Viernes, 4 de junio de 2010 | Hoy
DIEZ PREGUNTAS > A DANIEL DALMARONI
Por Clarisa Ercolano
—El protagonista de la obra es un grupo ficcional de guerrilleros urbanos que pretendieron secuestrar a Isabel Perón. La elección estuvo centrada en la etapa concreta del país en que gobernaba Isabelita y por ello la elección de la viuda de Perón para la obra. Pero si bien la obra da cuenta de las posiciones del gobierno de Isabelita, trabaja más que en el terreno del rigor histórico, en el de la creencia, ya que la obra no pone en cuestionamiento el ideal de la lucha revolucionaria ni las víctimas del terrorismo de Estado, sino el orden de la creencia. La obra plantea un fatal malentendido, una errónea interpretación de la historia que contaba con creencias falsas y hasta un mesianismo basado en delirios tan fuertes como la metáfora de un sosias de Perón, como la que se muestra sobre el final de la pieza.
—Evidentemente, como humor negro. A mi entender, el humor negro es, justamente, hacer humor sobre aquello sobre lo que no deberíamos hacerlo. Esto no es novedoso y vale sólo citar dos grande obras, una del cine y otra del teatro en donde el humor negro y el grotesco juegan un papel central: Pascualino siete bellezas, de Lina Wertmüller, y Eva Perón de Copi. Además estoy convencido de que de la misma manera en que desde la narrativa y el ensayo se ha venido reflexionando de manera crítica y no complaciente acerca del rol de la guerrilla urbana en los años ‘70 en la Argentina (La anunciación, de María Negroni; A quien corresponda, de Martín Caparrós; la revista Lucha Armada), el teatro tenía que hacer su aporte. Pero, además, como peronista, me sentía con algún nivel de obligación de pensar esa etapa de la Argentina y el rol de algunas de esas organizaciones armadas peronistas con un discurso que no fuera complaciente y que a la vez dejara en claro que esa militancia armada al menos nació producto de la ilegitimidad del poder y fue aniquilada por el accionar de la Triple A, primero, y de la más feroz dictadura militar, después.
—Fue necesario orientar el texto y la puesta hacia la construcción de significaciones críticas, es decir, no complacientes con ideologías cristalizadas que simplificaran el problema, pero a la vez no reaccionarias. La obra no roza siquiera la posibilidad de legitimar el accionar represivo en ninguna de sus formas, pero tampoco resulta para nada políticamente correcta.
—Las mujeres pisan fuerte no sólo en escena, sino en la vida de cualquier varón. Por algo los terapeutas insisten tanto en revisar la relación con nuestras madres, ¿no? Hay voces, imágenes de las mujeres de mi familia y de mi vida que aparecen con más fuerza que la de los hombres. Pero también hay hombres en mis piezas que “pisan fuerte”. De todos modos, está bueno aclarar que en general las imágenes tienen que ver con las mujeres adultas de mi familia, ya que me resulta mucho más natural el habla de mujeres de 45 años en adelante que de las más jóvenes.
—La obra se desarrolla en 1975, antes del golpe. Yo tenía 14 años, iba al colegio secundario en La Plata. Claro que lo recuerdo. Entre otras cosas, hubo compañeros de años superiores de mi propio colegio que fueron víctimas de La Noche de los Lápices. Yo ya me sentía peronista aunque no militaba, pero tenía mis simpatías con la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Un año antes, cuando murió Perón quise ir al velorio, pero no me dejaron; era muy chico y vivíamos en La Plata.
—A Eva Perón, sin dudas. Concretamente tengo un primer borrador de una obra que se llama El descamisadito, que si bien Evita no aparece como personaje, es el centro de la historia. Es la política argentina más importante del siglo XX y seguramente de toda la historia de nuestro país.
—La palabra referentes no me resulta pertinente para quienes considero artistas valiosos y a los que admiro. Pero podría nombrar a Ricardo Monti, Tito Cossa, Copi y Griselda Gambaro, como autores, y a Daniel Veronese y Claudio Tolcachir, como directores.
—No participo en absoluto de lo que se llama farándula, no sólo porque no me interesa y no creo que tenga nada que ver con lo que hago, sino porque a la farándula yo no le podría interesar. La farándula tiene que ver con una construcción que se hace desde medios como la televisión y tiene más que ver con un negocio que con el arte. Se habla mucho de los “famosos”. Y habría que recordar que “famosos” también son Videla, Astiz, Martínez de Hoz, Cecilia Pando, Cavallo y el Gordo Valor, por ejemplo. No creo que a la mayoría de los que son llamados famosos les guste participar de la misma lista que estos siniestros personajes...
—Un grupo de jóvenes militantes peronistas, que ha sido echado de la agrupación Montoneros por excesivamente militaristas y un secuestro que se complica. La pieza no pone en cuestión el ideal de la lucha revolucionaria ni las víctimas del terrorismo de Estado, sino más bien el lugar común de una “fe revolucionaria” y la posibilidad de confundirla con una fe religiosa.
—En este caso, que cualquier espectador pueda reírse con ganas de aquello que vea en escena, hasta que acaso se pregunte en voz baja qué hubo de cómico en esta farsa que proviene de una historia trágica.
* Escritor de obras teatrales y guiones diversos. Sus obras han sido estrenadas en Buenos Aires con la dirección de profesionales como Villanueva Cosse o Lía Jelín. Ha obtenido varios premios, entre los que se cuentan el Premio Argentores-Estrella de Mar 2008 por su obra Maté a un tipo; el Tercer Premio Municipal de Dramaturgia Bienio 2002-2003 (CABA) por New York; menciones del Fondo Nacional de las Artes 2003 por Una tragedia argentina, el Premio Teatros del Mundo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) por Una tragedia argentina y Burkina Faso y el Premio del IV Concurso Nacional de Obras de Humor 2006 por Maté a un tipo. Acaba de estrenar El secuestro de Isabelita en el Teatro del Pueblo.
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