En la Argentina todos los años se internan alrededor de 70 mil mujeres por consecuencias de abortos clandestinos. El Programa de Mejoramiento de Atención Post Aborto indica que las pacientes deben ser tratadas dignamente, no denunciadas, y que siempre deben ser orientadas en anticoncepción antes de irse del hospital. Sin embargo, muchas veces los médicos siguen sin tratar bien a las pacientes que llegan con hemorragias o infecciones. Las recomendaciones para saber qué hacer después de una interrupción del embarazo y cómo lograr que se respeten los derechos.
› Por Luciana Peker
Carina llegó al Hospital Centenario de Rosario con muchos dolores. La revisaron y la mandaron a su casa con una receta de Ibuprofeno 600. Al otro día los dolores le seguían y la hemorragia era imparable. Su mamá la llevó a otro centro de salud en remís. Cuando los médicos la vieron en el Hospital Provincial de Rosario ya no pudieron hacer nada, era demasiado tarde y la infección estaba demasiado extendida. Carina murió. Murió de una muerte evitable. Carina murió por realizarse un aborto que en situaciones normales (no en la ilegalidad) no tiene prácticamente riesgos. Carina no sólo murió por la clandestinidad en la que las mujeres abortan. También murió por los prejuicios y los maltratos que desalientan a las mujeres a ir al médico después de practicarse un aborto.
“La pérdida de un embarazo (aborto) sin la atención adecuada puede producirte graves complicaciones. Ante la interrupción de un embarazo concurrí al hospital o centro de salud más cercano. No tengas miedo”, invita un folleto del Programa de Mejoramiento de Atención Post Aborto del Ministerio de Salud de la Nación, pero que no siempre se lleva a la realidad. Y que no siempre se cumpla cuesta vidas.
A Carina la receta de ibuprofeno le quitó la posibilidad de parar su infección y seguir criando a Matías de 16 años, Flavio de 11 y Emilse de 7. Carina tenía 30 años y 3 hijos. Trabajaba como niñera. Murió a causa de una muerte evitable. Y porque todavía no sólo el aborto es clandestino e inseguro, sino que tampoco la atención de las mujeres después de un aborto –que no plantea conflictos éticos ni legales– tiene la prioridad que la vida de las mujeres debería tener.
Carina murió en febrero del 2008. En el 2007 fallecieron 74 mujeres sólo como consecuencia de abortos clandestinos, según las cifras oficiales. “Estamos en una etapa de sensibilización con los médicos para que tengan conciencia de lo que pasan las mujeres cuando sufren un aborto y que las atiendan bien. Los profesionales tienen que ver el riesgo de que las mujeres se mueren si no van al hospital por miedo al reproche”, subraya la ginecóloga Ana Ferraroti, coordinadora del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable.
El ginecólogo y obstetra del Hospital Alvarez Daniel Lipchak es el director del Programa de Mejoramiento de Atención Post Aborto y acentúa: “Estamos promoviendo un trato humanizado y la aspiración manual endouterina (AMEU) porque tiene menos riesgos que un raspado con una cureta de metal”. “Hay que respaldar más el programa”, expresa Ferraroti.
Un dato clave para mostrar el atraso nacional es que Uruguay y Chile (con indicadores de salud y desarrollo humano en promedio peores que los argentinos) tienen una mortalidad materna mucho más baja que la local. Por eso, Ferraroti mira con atención el programa uruguayo de consejerías para las mujeres. “En el 2001 en Uruguay tenían 302 muertes maternas y en el 2007 sólo 2 con programas de atención pre y post aborto”, compara la funcionaria los resultados apenas al otro lado del Río de la Plata.
–En la Argentina en este momento el 24% de la mortalidad materna es a raíz del aborto. No es más la primera causa de mortalidad materna. En el 2007 se murieron 74 mujeres por abortos de las 336 que fallecieron en total por causas relacionadas con el embarazo, el parto o el puerperio. Igual, es un número altísimo y se puede disminuir –dice Ferraroti.
–Sí, hay conciencia política, pero es un largo camino que hay que recorrer. Tenemos que aprender de Uruguay y de Chile, que han bajado la mortalidad materna en el día a día. Este es un trabajo de hormiga para que las cosas mejoren.
–La provisión de anticonceptivos está mejorando. Acabamos de recibir la primera parte de una licitación y tenemos anticonceptivos orales y de lactancia en el depósito. Estos días se dijo que en Corrientes no había anticonceptivos, ya mandamos la orden para que retiren los insumos y todavía no los han retirado. Es cierto que este año hubo todavía falta de insumos, pero nos estamos recuperando.
“Vamos a capacitar a las mujeres y a generar promotoras como para que ellas se hagan carne de esto y sepan que tienen derecho y que no tienen que ser denunciadas si van a un hospital después de abortar. También vamos a trabajar con una red de defensorías y organizaciones no gubernamentales para que nos avisen si se vulneran sus derechos en la atención post aborto o si se niegan a colocarles DIU o a ligarles las trompas. Queremos empoderar a las mujeres”, asegura Ferraroti.
Lipchak delinea las indicaciones del Programa que por ahora se instauró en algunos hospitales del país, pero que aspira a instalarse en todos los centros de salud: “No discriminamos entre aborto espontáneo o provocado; cualquiera de las dos situaciones es traumática para la mujer. Ya no se hace más la denuncia policial para que las mujeres puedan acudir tranquilas al hospital. Además, estamos promoviendo una atención integral no solamente para resolver la pérdida de sangre o la infección y mandarla a casa; para nosotros es central la consejería en salud reproductiva y entregarle un método anticonceptivo antes del alta para que no vuelvan a tener un embarazo no buscado”. “Las mujeres tienen derecho a ser tratadas como corresponde, hay que examinarlas en un lugar resguardado de miradas externas y si la mujer no quiere que se le cuente a nadie lo que está pasando, ni siquiera a un familiar, no se lo contamos. El tema es ponerse en el lugar del otro”, dice Lipchak.
Gabriela Luchetti está al frente del Servicio de Ginecología en el Hospital Provincial de Neuquén “Eduardo Castro Rendon” y una de sus prioridades es atender a todas las mujeres en forma integral, apropiada y oportuna. “Comenzamos a implementar la vacuoextracción, que es el método validado para cumplir con la atención adecuada desde lo técnico porque permite un alta precoz y da tiempo para la consejería post aborto. Ahora el 98% de las mujeres se van de nuestro servicio con su método anticonceptivo. Otra cosa muy importante es que mejoró el trato y no tuvimos más denuncias (porque antes cuando alguna paciente en esta situación corría peligro de muerte o daños graves se la denunciaba para deslindar responsabilidades). También notamos que con el uso del misoprostol han disminuido enormemente las internaciones y las complicaciones por mujeres en situación de aborto.”
Gabriela trabaja hace 25 años entre sábanas mentirosamente blancas marcadas por la verdad latente de las mujeres y remarca: “Se podrían evitar muchas complicaciones si no fuéramos tan hipócritas” y cuenta las vidas que ve acostarse en las camillas hospitalarias que reciben los abortos sin dirección ni camas. “Recuerdo una mujer que había dejado sus tres hijos chiquitos en un ropero, porque en el barrio los podían lastimar y por eso estaba desesperada por el alta. Uno se piensa que la vida de ellas es igual a la nuestra, que tenemos auto, teléfono, apoyo familiar, pero ellas suelen estar muy solas, desvalidas y con miedo. Imaginate si encima las denuncian.”
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