chica chica
Tienen disco, video, tema de promoción y hasta club de fans. Todo lo que distingue a una banda musical. Pero en realidad son una fórmula: dos adolescentes rusas en estado de ebullición + juegos lésbicos + productor perverso =T.A.T.U., el grupo pop más polémico y exitoso.
Por Mariana Enriquez
La maquinaria de la industria musical ya no sabe cómo abastecer la voracidad de las adolescentes, sus consumidoras favoritas, y está llegando a su límite, exhausta. Sin embargo, siempre aparece un nuevo Dr. Frankenstein con alguna idea nueva entre ingeniosa y pavorosa. Y allí está T.A.T.U para demostrarlo. Quienes hayan estado atentos las habrán visto en MTV. Los desatentos también, probablemente: el video de “All the Things She Said” está en rotación constante, en los primeros puestos de diversos rankings. No es para menos. Se trata de un magistral ejercicio publicitario donde dos adolescentes vestidas de colegialas se besan bajo la lluvia, detrás de un alambrado, observadas por espectadores impasibles. Tan tramposo es el video que, la primera vez, el espectador realmente las ve besándose apasionadamente, pero en las sucesivas repeticiones revelan que las chicas sí, se besan, pero con cierto recato, apenas apoyando los labios de una sobre otra, y que en realidad se la pasan rozándose las mejillas, tomadas de la mano y muy húmedas (por el diluvio que les cae encima). La canción, un euro-pop extremadamente pegadizo, cuenta con el canto de las chicas que tienen voces de personaje de animé japonés, chillonas, entre insoportables e irresistibles. El astuto video aparece dirigido por un tal Iván Shapovalov: es el manager, un psicoanalista ruso con características de satánico Dr. No. Las chicas son moscovitas, y T.A.T.U es un juego de palabras ruso que significa “chica gusta de chica” o algo por el estilo.
La historia comienza en noviembre del 2001, cuando MTV Rusia se atrevió a poner en el aire otro video muy similar, de la canción “I’ve lost my Mind” donde las jovencitas también se besaban y hablaban de amor. Un segundo video (y su correspondiente single) batió todos los records rusos y dejó atrás de T.A.T.U a nombres como Jennifer Lopez, Backstreet Boys y Eminem. No tuvo que pasar mucho tiempo hasta que Universal EE.UU. decidió ficharlas. A esa altura, no había grupo en Europa del Este que pudiera superar en popularidad a T.A.T.U.
La estrategia de marketing diseñada por Shapovalov es tan fascinante y aterradora como lo sería presenciar el momento en que el rayo da vida al monstruo en el laboratorio de Frankenstein. Por Internet circula el supuesto contrato que las chicas (Lena Katina, pelirroja, nacida en 1984 y Yulia Volkova, morocha, nacida en 1985) firmaron con Mr. Shapovalov. Dice: “Admitimos que, siendo menores de edad, hemos sido persuadidas de formar una banda femenina llamada T.A.T.U. Hasta donde sabemos, nuestro productor el señor Shapovalov no tenía nada que ver con la industria de la música antes de formar la banda. Solía producir comerciales para TV y trabajaba en todo tipo de actividades publicitarias. Nosotras cantábamos juntas en una banda infantil llamada Neposedi de la que yo, Yulia Volkova, fui expulsada por mal comportamiento. Volvimos a encontrarnos en la audición de los estudios MOSFILM donde Iván Shapovalov buscaba chicas para su nueva banda. Nos eligió y nos pusimos contentas porque prometió hacernos grandes estrellas. Firmamos contratos en los que se nos prohíbe hablar. Podíamos hacer sólo lo que él nos decía. Por ejemplo, para el video de ‘I’ve Lost My Mind’, yo, Lena Katina, tuve que perder diez kilos y yo, Yulia Volkova, tuve que cortarme el pelo y teñirlo de negro. Y para el siguiente video Shapovalov nos hizo depilarnos las cejas. Sin embargo debemos admitir que firmamos el contrato por propia voluntad. Siempre quisimos cantar juntas y nuestro sueño se hizo realidad. Durante el año pasado nos unimos mucho, y ahora sentimos que entre nosotras hay algo más que una amistad”.
Tanta ingenuidad y sumisión mezclada con tontería y ambigüedad puede ser cualquier cosa, menos real. El secreto de T.A.T.U es que borra cualquier espontaneidad y se admite como un producto de laboratorio, que se vendebajo el rótulo de adolescentes lesbianas rusas de voz aflautada y estribillos edulcorados. Aquí no hay pretensiones de autenticidad ni legitimidad. Musicalmente recuerdan tanto a Kylie Minogue como a Shampoo, el disco 200 km an Hour On the Wrong Lane (200 Km por hora a contramano), el primero para Occidente con letras en inglés que acaba de editarse, fue producido por el talentoso Trevor Horn (Frankie Goes to Hollywood) y allí ofrecen un cover azucarado de “How soon is now” de The Smiths, para que el guiño gay sea decididamente obvio. Está bien hecho. Las letras son convencionales y pueden referirse tanto al amor lésbico como a angustia u amor teen en general (“Todo lo que ella dijo/ está en mi cabeza/ Estoy en problemas, me siento perdida/ Si pido ayuda es porque estar a tu lado me abrió los ojos/ Cuando los cierro no puedo hacer desaparecer tu imagen/ Sueño con un lugar donde estemos solas y podamos ser libres/ Estoy confundida, me siento arrinconada y nerviosa/ Dicen que es mi culpa pero la deseo tanto/ Quiero llevarla donde el sol y la lluvia limpien mi vergüenza/ Cuando nos miran no me importa/ porque siento por ella lo que ella siente por mí”). Pero la música es lo menos importante: T.A.T.U es un invento raro por donde se lo mire, y la música es una excusa para verlo en acción.
