Vie 08.01.2010
las12

VISTO Y LEíDO

HIJOS Y VIUDOS DE LOS OCHENTA

› Por Liliana Viola

Clara Uson
Corazón de Napalm

Editorial Seix Barral
367 páginas

Clara Usón nació en Barcelona hace casi 50 años, estudió abogacía, ejerció, se mudó a México, hace traducciones jurídicas y en ratos paralelos escribe novelas. Escribe como si le sobrara el tiempo mientras hace otra cosa, escribe como si pudiera escribir todavía mejor novelas entretenidas y corrosivas, inventa personajes que son por la sola enumeración de rasgos y genealogía, excelentes puntos de partida. Además, Clara Uson gana premios. Comenzó con Las noches de San Juan que se llevó el Femenino Lumen en 1998 y en 2009, con Corazón de napalm se ha bien ganado el de Narrativa breve de Seix Barral. Las críticas suelen deslizar el nombre de Pedro Almodóvar o el de Woody Allen a la hora de hacer asociaciones, y si bien ella no es uno ni el otro entendidos ambos como monumentales proyectos, hay en su escritura un sentido del humor, un don para la maldad con ella misma y una capacidad crítica acompañada de ternura casi empalagosa, que la emparienta con ellos y con todo intelectual dispuesto a hacer el ridículo por el bien de su siglo.

En esta novela en particular, Uson se las ha tomado con la década del ochenta española, con el mundillo del arte, con las relaciones familiares y las relaciones sociales. Es la generación donde se lucen los padres que han sabido transmitir a sus hijos ciertos ideales vigentes de libertad y espíritu crítico, espíritu cínico diríamos, los han dotado de unas herramientas maravillosas, para otro tipo de sufrimiento que no es el suyo. Son los mismos padres, un tanto estigmatizados y caricaturizados por la autora, que no piensan salir de su lógica amortizada por el alcohol, los picos de heroína, el desgano loco por burlarse del sistema. El mejor resultado de esta visión crítica es uno de los dos protagonistas de esta novela: Fede, un niño que acaba de cumplir 13 años, se ha escapado de su casa llevando un dinero robado a la mujer de su padre y unas 35 bombachas también de ella (bragas, dice la traducción que no molesta en absoluto) justo en el momento en que iban a bautizar a su hermanita. Antes la había espantado tratando de hacerla dormir contándole, a falta de cuentos, la muerte de Sid Vicius, su alter ego, su héroe, la prueba de que el mundo puede ser punk. Con la indefensión de su edad y con la cordura heredada de toda una generación, este niño que espera que su madre recuerde su cumpleaños o se emociona cuando en plena dejadez ella le ha tendido la cama, es uno de los grandes logros de Clara Uson. Sabía para dosificar la moralina, el melodrama y el interés malsano de lectores y lectores, va conduciendo las decepciones del niño por un camino de aventuras casi convencionales, aunque donde para Tom Sawyer había un río, aquí hay un muerto en el medio del living.

Por otro lado, y como heroína de una historia mucho más parecida a Sex and the city que a una canción punk, está la historia de Marta que al final se reunirá mágicamente con la de Fede. Marta es una pintora en potencia, capaz de pintar igual o tal vez mejor que Velázquez. Pero este mundo rendido a la originalidad no le da otro nombre que el de falsificación, o peor, el de ayudante del maestro, a este tipo exquisito de talento. Puesto el arte en disputa, una chica de treinta años en escena, Uson hará que entren en juego todos los mandatos sobre el amor, la supervivencia en tiempos de autonomía, las estupideces de las relaciones públicas, de la fama, los ascensos y el círculo de los elegidos. Corazón de napalm se presenta con esa contradicción y pretensión del título, como un espejo deformante de su época, una perfecta lectura de verano, sin el calor que abrasa y sin lo despectivo del término.

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