Vie 28.02.2003
las12

INTERNACIONAL

UNA CHISPA DE PAZ

Por Lucía Alberti *

Tuvimos otra jornada de intensa tarea en ANUA (Asociación de Apoyo a Naciones Unidas). La preparación de las actividades sobre prevención del Abuso Infantil, y otras acciones referidas al Año Internacional del Agua, en medio de un calor agobiante nos agotaron. Decidimos salir de la oficina a tomar un café y continuar conversando sobre esos temas. Eran las once de la noche y montones de chiquilines, pedían unas monedas. Mientras tanto en la TV del bar aparecía una repetición más sobre Colin Powell, enviando mensajes con sabor a ultimátum al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El tema recurrente: las armas químicas en Irak, pedazos de un informe que tenía serias acusaciones de plagio y la sensación de que una sola chispa puede encender la tercera guerra mundial. Ese conjunto de imágenes reales y virtuales nos puso de pronto, en negro sobre blanco, el horrible panorama que vive la infancia en cualquier parte de este mundo, manejado por adultos. Pero también nos estaba dando algo más que eso. Nos daba el reflejo de un mundo que no sabe de paz. Es obvio que en los tiempos que corren, para algunos sectores el mercantilismo a ultranza es la prioridad número uno. Bajo ese manto ha sido y es posible hacer y deshacer todo lo que les resulte oportuno, para consolidar una posición verdaderamente bélica, a través de las armas, del combustible, de los territorios, del poder. Con la consigna del bien contra el mal como emblema, se desequilibran rápidamente países y coaliciones y eso conlleva a abrir una brecha, por donde se cuela el apoderamiento de todo lo que sirva para consolidar sus objetivos. El endiosamiento del todo vale, para seguir alimentando el poder y el enriquecimiento de esos grupos extremadamente favorecidos, sobre el sufrimiento de la mitad de la población mundial y las vicisitudes del otro 25 por ciento. A ello agregamos, que nadie a nivel dirigencial puede desconocer que en este mundo globalizado, las dos herramientas imprescindibles para sobrevivir en el futuro son la energía y el agua. También es evidente que todas las hipótesis de conflicto son y serán generadas solapada o abiertamente, en torno de estas dos cuestiones. El Secretario General de Naciones Unidas, el señor Kofi Annan, ha expresado con profunda preocupación que “cinco millones de personas mueren anualmente a causa de enfermedades relacionadas con la escasez de agua”. Podemos agregar que, hasta hoy, ese número es diez veces mayor que la cantidad de personas que mueren anualmente por las guerras. Con motivo de declarar el 2003 como Año Internacional del Agua Dulce, también dijo que “los problemas de agua que afronta el mundo no tienen por qué ser unacausa de tensión. Por el contrario, pueden actuar como catalizador para la cooperación internacional”. Claro que, en la realidad cotidiana, observamos a una porción importante de líderes mundiales, que entiende la cooperación con un criterio diferente. Para ellos cooperar significa una sumatoria de ventajas propias en detrimento de los demás y si para lograrlo necesitan emplear la fuerza, lo hacen.
Al finalizar la última guerra mundial, la iniciativa de fundar una organización supranacional como garante, para tratar de evitar las futuras locuras gubernamentales, quedó fuertemente sellada. Sabemos que así nació la ONU. Por cierto que desde entonces demasiados conflictos atenacearon la paz mundial. Por eso, en circunstancias de preguerra como éstas, hay que recurrir de modo férreo e inclaudicable al concepto de paz. Por ello debemos alentar que sea la ONU la que marque el derrotero a seguir, aun en el seno del Consejo de Seguridad debemos exigir que prime el criterio de paz. Hay que exigir a los hombres que manejan la violencia, como única metodología de resolución de conflictos, que terminen ya con la fantasía de dominar el mundo.
Hoy estamos en medio de circunstancias de gravedad tan profunda, que un impulso desmedido puede sumergirnos de lleno en un torbellino imparable y siniestro. Aún es tiempo de desacelerar tan mentida urgencia, porque se están comprometiendo la tranquilidad, la vida y el futuro del planeta. Al final de tanto chisporroteo verbal y de aprontes que incluyen asalto a territorios, sepamos que están habitados por civiles, no sólo recorridos por ríos de petróleo. La preparación para acantonamientos de tropas, reconocimientos aéreos, movilidad de bases militares hacia enclaves orientales y el gran riesgo de un nuevo Holocausto es lo que nos depara tanto fervor. Encuestas y diatribas a las naciones que no se suman a la aventura. Ensalzamientos en sus propios países y convocatorias patrióticas, con el afán de involucrar a esas sociedades que demostraron marchando su repudio a la guerra. Todo se argumenta en aras de compartir la responsabilidad del combate y se hace un patético llamamiento a la impunidad para socializar futuras culpas. Se emula a los nazis en esa necesidad de ser justificado y retroalimentado por las falanges, plagadas de banderas y gestos hoscos de combate. Es el gran delirio imperial compartido y cooperativizado que va por más. Es el umbral del horror que amenaza con el gran fuego del infierno. Por eso, en estos momentos de tanta tensión encendida, hay que plantear sin retrocesos que la única chispa que debemos hacer saltar es una chispa de paz, por el bien de toda la humanidad.
* Presidenta de ANUA.

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