Además, el dúo tiene aditamentos escandalosos que aseguran voces airadas, o perplejas. No sólo hace correr un frío por la espalda la idea de un psicólogo/publicista como titiritero de dos adolescentes mudas a las que hace afeitar y adelgazar cuando lo desea, sino que explotar con tanta ligereza el tema lésbico es casi una ofensa para la inmensa cantidad de artistas lesbianas que se acercan al tema desde la política de género, con conciencia, militancia y sinceridad. El crítico Ben Rayner escribía: “No soy ningún puritano, y no me perturba en lo más mínimo la sexualidad que se exhibe en los videos con intenciones publicitarias: eso siempre tuvo un rol importante en el marketing musical. Y si las jóvenes T.A.T.U son realmente adolescentes lesbianas, su deseo de hacer pública su homosexualidad puede ser una fuente de inspiración para otras muchas jóvenes lesbianas. Pero si son un caramelo visual para hombres que sueñan con un mundo donde las mujeres siempre están en ropa interior y se ríen revolcadas sobre el piso, entonces el mercado del pop ha tocado un nuevo fondo. Como sea, lo cierto es que T.A.T.U es el sueño dorado de cualquier ejecutivo de discográfica”.
Para completar el paquete, el misterioso Shapovalov le dijo a la revista Blender este año que su mayor ambición era formar un grupo pop que expusiera y explotara el tema del “sexo en menores de edad”. La referencia seguramente apela a Nabokov, y las chicas están lejos de ser nínfulas, pero Shapovalov no puede ignorar las connotaciones de esa declaración ni que, al menos en el terreno del mito, Rusia es una de las mecas de la pornografía adolescente. Sabe que decir eso sólo puede convulsionar al mercado de EE.UU., el más grande, el más puritano, el que siempre se toma las cosas en serio, el más ansioso de escándalo. Sin una pizca de inocencia, la usina de rumores de T.A.T.U ofrece datos sin posibilidad de chequear veracidad casi a diario. La verdadera naturaleza de la relación de las chicas se desconoce. A esta altura, ellas han roto apenas el supuesto pacto de silencio y hablan, muy de vez en cuando, del amor que las une. ¿Pero cómo es posible creerles con el andamiaje publicitario que las precede? Las versiones sobre la vida privada de las jóvenes son tan numerosas como contradictorias y satisfacen a todos los públicos. Las más firmes sostienen que a) van a casarse en Holanda, y la ceremonia será acuática (en una pileta de natación); b) les gustan los chicos; c) les gustan los hombres cincuentones; d) están saliendo con dos integrantes del grupo pop ruso Smash!, Vlad y Sergei, de 16 años. También se dice que Elton John quiere adoptarlas, porque hace tiempo que siente el deseo de tener hijas, y que les mandó cartas de solicitud a las familias de laschicas ofreciendo cien millones de dólares por cabeza. La letanía sigue. El diario Pravda pudo entrevistar a Shapovalov y obtener algunos datos biográficos. Graduado en psicología en 1988, se especializó en publicidad, e incursionó en política. La idea del grupo se le ocurrió durante la enésima crisis económica rusa de 1998. Poco más se pudo averiguar. Shapovalov confesó que las chicas eran sus amantes (las dos), pero lo hizo entre risas que hacían las veces de desmentida. Resignado, Pravda concluyó: “En el duro negocio del entretenimiento, todos pelean por atención con las armas que pueden. Obviamente, T.A.T.U pelea con el escándalo y la información restringida, no con el talento o las canciones. Shapovalov mantiene todo bajo control”.
Si se lo piensa bien, la llegada de T.A.T.U es un paso lógico. El filón Britney Spears/Christina Aguilera está agotado, y ahora es el turno de la fantasía sáfica de dos lolitas de Moscú cantando sobre angustia existencial y cuánto se gustan en un cuasi chillido acompañado por potentes beats bailables. ¿Puede desvanecerse en el aire como una pompa de jabón? Claro que sí. Pero antes de subestimarlas, hay que saber que el año pasado la edición rusa del disco 200 km/h in the Wrong Lane vendió 500 mil copias legales y 2 millones ilegales –así se miden las ventas en la ex URRS, la meca de los cds piratas–, ya llegaron al número 1 en los charts de toda Europa occidental, al puesto 7 de Billboard, y basta sintonizar MTV para ver lo que está pasando en Latinoamérica: el fin de semana pasado estaban en el puesto 2. De seguir la tendencia, correrán ríos de controversia, sociólogos y periodistas se devanarán los sesos durante por lo menos lo que queda del año tratando de dilucidar si se trata de un paso adelante en la lucha por la tolerancia y la integración o pura y simple explotación, y Shapovalov sonreirá mientras triunfa en su propia guerra fría.