Viernes, 23 de enero de 2009 | Hoy
PALABRAS MAYORES
Hay juguetes y jugueterías que encandilan sobre todo a padres y madres: objetos de madera o de trapo, artesanales y no industriales pueden remedar la propia infancia olvidando que el destino del juguete son las manos de niños y niñas. Sin embargo hay ventajas en esta elección: además de los materiales, se escapan de esa tradicional y agotadora marca de género que obliga a las nenas al rosa y a los varones a la agresividad.
Por Soledad Ferrari
Si bien desde hace varios años proliferan las tiendas que ofrecen muñecos de trapos, caballitos de madera, instrumentos autóctonos y artefactos de juguete que reciclan papel, en la Argentina este rubro tiene larga data. De hecho, hasta la década del sesenta fue el mayor fabricante de América latina. Trompos, baleros, yoyós, elementos simples –diseñados sin marketing ni grandes pretensiones– han sido objetos de entretenimiento de varias generaciones.
Hoy son fabricados con la clara intención de estimular aspectos cognitivos, madurativos, motrices y emocionales, casi tratando de no dejar área sin cubrir, intentando ofrecer todo lo posible. Incluso hay jugueterías autodenominadas Waldorf, en referencia al sistema pedagógico ideado por el filósofo austriaco Rudolf Steiner. “Este auge responde más a una moda y a un interés de los adultos que no siempre está respondiendo a una necesidad real de los niños. Está relacionado con un anhelo casi melancólico de los padres que ven en ese tipo de juguetes su propia infancia perdida. Son juguetes agradables a la vista de los mayores pero que no siempre serían elegidos prioritariamente por los niños”, opina María Regina Öfele, directora del Instituto de Investigación y Formación en Juego.
Según una investigación que realizó hace algunos años, son más los padres que eligen este tipo de juguetes que los mismos niños. El estudio reveló que no siempre padres y madres tienen en cuenta el deseo de los niños y sus necesidades. No les gusta lo que eligen sus hijos e hijas, lo consideran inadecuado y compran aquellos juguetes que consideran “buenos” y hasta “pedagógicos”, respondiendo más a lo que como padres o madres esperan y necesitan. Desde el boom de los juguetes artesanales, algunos adultos tienen ciertos prejuicios con respecto a los de plástico. En este aspecto, Öfele asegura que “hay juguetes de plástico muy durables y con muchas posibilidades de juego y lo mismo sucede con muchos de los artesanales. Lo importante del juguete es que permita ser usado como tal. El niño después transforma el juguete desde su propio deseo”.
Öfele señala que una de las diferencias notables entre artesanales e industriales es la marcada diferencia de colores para diferenciar al sexo masculino del femenino. Alcanza con observar una góndola en cualquier juguetería no artesanal para notar cómo predomina el color rosa para los productos de niñas y los más oscuros para los varones. Para la especialista, la calidad del juguete sí es fundamental, no sólo desde los materiales que no sean tóxicos sino también en cuanto a que permitan ser manipulados y no se destruyan con el primer uso. “Es feo tener que jugar siempre con autitos que van perdiendo las ruedas o con una muñeca a la que se le sale un brazo”, concluye.
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