Viernes, 11 de septiembre de 2009 | Hoy
MúSICA
Desde la improvisación, las artistas Maia Mónica y Mariana Pereiro abren la exploración sonora con El Diablo en la Boca, grupo que fundaron en 2006 e integran junto a dos percusionistas.
Por Guadalupe Treibel
Sin animosidad de slogan, “animarse a más” bien podría ser la sentencia de El Diablo en la Boca, la (autodenominada) familia de improvisadores sin regla (o casi sin regla) que hacen de la composición espontánea una bandera, capaz de redefinir el aquí y ahora para concretar un instante (o minuto) creativo, sin redes.
Así, para el colectivo de cuatro (con Maia Mónaco y Mariana Pereiro en la creación de voces y Alejandro Oliva y Gabriel Spiller en percusión y dirección de señas) repetirse no es parte del guión. “Es un abordaje no convencional. Uno se imagina al cantante con micrófono haciendo género y nosotros exploramos la improvisación como lenguaje que se nos manifiesta en el cuerpo”, explica Pereiro. “Incluso desde la quietud”, aporta Mónaco y agrega: “La música te pasó por el cuerpo así vos estés completamente estática”.
A capella, la idea de abrir el espacio es central para el grupo. Para hacerlo, la interacción con el público –susurro al oído mediante–, entradas y salidas, la voz cruda y el texto como herramienta musical están a la orden del día. Con todo, desde 2006, las cuatro patas de El Diablo en la Boca han hecho base en la espontaneidad y el inconsciente colectivo ha tomado conciencia: “Están todos los ingredientes convencionales; hay un pedido del percusionista de tal base rítmica, la cantante encara un texto, la otra arma una melodía. La diferencia es que todo ocurre en ese momento”, explica Mónaco.
¿La ironía? Cuanto más entrenados y a tempo, la gente menos cree que se trata de una improvisación. Pero lo es. Sólo guía un mapa del concierto (quién comienza, cuándo va un dúo, trío, etc.) y un conjunto de señas para dirigir la “anarquía”. “No se trata de algo atonal y arrítmico, como la improvisación de música contemporánea. Muchas veces, se entiende la interpretación libre como algo lleno de ruido. No es lo que hacemos. La ruptura es una parte, pero no estamos desarmando constantemente”, asegura Maia, fundadora –junto a Pereiro– del proyecto. Sobre los primeros tiempos, recuerdan más momentos de intersección para el ensamble. “Ponerte en escena siempre es un riesgo”, recuerda la artista.
Como yapa, cada presentación tiene el agregado de un invitado que, sin training previo, se acopla a la lógica instantánea. Entre otros nombres, los de Marcelo Katz, Marcelo Moguilevsky, Santiago Vázquez o Chango Spasiuk suenan fuerte y aportan dosis de género, donde no lo hay. “Son planetas, universos sonoros diferentes, que viven en este punto de contacto”, define Mónaco.
Aun así, El Diablo... no trata estilísticamente. En palabras de Pereiro: “Se usa un género como color y se cruza para aprovechar lo ecléctico. Todos somos muy distintos; somos gente muy movediza”. Y las hormigas los han llevado por todos lados. Spiller y Oliva, por ejemplo, colaboran con La Bomba del Tiempo, grupo en franca escalada en los últimos tiempos. Mariana –además de actriz y docente– ha transitado el barroco europeo, entre otras cuestiones. Maia, por su parte, compuso música para teatro y da talleres de meditación sonora. Por mencionar algunas (pocas) experiencias paralelas del cuarteto.
Con planes de grabar un DVD (tarea complicada si la hay, considerando que se trata de fijar lo performático espontáneo), El Diablo en la Boca no aminora el paso. Ahora, durante tres fechas, unirá la improvisación visual a la sonora. Para seguir estimulando el aspecto lúdico de la cuestión. Que por ahí va el asunto.
El Diablo en la Boca presenta Visiones, composición espontánea de música+imagen, los sábados 12, 19 y 26 de septiembre, a las 23, en el Excéntrico de la 18, Lerma 420.
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