Viernes, 24 de julio de 2009 | Hoy
Liliana Daunes fue una de las pocas locutoras en desafiar a la dictadura, se convirtió en una voz emblemática de los derechos humanos y del feminismo y, por mucho tiempo, estuvo silenciada de las radios grandes. Ahora conduce Juana Pimienta en Radio Nacional, y mantiene otros espacios desde donde habla de lo que no se habla en otros medios y construye una sonoridad única en donde la radio es una fiesta que ella sabe conducir con cuentos, música, denuncias y palabras.
Por Luciana Peker
Su pelo es rojo, pero no como encendido. Es –sin matices– encendido. Igual que ella. Que con su sola voz y su manejo de la radio (de la música, las ilaciones, los tonos, los temas y los rompecabezas sonoros) hace encender a una audiencia que, ahora, se multiplica como su eco poderoso y suave. Como ella. Una mujer encendida. Su voz es fuerte, es clara, es clave. Es la conductora histórica de las marchas de derechos humanos, incluso la voz de Página/12 y la pionera en decir, repetir y promover la palabra –y las ideas– del feminismo en los medios de comunicación.
Liliana Daunes empezó a hacer radio hace 41 años, en General Pico, La Pampa. Ese programa se llamaba Prohibido para mayores y ella fue, simbólica y valientemente, una de las pocas comunicadoras –junto a Eduardo Aliverti– en desafiar las prohibiciones de la dictadura militar y, por ejemplo, animarse (en 1981) a citar la Constitución Nacional. Porque Lili fue –y sigue siendo– una mujer que prefiere callar a no decir lo que piensa. Y en eso su encendido –plagado de aprendizajes– mantiene una coherencia difícil de encontrar. A pesar que ahora su trabajo y su trayectoria encuentren más reconocimientos. Por ejemplo, el premio ETER 2008 a la conducción femenina.
Y la posibilidad de llevar adelante, en el 2009, Juana pimienta, en Radio Nacional (AM 870), de lunes a viernes, de 22 a 23, que es un programa que permite que sus idas y vueltas y sus costuras de cuentos, denuncias y fiestas lleguen a todo el país y su voz (que sabe dar tantas volteretas entre enojos sociales, defensa de derecho de las mujeres, música para bailar hasta que la vida vibre y relatos desconocidos o históricos) se escuche más lejos y más fuerte. La cortina musical está versionada especialmente por el grupo Alegrías de a peso, y colaboran con el programa Claudia Korol (con temas feministas, sociales y políticos), Diana Tarnofky (narradora oral) y Daniel Heffes (médico, pero especialmente, buscador de perlitas musicales que desafían los oídos acostumbrados a escuchar siempre lo mismo). También en la producción la respaldan Marina Getino, Leonardo Acevedo y Rodrigo Lamardo.
Además, Liliana mantiene el espacio conquistado de La Rosa brindada, en la Radio de la Ciudad (AM 1110) los sábados, de 20 a 22, y comparte –en un equipo ya clásico– Marca de radio los sábados a la mañana (de 10 a 13) junto a otros columnistas (como Pedro Brieger y Adriana Meyer) en La Red. Tampoco se olvida de un micrófono en donde se refugió cuando las radios altisonantes la olvidaron a ella. Por eso, en FM La Tribu (88.7) conduce Espejos todavía, los martes, de 17 a 18.
Liliana es una de las periodistas más comprometidas (y pioneras en hablar de temas de los y las que nadie hablaba), como la despenalización del aborto, los femicidios, la persecución a los y las luchadoras sociales, la trata de mujeres o la represión a las travestis. Sin embargo, su voz sabe transitar por los barriletes que eluden el silencio (salvo cuando el silencio habla) y dicen eso que muchos y muchas callan, pero que también puede remontar los dolores y duelos con la alegría para que las peleas sean optimistas y la vida –y la voz– una fiesta. Sí, una fiesta. Una palabra que, en ella, la locutora encendida a la que le gusta llamarse como una laburante de la comunicación, es un lema de cabecera. “Si no puedo bailar, no quiero tu revolución”, cita Liliana la frase de Emma Goldman que es, para ella, una consigna. Seguir hablando, pidiendo y empujando desde su garganta la idea de que todo cambie y también de que el cambio sea festivo.
–¿Qué implica trabajar en Radio Nacional y lograr que tu voz llegue más lejos?
–Es un compromiso grande. Me he dado cuenta de que pregunto “¿Cómo estará la luna en el sur?” y te llama alguien de Bariloche y te sorprende con la descripción y con saber que te están escuchando. Es fuerte. Pero yo sigo haciendo el programa con el mismo interés que siempre. Para mí es una etapa de búsqueda de distintos lenguajes para relatar los temas y de gran alegría por saber que estoy comunicada con más gente. La verdad: estoy contenta.
–¿Cómo es tu forma de hacer radio?
