LA VENTA EN LOS OJOS
› Por Graciela Zobame
El programa conducido por Gerardo Rozin (América TV) se llama “La pregunta animal”. ¿Habrá entendido Francisco de Narváez que al actuar como invitado en dicho programa de su propio canal sus respuestas tenían que dar cuenta de tal título? Le preguntaron sobre el peronismo. Pero no le hicieron las molestas preguntillas que recorren el país y las universidades del mundo: ¿qué es, cuándo muere, cómo se define hoy, cómo se explica? Le preguntaron cómo había llegado él al peronismo.
Es una pregunta cantada. En tiempos en que los partidos políticos se elastizan y son los candidatos quienes van y vienen de un lado a otro, a veces es necesaria una palabra que dé cuenta de quién es uno, o al menos, quién está siendo uno en esta temporada. Y como la pregunta era cantada, la habrá pensado con antelación y alevosía. De Narváez eligió una metáfora, recurrir a la frase que pudieran entender todos y tal vez que lo salvara del compromiso de señalar un rasgo del peronismo, algo al menos. Dijo así: “El peronismo es como la mujer de uno, la querés explicar y no podés, la tenés que querer, la tenés que querer”.
No seremos capciosas. No preguntaremos ahora quién es a esta altura “la mujer de uno”, quién intenta explicarle a quién lo que es la mujer de uno y quién te obliga hoy por hoy a quererla, quererla.
Lo que llama la atención es la irracionalidad con la que un candidato, un empresario devenido político, ingresa en un partido, define su inclusión, una postura. Con la misma irracionalidad que se le achaca al amor, con la misma ceguera... O tal vez no, porque no es sobre el amor que hablaba De Narváez, sino de la mujer. La irracionalidad la tiene su señora, la señora de uno es inexplicable y como con la cabeza no se puede, hay que admitirla con el corazón. Este político peronista ha elegido buscar la simpatía de sus escuchas recurriendo al clisé de la mujer rara. Digámoslo con todas las letras: la bruja, la loca. ¿No estará un poco fuera de moda el chiste? ¿En cuántos bares de hombres solos tomando ginebra esta frase puede tener aceptación? Bueno, no lo averigüemos por si acaso. Lo cierto es que dicha frase tan previsible en la década del ‘40, cuando el peronismo asomaba y las mujeres no votaban todavía, deja abiertas muchísimas preguntas no menores entre las que figura qué pasa cuando una mujer que no goza del magnánimo cariño del hombre. Que pasa cuando ese hombre ni la entiende ni la quiere. Ya sabemos las consecuencias que ha tenido esta fábula de la mujer como cosa rara.
Pero hay más curiosas preguntas para quienes tengan ganas de incursionar en política, por ejemplo: la mujeres que abracen el peronismo ¿tendrán que tener una relación amorosa con otra mujer para saber explicar sus preferencias políticas? Y los hombres que opten por un partido más “explicable” que el peronismo, ¿deberán salir entre ellos? Sin dudas habrá que armarse de un plan para estar a la altura del siglo XXI. Pero si aún se insiste en apoyarse en definiciones antiguas, recomendable es la de Borges: “El peronismo no es bueno ni malo. Es incorregible”. Y aplíquelo usted al animal político que mejor le parezca. ¤
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