpo de la nueva convocatoria promovida por integrantes del movimiento de mujeres: apostasía colectiva, y ésos son sus lemas. La acción tiene espíritu protestante: procura sacudir la pereza con la que convivimos con dogmas heredados y mostrar la ira hacia la vinculación del Estado y la Iglesia, los efectos de su injerencia en las decisiones políticas y su intromisión en la subjetividad de las mujeres. Ateas, laicas, feministas convertidas en objetores de conciencia invitan a poner en duda las certezas para poder irnos en paz.
› Por María Mansilla
Primer llamado. Arzobispado de Buenos Aires. La pregunta sería: “Hola, quiero información sobre apostasía. ¿Me podrían ayudar, por favor?.” “Usted está comunicado con el Arzobispado de Buenos Aires. Aguarde y en instantes será atendido”, dice una locutora entre canto gregoriano y algo parecido a un minué. Luego de 9 minutos y 32 segundos de locutora, minué y canto monocorde, corto con resignación cristiana.
Segundo llamado. Pienso rastrear el teléfono de la iglesia de mi pueblo (¿cliente particular, empresa u organismo de gobierno?) donde fui bautizada. Pero ni siquiera figura en guía.
La tercera es la vencida. Mejor remitirnos a las (otras) fuentes. Y descubrir que apostatar es un trámite que permite desbautizarse, renunciar a la fe cristiana, enjugarse el agua bendita derramada en el bautismo. Es un derecho, según la normativa canónica, y según los artículos 14 de la Constitución y el 18 de la Declaración de los Derechos Humanos que habilitan la libre elección a la adscripción religiosa.
Apostatar es un derecho al que invita a reapropiarse también parte del movimiento de mujeres: sí, una convocatoria colectiva de apostasía ha sido pergeñada a través de la lista de correos de RIMA (Red Informativa de Mujeres Argentinas). Mensajes van, mensajes vienen, hilvanando voluntades en todo el país para que en marzo próximo —por el Día de la Mujer, por el 24 de marzo y la complicidad de la Iglesia con la dictadura, por el 25 de marzo llamado Día del Niño por Nacer— se dé el primer paso. Poner la firma. Visibilizar, de manera simbólica, el rechazo colectivo al maridaje Iglesia Católica y Estado y apoyar la despenalización del aborto.
La idea de la campaña se transformó en grito justamente cuando el presidente uruguayo Tabaré Vázquez, alineado con la ideología eclesiástica, vetó el artículo de una nueva ley de salud sexual y reproductiva que no criminalizaba la interrupción de embarazos de hasta 12 semanas motivados por penurias económicas, sociales, familiares o etarias (es más: los curas amenazaron con excomulgar a los políticos que apoyaron la ley). En Chile lo hicieron en abril pasado, luego de la prohibición de distribuir gratuitamente la píldora del día después.
Más allá de las razones públicas, la apostasía permite decirle adiós a un modelo tatuado hace 5000 años por los mitos de la creación de las religiones monoteístas. Un modelo que deja cicatrices a veces imborrables en la subjetividad de las personas. La mayoría de las practicantes religiosas son mujeres; ni siquiera en la época del culto a la juventud un modelo tan añejo envejece.
Precisamente, el bautismo viene a recordar y recordar y recordar una generación tras otras que todos y todas, judeocristianxs, nacemos pecadores por culpa de mamá Eva: ella tentó al pobre y ex solitario Adán a ceder ante un antojo: pellizcar una manzana. Hasta tuvieron que mandarse mudar del paraíso. La “transgresión” a Eva le costó bien caro, la pena se hizo extensiva: la factura todavía les llega a “sus hijxs”. Costilla mala, peligrosa, mentirosa, traicionera resultó la curvilínea. Nos/les costó a “sus hijas” principalmente, penar la libertad condicional a bordo de sus cuerpos, de las instituciones religiosas, en la vida social. La apostasía, en cambio, viene a recordar y recordar y recordar que (...) ninguna hereje. Don Bosco no me está mirando. Hay vida sin “pensamiento mágico” (así le llaman lxs atexs). Hay grises. Hay espiritualidad sin religión.
Cada vez que una persona es bautizada el número le da quórum a la Iglesia. Quórum para “obtener mayores ventajas sociales y ejercer mayor presión política”, como detallan en la Asociación Civil de Ateos de la Argentina, ArgAtea. Basta hojear Las12 del viernes pasado y releer la denuncia de la legisladora Diana Maffía sobre el dinero estatal otorgado sí al mantenimiento de una iglesia y no al apoyo de los programas de salud sexual y reproductiva para obtener otra muestra, y espiar las consecuencias del terrorismo religioso que minan la Franja de Gaza.