–Para mí tienen mucha importancia la música, los sonidos, las palabras, la investigación, las notas. Y como tengo ya un largo camino recorrido siento que estoy en armonía y no me juega en contra la ansiedad.
–No sólo estás en Nacional, tenés, por primera vez, una pluralidad de espacios radiales. ¿Cómo te repartís?
–A pesar de tener distintos espacios siempre te queda algo en el tintero, siempre queda algo por decir, es terrible (risas). Creo que hay tanto para compartir porque hay muchas cosas que no están en los grandes medios y que me van llegando porque hay voces de un mismo camino, de resistencias y búsquedas, que informan todo el tiempo.
–¿Te sentís muy alejada de los mensajes de los medios de comunicación masivos?
–Sí. A veces hay temas inevitables, coyunturales, pero de los que se puede hablar desde otro lugar, como el tema de la gripe porcina. Por ejemplo, en los primeros días de la información de la enfermedad se escuchaban voces de desprecio al pueblo mexicano y, en el programa, se dan convergencias que no son planificadas pero que son significativas. A los tres días de la idea de discriminación a México tenía una invitada mexicana y fue maravilloso poder invitarla y poder decir al aire que esta puesta en primer plano en todos los medios de la enfermedad para atemorizarnos forma parte de tocarnos una puntita del miedo.
–¿Creés que hay una estrategia del miedo?
–Sí, hay una estrategia del miedo: del no abrazo y de no acercarte al otro o la otra.
–¿Qué opinás del poder actual de la televisión?
–Yo no veo mucha televisión. Pero me doy cuenta cómo machacan y machacan con los temas hasta instalarlos en la conciencia de la gente. Yo salgo de la radio a las once de la noche con mucha pila y voy caminando. Y estoy viendo muchas personas viviendo en la calle, por ejemplo en Lavalle y 9 de Julio. Pero cuando me subo a un taxi escucho en los tacheros esos latiguillos que son parte de un pensamiento inducido y no de la realidad.
–La idea de que el principal problema es la inseguridad y no la pobreza...
–Claro. Son lecturas de la realidad que, desde mi punto de vista, son infundadas. Por ejemplo, no se habla de la violencia femicida. Es cierto que las deficiencias del sistema también provocan muertes de hombres, ancianos, niños, travestis, pero hay violencias en las que confluyen capitalismo y patriarcado, agravando la feminización de la pobreza. Es una violencia acumulada, tantas veces callada y no reconocida, que lleva a la muerte a las mujeres y es violencia femicida. Es una violencia que muchas veces no se ve, o no se quiere ver, y permanece naturalizada, flotando en el ambiente. La feminización de la pobreza está en la base de muchas muertes evitables de mujeres, pero no se la reconoce como parte de la desigualdad social y política que se ejerce hacia nosotras.
–¿Por qué creés que se habla tanto de pandemias y robos y tan poco de las muertes causadas por abortos clandestinos?
–Las deficiencias en el sistema de salud, de justicia, de educación son formas que, acumuladas, ocasionan la muerte de muchas mujeres. Sin embargo, no se consideran como un problema social, sino como un problema individual. La indiferencia de legisladores y legisladoras nacionales y provinciales ante el reclamo del movimiento de mujeres y de amplias franjas de la sociedad, por la legalización del aborto, se ha cobrado muchas vidas. El derecho a la vida y la salud de las mujeres debe ser garantizado por el Estado, por lo que exigimos el urgente tratamiento del proyecto presentado por la “Campaña Nacional por el derecho al aborto”, que tiene estado parlamentario, reafirmando lo tantas veces exigido: Educación sexual para decidir - Anticonceptivos para no abortar - Aborto legal para no morir.
–Vos fuiste pionera en hablar del aborto. ¿Creés que cambió la percepción social sobre la posibilidad de la despenalización?
–Es claro que una mujer recurre al aborto cuando no pudo prevenir el embarazo. Pese a estar penalizada, la práctica de la interrupción de un embarazo no planificado es un mecanismo que lleva décadas y no es ninguna novedad en la sociedad argentina. Pero quienes mueren por abortos mal practicados casi siempre son las mujeres pobres, que no cuentan con los recursos económicos y la información necesaria como para poder exponer lo menos posible su cuerpo. Las muertes de mujeres pobres, por abortos mal practicados, y por la ineficacia del sistema de salud, son moneda corriente en la Argentina. Es cierto que estas vidas truncadas, estas vidas jóvenes mutiladas, sacuden la conciencia social del país porque la siembra realizada por el feminismo comienza a tocar a franjas cada vez más amplias de la conciencia colectiva. Pero no se trata de continuar con las explicaciones. Es hora de que el Congreso Nacional y que el Poder Ejecutivo asuman el clamor de miles de mujeres, que demandan por ellas y por las que fueron víctimas del femicidio provocado por la pobreza. Es necesario que se apruebe con urgencia la legalización del aborto. No se trata de un debate más. Se trata de muchas vidas.
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