Viernes, 11 de septiembre de 2009 | Hoy
CONTRAVALORES
Por Aurora Venturini
La novia saltó de alegría cuando el novio, él mismo con su propia pluma, marcó en el almanaque la fecha de su casamiento. Debo aclarar que esta novia se sentía agradecida, agraciada por la actitud deferente del novio. Es que éste se había doctorado recientemente.
En realidad ambos marginaban en la clase media, sólo que él emancipábase sobre un título universitario, no, más que eso, un doctorado.
Hubo un gran alboroto en el seno de las dos familias. Sueño cumplido. La de ella por ganar brillos emparentándose con la de él. La de él, deshaciéndose en comentarios no muy positivos, dado que esperaban algo más que una chica de barrio para el graduado. La novia pondría de manifiesto la aceptación familiera haciendo saber que sus padres le regalarían el traje blanco, la joya con un pequeño diamante y la fiesta en una confitería paqueta. Resumiendo, resultará sencillo deducir que la familia del novio contribuyó sólo poniendo al mismo en escena. La novia, en conciliábulo con su futura familia, decidió evitar la invitación a sus padres por considerarlos muy ordinarios. Sin saberlo, o no obstante, los cuitados esperaban vestidos de gala que vinieran a buscarlos a última hora. Las copas, la alegría siempre relajan las proscripciones. Perdidas ya las esperanzas, se acostaron. La madre, antes de entrar al sueño reparador, le dijo a su marido: “Qué linda estaba la nena”.
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