Viernes, 24 de abril de 2009 | Hoy
PALABRAS MAYORES
Olivia, la encantadora protagonista de los libros infantiles de Ian Falconer, estrenó la semana pasada programa propio y en el trayecto de la página no se pierde ni un gramo.
Por Liliana Falcone
Es una cerda. De eso no hay dudas. La más glamorosa, lúcida y ética que se pueda hallar hoy entre las porcinas conocidas y por imaginar, ésa es Olivia. Uno de los rasgos que hacen tan interesante a esta niña cerda, además de los trazos de estilo y síntesis de su creador Ian Falconer, es que no deja jamás de ser lo que es, ni de pertenecer a su familia de rechonchos con sus hábitos domésticos y hasta con sus prejuicios. Todos queribles, fáciles de comprender y placentero de aceptar. Los dilemas y las salidas del personaje parecen nacidos de una cruza perfecta entre el non sense inglés, la ingenua elegancia de los conejos de Beatrix Potter depurados al máximo por un sentido estricto del diseño, donde lo minimal es ley. Quienes hayan venido admirando cómo Falconer consiguió construir una saga que se renueva cada año con un libro tan anunciado y esperado como los de Harry Potter, usando escueto texto, pocos trazos y casi sólo dos colores, el rojo que Olivia adora y los grises que predominan, se alegrarán al enterarse de que el lunes 13 Olivia inaugura programa propio en el cable. Media hora de la chanchita auténtica donde si algo habrá que extrañar es la recurrencia a los tonos grises, ya que en el formato televisivo se ha tenido que acceder a la imposición cromática. Pero es lo único para extrañar. Nada más parece haberse perdido de las sutilezas y escenas poéticas de Olivia y su familia en la traducción de un lenguaje a otro.
Quienes no sepan de quién estamos hablando pueden poner a niños y niñas frente a la pantalla y alimentar la ilusión de que luego será más sencillo introducir a estos espectadores en la fiebre de la lectura. Porque Olivia genera necesidad. El libro, para quienes la conozcan vía rayos catódicos, funcionará como un modo de verla personalmente, al menos así lo anuncian los embaucadores de padres preocupados.
Olivia, como otros personajes nacidos para un niño y no para niños, tiene la frescura de lo que se hace sin fines de lucro, ni de imprenta. Su autor, Ian Falconer, la ideó para su sobrina como regalo para unas navidades. Fue mucho después que la entregó a las fauces del mercado editorial, para bien de todos. Desde entonces se ha convertido en best seller en Estados Unidos, mientras que por estos lares va teniendo cada vez más fanáticos, adultos e hijos por igual. La serie está firmada por el mismo autor, quien ya ha trabajado como diseñador de escenografías y de vestuarios teatrales, de teatro lírico, y en este caso se ha propuesto ser fiel a sí mismo y a su criatura. Los episodios exploran los detalles más olvidados de la vida cotidiana de los niños, sobre todo la relación entre hermanos y la visión que en aquellos lejanos años tenemos de los adultos. Olivia, por ejemplo, descubre que su hermano menor algún día será más alto que ella. Herida existencial que intenta reparar con métodos para mantenerlo pequeño a toda costa. La crueldad infantil y la crueldad adulta se sientan a mirar la misma serie y, gracias a este espectáculo en clave de chanchitos, padres e hijos se ríen de las mismas cosas y sienten cosas parecidas.
Desde el lunes 13 de abril, Playhouse Disney Channel presenta Olivia, serie animada para niños en edad preescolar.
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