Viernes, 6 de marzo de 2009 | Hoy
PALABRAS MAYORES
Por Liliana Viola
Los súper premios
Pablo Bernasconi
Editorial La brujita de papel
La propuesta es totalmente descabellada, forzada, inverosímil. Tres buenos comienzos para construir un libro infantil. Leer un poco, jugar más, avanzar sobre las páginas a base de curiosidad y de las necesidades que una lógica interna dispone son algunas de las acciones obligatorias que marca este libro finito e infinito, de pocas páginas y de tapas duras, provisto de una importante colección de ilustraciones fragmentadas. Las páginas están todas partidas en tres partes.
Libro y objeto, broma y obra de arte al mismo tiempo, Los súper premios con el candor y la alegría que da el non sense. Los mecanismos de la lectura, entre los que se cuentan avanzar y retroceder, buscar entre líneas, detenerse en un lugar, pasar por alto, se producen aquí no por obra y gracia de la historia ni la necesidad de llegar a alguna conclusión sino por la gracia de un juego. Hay que armar las partes rotas de un rompecabezas muy atípico que se abre en cada página. No hay hilo argumental, no hay relato, no hay protagonistas ni enseñanzas morales. Todo comienza con una excusa que se podría entender a su vez como pequeño manual de instrucciones para lo que tenemos entre manos. Pero éste no es el fuerte, es cierto que con sólo mirar, un buen lector o una buena lectora sabrá enseguida lo que tiene que hacer.
Ocurre que cada año se lleva a cabo una competencia para elegir a la mejor pareja de Héroe y Villano. Pero esta vez, a causa de la intervención de un científico loco que pretendía teletransportarlos casi a pulmón, los villanos y los héroes que participan en el concurso llegaron a tiempo, sí, pero fraccionados en tres partes. Han conservado su cabeza y por eso también el nombre de cada uno. Abajo quedan dispersos el torso y las piernitas, cada parte con alguna acotación que da cuenta de sus poderes especiales. Hay que recomponerlos, decidir quiénes resultan ganadores o simplemente hay que entretenerse horas armando combinaciones más o menos delirantes. De un lado los buenos, del otro los malos. De un lado el color celeste identifica a unos y el rosa a los otros. Sutil acierto: como pocas veces esta dupla de colores no se usa para dividir a hombres y mujeres. Se le podrá objetar a su autor que en esta época de villanos y villanas en todas las series y tanta tradición de malditas y beatas, no haya incluido personajes femeninos. Es cierto que los estrafalarios nombres, vestuarios y habilidades poco tienen que ver con una división estricta en dos géneros, pero también es cierto que salvo la llamada Malévola Mente (villana, obvio), el resto tiene una connotación más masculina que otra cosa.
Entre los personajes aparecerán parte a parte Vladimir Apesta, Singer Man, Pulpini, Doctor Antípoda y, entre otros, Narciso el bello, cuyo reflejo en un espejo común deprime sin remedio a sus adversarios. Alguno está dotado de una descomunal turbina que le permite volar entre galaxias a la velocidad de la luz, aunque para distancias cortas usa rueditas; hay otro que puede cambiarse hasta nueve veces de ropa interior por jornada y uno que se transforma en barco, calesita o martillo según la necesidad. Todos están aquí vestidos por un diseñador y dibujante tan delirante como el científico del comienzo que ha construido un libro para nada, de esos que cuesta dejar para irse a dormir o a crecer.
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