ArgAtea es una de las organizaciones que movilizan esta causa; el domingo pasado a la hora de la siesta compartió, a través de su representante Cristina Ferreyra, un café con miembras del movimiento de mujeres para dar forma a la convocatoria de apostasía colectiva. “No es raro que en el ateísmo haya mujeres que participen en movimientos humanistas y en reivindicaciones por sus derechos. Entienden esto de la libertad de conciencia, de la libertad de pensamiento”, explica Ferreyra. ArgAtea está en contacto, a través del Inadi, con gente y organizaciones de todo el país. “Por eso podemos estar al tanto de fenómenos de discriminaciones que se producen más veces de las que creemos. Por ejemplo: una abogada entrerriana que apoyó un proyecto por la despenalización del aborto fue dejada cesante en la Universidad Católica, donde trabajaba”, denuncia Ferreyra.
Paula Torricella, ex Baruyera y feminista independiente, explica: “La idea es convocar a muchas personas y con argumentos concretos: no con discusiones sobre si dios existe o no sino manifestando contra la institución, contra una aparato político como es la Iglesia Católica que interviene en la estructura democrática que gobierna la sociedad. En qué va a consistir: vamos a habilitar la página www.apostasiacolectiva.com.ar con un formulario que podés llenar con tus datos. Luego armaremos una lista y, con un pequeño manifiesto, pedimos a la Iglesia que retire de sus registros nuestros nombres, porque nunca adherimos con voluntad propia a esa institución. El mecanismo no es el que establece el protocolo de la Iglesia, por eso en la página pondremos también una carta más formal que es la que se envía a la diócesis a la que pertenece la parroquia en la que fuiste bautizado, para invitar a la gente a hacer el procedimiento personal. Están invitadas a participar personas de otras religiones; también nos oponemos a la hegemonía de la Iglesia Católica sobre las otras”.
Justo antes del feriado nacional por el Día de la Inmaculada Virgen María se realizó en Mar del Plata un Congreso de Ateísmo. No fue un encuentro que reunió a (otros) dogmáticos militantes, sino a personas que no creen en dios ninguno curiosas por relacionar todo tipo de conocimiento. Un biólogo, un abogado penalista, un físico, entre otros (varones) disertantes expusieron sus fundamentos. La entrada era gratuita, la sala estaba llena. En los intervalos, la gente no se movía de su asiento para no perder su ubicación.
La problemática género y religión no estuvo explícita en el programa, sin embargo “el lugar de la mujer en las religiones abrahámicas siempre está implícito en el debate. Su papel suele ser bastante secundario y servil —-reconoce Fernando Lozada, ingeniero y artista plástico además de ateo y organizador del congreso—. Esto también se manifestó en un panel de religiosos, a ellos se les preguntó acerca de determinados grupos de judíos ortodoxos que se casan con mujeres muy jóvenes, casi niñas, tienen hijos: están al límite de la ley y hay que ver hasta dónde es respetado el avance ideológico religioso. También se preguntó sobre el aborto, pero esquivaron bastante el bulto”.
Una de las acotaciones más sensatas se oyó en la tribuna. Hablaba la referente de ArgAtea de La Plata: “Soy una mujer de 63 años que durante 50 años fui primero católica practicante, luego fui muy creyente hasta que me empecé a preguntar por qué, cómo, cuándo. Así llegué a la conclusión. Investigué por supuesto, leí, estudié, analicé a diferentes personas y a diferentes religiones. Empecé a sentir vergüenza, empecé a sentir angustia por haber sido tan creyente, por haber tenido tanta soberbia. Hoy en día estoy mucho más tranquila, encontré esa paz que buscaba en dios. Soy libre mentalmente, tengo seguridad de mis actos y estoy muchísimo mejor desde que empecé a razonar”.
Un congreso de este tipo se realizó hace poco tiempo en Colombia, mientras el país pionero es India, sede de la comunidad atea más grande del planeta. ¿Por casa cómo andamos? Mientras América latina y Caribe se perfilan como la mayor población católica del mundo, en Estados Unidos, por un lado, el voto de las y los evangelistas tuvo en vilo a los candidatos de las últimas elecciones presidenciales y en el otro extremo, en el vecino Paraguay, en el mismo cargo desfilan dirigentes que en parte hacen de la religión su bandera: Duarte Frutos, menonita, y Fernando Lugo, ex obispo (que enojó al Vaticano por su amistad con Hugo Chávez).
En la Argentina, en cuanto a las creencias, una encuesta del Conicet espeja que quienes no creen en ningún dios —agnósticos, ateos e indiferentes— suman el 11 por ciento de la población adulta. Se podría decir que son la segunda religión, pero no: asocian religión a dogma y juran que no hay creencia que los adoctrine. La mayoría son jóvenes menores de 30 años, con estudios terciarios y universitarios. Muchos, el 70 por ciento, reconoció haber crecido con la libertad de elegir. En el otro extremo, casi el ciento por ciento de las personas sin acceso a la educación superior reconoció creer en algún dios.
“Nos planteamos en ArgAtea cómo educamos a nuestros hijos en esta estructura en la que se transmite cierta idea de pecado, de patriarcado, estructuras jerárquicas de dominación y donde no dejás que la persona elija y se forme libremente —reconoce Cristina Ferreira, sobre todo en relación con el pudor a apostatar para que a muchas madres no les dé un patatús—. A la vez, procuramos no generar una brecha cultural, buscar una forma de comunicar las cosas frente a este cambio de paradigma de manera que nadie se sienta excluido. Somos sensibles y respetamos el vínculo familiar, evitamos los enfrentamientos por las diferentes opiniones generacionales. Pero la realidad es que hay mucha gente joven integrando ArgAtea, busca saber en qué mundo está parada.
