Las catorce salas que componen la colección permanente del Museo del Traje y Centro de Investigación del Patrimonio Etnológico de Madrid, que desde 2004 funciona en el edificio de estética años ‘70 que fue construido como Museo Español de Arte Contemporáneo, narran la historia de la moda española con recursos innovadores.

Hay proyecciones multimedia y trivia digitalizada referidas a hábitos indumentarios y usos y costumbres que hablan de una búsqueda por democratizar discursos de moda que no contemplan otros museos especializados como el Victoria&Albert Museum de Londres ni el Museo de la Moda de París. También se exhiben vitrinas preciosistas con guantes, abanicos, carteritas “ridículo”, corsés y otros fetiches de la lencería, maniquíes con modas a la usanza francesa como el furor del vestido camisa –confeccionado en algodón ligero– que desde España acompañó al discurso de la Revolución Francesa.

El recorrido hace también foco en los estilos localistas, de ahí que celebre la moda del majismo, una tendencia de segunda mitad del siglo XVIII y cuyo manual de estilo remitió a una falda de color llamada guardiapié, un jubón –chaqueta– con solapas, ajustado al talle y que para la hora de salir a la calle imponía la superposición de una basquiña –falda negra– y una mantilla al tono.

Los trajes regionales tienen su altar con bordados y los fabulosos outfits en negro remixado con borgoña, emblemático del atuendo del hombre Maragato. Se celebran también looks y atavíos de pescadoras, de amas de cría y de pastores.

Del listado de diseñadores españoles que revolucionaron la moda de siglo veinte, tienen sus apartados especiales Mariano Fortuny (1878-1949) y Cristóbal Balenciaga (1895-1972).

Fortuny arribó al diseño de moda desde las creaciones para teatro y luego innovó con trajes túnica con plisados revolucionarios que patentó en 1909 (varias décadas previas al furor del “Pleats Please” que circa 1990 rescató el japonés Issey Miyake) y del cual se exhiben los modelos Delphos y Knossos.

Sus métodos de estampado admitieron el uso de planchas de madera y también estarcidos que emularon brocatos del Renacimiento y fueron los favoritos de Isadora Duncan y de la duquesa de Gramont. De los fetiches de Fortuny se exhiben una chaqueta de hombre ideada para la versión de Otello dirigida por Orson Welles y también su curiosa colección privada de textiles que admite una chilaba marroquí y un chi-fu chino.

Cristóbal Balenciaga abrió su primera casa de costura en San Sebastián durante 1914 y luego de trabajar en Madrid a fines de 1930 se estableció en París. Pero su plataforma de experimentación con la alta costura sucedió en los fifties: por entonces ideó los vestidos negros, los abrigos cuadrados sin cuello ni botones, la manga japonesa, el vestido túnica, el vestido saco y los impermeables transparentes. Con discurso museográfico, se ilustra el modo en que sus trajes para infantas del siglo veinte denotan influencias de cuadros de Goya. Del lado de la modernidad, hay tributos a Paco Rabanne –se pueden apreciar sus célebres vestidos de malla de metal fechados en 1967– y de la moda popular hay un apartado para Mariquita Pérez, la muñeca equivalente a la Marilú argentina y a la Barbie globalizada, con fabulosos trajes de entrecasa y para salir en tamaño petit.

La visita a la colección permanente culmina en un simulacro de pasarela donde se proyectan desfiles de ready to wear ochentero y multicolor de Agatha Ruiz de la Prada, a los últimos nuevos nombres de la pasarela Cibeles. Y hasta el 1º de febrero cobijará un homenaje al estilo de la revista Vogue, denominado Vogue Rocks, con iconografía de las firmas Boucheron, Chanel, Cartier, Van Cleef&Arpels, en los rostros de mujeres tan diversas como Charlotte Rampling, Uma Thurman, Patti Smith, María Félix, fotografiadas de 1920 a la actualidad por Cecil Beaton, Jean Loup Sieff, Irving Penn, Helmut Newton, Terry Richardson y Steven Meisel. ¤

http:/museodeltraje.mcu.es