INTERNACIONALES
Aunque su amiga Condoleezza Rice mire para otro lado en estos mismos, dramáticos momentos, es evidente que Tzipi Livni algo aprendió de la dama de hierro de Bush. Al menos a borrar todo temblor de su mano al momento de dirigir misiles sobre poblaciones ya demasiado golpeadas, como ahora la palestina. Demasiadas muertes le está costando a esta mujer demostrarles a sus amigos de la derecha ultraconservadora israelí que tiene el tamaño suficiente para ocupar la silla que en otro tiempo ocupó Golda Meir.
› Por Milagros Belgrano Rawson
La guerra en la Franja de Gaza fue planeada por los israelíes desde hacía meses. Mientras los militares preparaban la ofensiva, un ejército distinto, compuesto por especialistas en diplomacia y relaciones públicas, fue convocado por su gobierno para preparar un discurso convincente ante la opinión pública internacional. El objetivo era claro: asegurarse de que no bien Israel atacara esta delgada lonja de tierra –362 kilómetros cuadrados donde se hacinan un millón y medio de palestinos–, este país fuese visto como la verdadera víctima, incluso si sus bombardeos mataban a cientos de civiles, como efectivamente ocurrió. El mensaje se propagó a todo el mundo por medio de lobbistas sionistas en el extranjero. Hasta el popular sitio Youtube, donde se colgó un video del ejército israelí, colaboró en el operativo de comunicación que complementa la ofensiva militar. El cerebro de esta maquinaria fue la dupla integrada por la ministra de Relaciones Exteriores israelí Tzipi Livni y el titular de Defensa, Ehud Barak. Mientras ellos orquestaban la guerra, la comunidad internacional y, sobre todo Washington y su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, se preparaban para las fiestas de fin de año y dejaban las preocupaciones por la crisis económica mundial y la transición política para otro momento. Quizá para mediados de enero, cuando las comilonas de Navidad se hubiesen convertido en un alegre recuerdo y hubiera que concentrar los recursos en la asunción de Obama como presidente.
Algunos analistas indican que la tregua decretada en junio del 2007 fue rota por los mismos israelíes cuando en noviembre pasado mataron a seis combatientes de Hamas. El timing no podría haber sido mejor: los ataques tuvieron lugar el día de las elecciones presidenciales estadounidenses, notaba esta semana el corresponsal en Jerusalén del diario británico The Observer Chris McGreal. Mientras todo el mundo estaba pendiente de la votación, Hamas devolvía el ataque. E Israel volvía a tirar cohetes, cuando Barack Obama ya sido elegido para convertirse en el primer presidente afroamericano de su país. Luego, durante unas semanas, la calma absoluta. Faltaba esperar Navidad y Año Nuevo, cuando Washington se toma vacaciones. Y ahí vino la andanada de misiles israelíes que desde fines de diciembre se ha cobrado las vidas de más de 500 palestinos. El comité RR.PP. israelí se concentró en atraer la atención de los medios internacionales hacia los 8500 cohetes lanzados desde Gaza hacia Israel durante los últimos ocho años y en los 20 civiles israelíes que los palestinos se han cobrado, afirma McGreal. De esta forma, se buscó disimular el embargo israelí a Gaza, que se traduce en que, básicamente, sus habitantes tengan que mendigar todos los días comida y agua potable, y los 1700 palestinos muertos por los ataques de Israel en los últimos tres años, cuando los colonos fueron forzados a retirarse de esa zona.
Por ahora, Tzipi Livni se niega a decretar un alto el fuego en Gaza: “No haremos acuerdos con los terroristas”, dijo a los diplomáticos europeos que la visitaron hace unos días. Recién el miércoles pasado, luego de que la presión internacional se hiciera más fuerte, accedió a que el ejército interrumpiera durante tres horas la ofensiva para permitir la entrada de ayuda humanitaria y combustible en la zona. Paralelamente, Livni aceptaba reunirse a puertas cerradas con sus consejeros para discutir la tregua propuesta por Egipto y Francia.
Mientras la ONU se paraliza ante el conflicto y Condoleezza Rice se limita a anular su gira a China y a reunirse con el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, las únicas figuras que hasta ahora se han movilizado por negociar una tregua son el presidente francés Nicolas Sarkozy y su homólogo egipcio Hosni Mubarak. ¿Pero por qué Rice debería mostrarse activa en esta guerra que no es la suya, sobre todo cuando, en unos días, deberá dejar su puesto a Hillary Clinton? Bueno, desde hace dos años, cuando Israel invadió el Líbano, tanto ella como Livni han trabajado en forma conjunta en lo que la israelí durante un tiempo denominó “la iniciativa de Israel para la solución de dos Estados”. Con el tiempo, además de colegas, estas dos altas funcionarias se convirtieron en amigas, como la propia secretaria de Estado de Bush contaba en una columna escrita por ella y publicada por la revista Time en el 2007. Para Rice, la ministra israelí era por entonces “una mujer de convicciones, inteligente y pacífica”. Bajo el ala de Condi, en el pasado Livni se expresó con frecuencia a favor del mejoramiento en las condiciones de vida de los palestinos y la creación de un Estado palestino. Mientras Rice posiblemente sueñe con un plácido retiro no bien Obama asuma la presidencia, algo ha desviado a Livni de sus viejos anhelos de paz.
Luego del desastre militar y diplomático que significó para Israel la segunda guerra en el Líbano, en septiembre pasado a Livni se le presentó una oportunidad imperdible: el paso al costado del primer ministro israelí Ehud Olmert –un tipo de pocas luces, envuelto en escándalos de corrupción y demasiado afecto a los relojes caros y la ostentación– la ubicó como la candidata preferida para quedarse con el puesto de primera ministra, si es que en febrero próximo gana las elecciones generales. De modo que con esta ofensiva sobre Gaza, Livni contaba eliminar las amplias dudas que los círculos militares y de ultraderecha habían proyectado sobre ella, cuando se convirtió en la candidata a suceder a Olmert. Su pasado como espía de bajo rango en el Mossad la ha ayudado a llenar su magro currículum político, que recién empezó a los cuarenta y tantos, cuando Livni dejó de ejercer como abogada comercial. Cuando dirigentes del partido de centroderecha Likud declararon que quizá el cargo de primera ministra sea “demasiado grande para ella”, bien podrían haber agregado “demasiado grande para una mujer”, indicaba hace unos días Mira Bar Hillel, corresponsal israelí del diario británico Evening Standard. Pero al mismo tiempo la periodista aseguraba que aunque en Israel muchos se congratulan por pertenecer a un país donde la igualdad de sexos aparentemente existe, “la realidad nunca ha alcanzado al mito”, dice Bar Hillel. Lo dramático es que la ex espía haya decidido acortar la distancia entre realidad y mito tapizando el camino con cadáveres.
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