—Porque creo que las religiones son mecanismos de engaño masivo que mantienen a las personas viviendo en mundos de fantasía. Cuando descubrís esto no sólo necesitás dejar la religión en la que te incluyeron tus padres porque ya no crees más en eso sino que además tenés que abandonarla por esa necesidad imperiosa de no formar más parte de algo tan perverso.
—Los trámites fueron sencillos. No encontré trabas pero como no hay procedimientos establecidos hay que hacer todo “manualmente”.
—Apostaté después de 20 años de comprender que los dioses y los mundos espirituales eran sólo fantasía. Así que te imaginarás el alivio que sentí cuando finalmente dejé de formar parte oficialmente de la institución católica. Lo hice un año después de que falleció mi madre porque no quería lastimarla.
“Hablar de la mujer musulmana, judía, católica, son sólo abstracciones. Existen las mujeres turcas, kuwaitíes, sauditas, francesas, uruguayas, chinas, con problemas diferentes. Su condición está dictada no tanto por la religión que practiquen sino por el sistema político del país al que pertenecen y la influencia que tenga la religión hegemónica en ellos. La condición de la mujer y la lucha para la afirmación de los propios derechos encuentra su elemento común en el enemigo a afrontar: la tradición, que frecuentemente se acompaña en una interpretación equivocada de la religión. Sin interpretación, las religiones desembocan en el fundamentalismo. Sin el horizonte de los derechos humanos, las religiones terminan por justificar prácticas contrarias a la dignidad de la persona. Los fundamentalismos religiosos se cobran vidas, cuerpos y voces de mujeres violando sus derechos y justificándose en el nombre de dios.”
“A partir de la entrada de las teólogas feministas a los estudios bíblicos existen nuevas interpretaciones de los textos que han sustentado desde el punto de vista religioso-cultural la subordinación de las mujeres. No podemos negar que muchas condiciones en las que se encuentran las mujeres con relación a la violencia y a la forma con la que se lidia con la sexualidad tienen que ver con la forma con la que han significado ese pensamiento religioso tradicional en su vida. Esos textos son parte de una estructura patriarcal de pensamiento porque fueron escritos dentro de contextos patriarcales, y por hombres. Con relación a la lectura del génesis existen relecturas que hablan de un relacionamiento humano. Por ejemplo, cuando se habla de la figura de Adán dicen que se está hablando, más que de un hombre, de la humanidad como todo. Dentro del contexto patriarcal en que vivían esas comunidades, están hablando de igualdad entre los sexos, de la necesidad de un relacionamiento más humano entre los seres creados a imagen y semejanza.”
“La fe tiene que ser un disparador p’adelante. A nosotras a veces nos cuesta hacer un cambio de estructura de andamiajes mentales. Superado ese andamiaje, lo que encontramos como dificultad es la jerarquía. Propusimos mi candidatura (en el 2008) coincidiendo que era marzo, el Día de la Mujer. Es una campaña imposible, la presidencia se elige sólo entre obispos que se autoproclaman, pero queremos denunciar públicamente y dentro de la iglesia generar debate por la falta de democracia y porque las mujeres seguimos siendo el tercer ciudadano de la iglesia. Nos ve capaces para limpiar la parroquia, de leer en las eucaristías, de educar a los chavales, pero nunca nos ve capaces para dar directrices generales. Ante eso, las mujeres y los hombres de la iglesia de hoy, de calle, pues empezamos a decir que no y públicamente. Otra iglesia es posible y la estamos haciendo. El problema es que no está visibilizada y que la jerarquía nos pone trabas. Proponemos celibato opcional y que a nivel económico todos sepamos en qué invierte, y cuestiones como un reparto equitativo de la responsabilidad: una iglesia circular para y por los pobres. La comunidad de base que es la que nos importa está aquí diciendo gracias.”
“Las religiones tienen una relación fóbica no sólo con los cuerpos sino con la sexualidad. Además, ¡parece que no les interesara otra cosa! Todo tiene que ver con el cuerpo, el aborto, el preservativo, el matrimonio homosexual. Aquí en España sigue teniendo una reserva moral que le permite ser la única institución que puede decir determinadas cosas. Si cualquier otra institución democrática, en la España del siglo XXI donde gays y lesbianas podemos casarnos, donde el aborto está legalizado, dijera alguna de las cosas que ha dicho pues se le echarían encima los medios, la gente, y sin embargo no pasa nada. No soy religiosa pero creo que es difícil hacer ningún tipo de relectura del Antiguo Testamento. Respecto de la palabra de Jesús de Nazareth basta una lectura simple para comprobar que él no se preocupó sobre la moral sexual; sus únicas palabras furiosas fueron contra los ricos. Sin embargo, hoy la iglesia no dice nada en contra de la acumulación injusta de la riqueza. Por ello estoy un poquito harta, creo que dentro de esta iglesia no hay nada que hacer.”
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