Vie 08.01.2010
las12

RITUALES

ARRIBA LAS MANOS

Pintarse las uñas de las manos y los pies es una costumbre, una moda, una tendencia. Pero también un placer, un secreto, una intimidad que estalla en colores y hace de un capricho la diversión de elegir dibujarse. Y no hacer nada más que estirar los dedos.

› Por Luciana Peker

Estirar las manos y abrirlas. Dejarse pasar crema y acariciarse. Esperar a que los dedos se separen. Y a que llegue la pregunta del millón: “¿Te saco la cutícula?”. Ese pedacito ínfimo de piel, escondido e imperceptible, nada más que para las dueñas de las manos y para las manicuras que tienen una obsesión con esos hilitos que custodian las uñas. Hacerse los pies es todavía más placentero. Descalzarse y mojar sobre agua caliente. Dejar que otra corte y enfile las uñas. Y llegue la segunda pregunta del millón. Pero del millón millón. “¿Qué color querés?”. Ahí es donde ellas –nosotras, o al menos yo, que me defino como una fanática de dejarme pintar mis manos y mis pies como si se tratara de un ADN por elección y satisfacción– decimos rosa, blanco, transparente, rojo, negro o coral.

Diana Brandt y Analisa Maculan –del estudio de maquillaje brandt.maculan– recapitulan: “Las mujeres se pintaban las uñas solo en los círculos de las actrices de varieté, que eran consideradas unas prostitutas por hacerlo, pero en los años veinte se puso de moda. Fue la década del destape de la mujer, donde se dejó el corsé y se comenzó a maquillarse exageradamente; entre todas esas osadías para esos tiempos, también estaba el hecho de usar las uñas largas con forma puntiaguda y pintadas; el color más usado por supuesto era el irreverente rojo”.

“Las manos son un elemento de seducción para la mujer”, comenta Sara de Couso, directora del SáraC Beauty Spa. “Pero hace unos 20 años que manos y pies comenzaron a cuidarse con más atención y también con nuevos recursos”, especifica la creadora de un spa para pies y manos. Y piensa los colores como un arco iris que arrasa tras las tormentas cotidianas. Pero también se trata de estar bien plantadas. “En los últimos años se ha profundizado el cuidado de los pies. Y es algo sabio, porque los pies soportan el peso de todo el cuerpo, y la salud de los pies repercute en la postura, en la expresión y hasta en el ánimo.”

Eleonora Kaplan, relaciones públicas de Maybelline NY, valoriza la moda como un acto de libertad: “En perspectiva histórica vemos que, en muchas culturas, los pies no se mostraban e, incluso, se trataba de que pasaran lo más desapercibidos posible o se trabajaba para “achicar” su tamaño como una muestra de feminidad”. Ella también describe: “En estudio de uñas surgen algunos sentimientos y emociones asociados a pintarse las manos, como la seducción y satisfacción”.

Pero las que saben son las dueñas de las uñas: las manicuras. Susana –que trabaja en la peluquería de Javier Luna– cuenta el proceso en el que ella pone sus manos para darles la mano a las mujeres que se las tienden. “Primero se realiza el limado de la uña –que puede ser almendra, cuadrada u ovalada–, luego se humecta la cutícula –masajeándola con la yema del dedo en forma circular–, se las coloca en agua tibia, con crema, se deja en reposo y se empieza a trabajar con la otra mano. Todo este proceso es sumamente placentero para la clienta, y entre tanto se produce un diálogo o un reposo.” Paz. No es poco. Pero no es sólo paz, sino paz sin (tantos) pesos.

A la moda, el juego y el placer Sabrina Mauas, directora de Cuentas de Muchnik, Alurralde, Jasper y Asoc. y asesora de Impala –una marca brasileña que trajo a la Argentina una gama de 150 colores– agrega un dato fundamental: “Como pocas veces esta temporada, una de las tendencias más top y sofisticadas es también una de las más económicas”. “En tiempos de crisis económicas, como la actual, el mundo de la belleza femenina también cuenta con la ventaja de que carece del efecto snob que sufren las marcas de ropa, por ejemplo. Una vez puesto, quién sabe si el colorado que estás usando es un Chanel a $150 o un Impala por $8?”, se pregunta. ¿Eh? Marcas caras: out. Pero no es sólo por no meter las manos en la cartera. “Las uñas, hasta ahora minimizadas como espacio de expresión, se convirtieron en lienzo para la nueva demostración de estilo”, sostiene Sabrina. Esconder las manos es cosa del pasado. Abrirlas es una elección. ¿Roja, blanca, negra o coral?

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