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Dice DJ Baywatch que él sólo es un hombre aprendiendo a amar. En el entrenamiento que ya le ha tomado treinta años –durante el primero, el amor con su madre no tuvo contradicciones–, quiso ser el hombre ideal para complacer a la chica ideal: bella, anoréxica, alta y con el pelo perfectamente planchado. Sufrió mucho en el intento, incluyendo horas extra para satisfacer sus caprichos consumistas, aunque jamás pudo convencerla de que no usaba esa camisa glam para conquistar otras chicas. Pero en su versión 2003, Baywatch es un hombre emancipado: ya no más escenas de celos ni fiestas de aniversario en casa de los padres de ella.
–Desde que me separé, me salió el artista de adentro. La crisis económica acabó con el menemista que era. Ahora, todas las chicas con las que salgo tienen que ser sensibles. No al shopping, sí al arte.
–¿Ya no buscás modelos?
–Desgraciadamente todavía mantengo el formato.
–¿Volviste a formar una pareja?
–Una no, no pude. Formé varias.
–¿Ellas saben que son un combo?
–Yo les digo que soy un espíritu libre y que no estoy en condiciones de hacer promesas. Soy de esos hombres que creen que el noviazgo murió.
–¿No temés herir la sensibilidad de estas chicas que ahora te gustan?
–No, porque en cuanto queda en claro que no puedo ser el novio, se abre un universo más nutritivo (N. de la R.: ¿?). Aunque sí hay una que es la “oficial”.
–¿Dónde conocés a tus amantes?
–Son amigas, no amantes. Las conozco en lugares públicos, pero ya no miro superchicas, elijo esas que están en jeans y zapatillas, las que están solas, en la suya. Soy un cazador sensible.
–¿Qué crees que produjo ese cambio tan importante en tu vida?
–Hice terapia. Y dejé aflorar mi costado femenino.