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Viernes, 25 de junio de 2010

TENDENCIA

Bailan los ojos

La música no sólo se escucha, también es posible pintarla y, por tanto, verla. Esa es la apuesta de quienes se inspiran en el sonido para crear imágenes que les den otro cuerpo a las canciones o puntos de fuga a la pista de baile. Tarea de VJ, una denominación nueva para una escena que no lo es tanto en la que las chicas pisan fuerte.

 Por Guadalupe Treibel

La música no sólo se escucha; también se “pinta”. Al menos, esa pareciera ser la intentona de la cultura VJ (VideoJockeys), mezcladores visuales de loops de video con música en vivo. Hijos e hijas de la cultura tecno donde el tiempo real, la interactividad e interdisciplinariedad son reinas posmodernas, la figura del VJ es una afable especie en desarrollo: apuesta a la sensación y cuenta, entre paletas de colores, la historia menos pensada: el punto donde la música colapsa en visuales.

Del diálogo entre las imágenes en movimiento y el soundtrack de situación, nace una burbuja bailable. Intimamente vinculado con el mundillo DJ (léase, pinchadiscos), el o la VJ hace de dupla creativa para completar la propuesta sonora y, en vivo, improvisa una mezcla que puede o no contar una historia. Y lo que en un comienzo pareció ser una moda pasajera, irrelevante para la mayoría, hoy adquiere una dimensión artística innegable. La gente en el dancefloor mira la pantalla de la disco y espera una estimulación visual acorde.

“Cada vez más las personas prestan atención a las visuales; miran y bailan”, asegura Ale Bg, la VJ que –junto a Flora Dido– fundó Sayonara Kitten, a cargo de “colorear” las pantallas de una de las fiestas más resonantes y cool de la escena capitalina: las Mstrpln, con coordenadas todos los sábados en Studio Crobar, bajo la tonadas de Javier Zuker como DJ residente e invitados varios. “También reconocen tu impronta, tu estilo”, agrega Flora y explica que la única fórmula es “crear un ámbito que te invite a estar ahí dentro”.

TENGO UN MUNDO DE SENSACIONES

Pero... ¿cuál es el estilo de Sayonara Kitten? “Si bien diseñamos diferente, nos unimos en un punto, al intentar manejar una paleta”, alega Alejandra. Así y todo, las imágenes de las chicas que toman por asalto Studio Crobar cada fin de semana mutan; nunca un set será igual al otro. “Aunque queramos”, ríe Flor D. Además, al tener la residencia visual todos los sábados, se aburren si no suman cosas nuevas.

Por influencias, el dúo dinámico se fue tirando para el lado abstracto, no tan figurativo en sus mezclas en vivo. “Cuando tenés algo filmado, del estilo película, es difícil manejar la luz e imposible improvisar. En el boliche justamente importa que no tenga mucha luz y que vaya al ritmo de la música”, asegura Flora. Y si bien la residencia les da libertad y reconocimiento, el pasado inmediato las encontró en situaciones menos felices: “En algunos lugares, te piden cosas muy obligatorias como ‘¡Poneme fuego!’. En esos casos es bueno tener un banco de imágenes”, recuerda VJ Ale, que suele hacer un storyboard gráficamente y lo va mixeando. “Siempre hay una historia detrás; puede tener que ver con el desarrollo de un color, con una secuencia o lo que fuere. Es un juego gráfico, ni más ni menos”, agrega.

Todo –videos, fotos, combinaciones y demases– es generado por cuenta propia en las Sayonara K y, prendida la batidora, el resultado pareciera ser geometrales y colores. Ese es el sello de las muchachas que reciben en el flanco izquierdo de la pista de Mstrpln (así, sin vocales). En el centro, una pantalla hace de protagonista, mientras la fauna indie cool se rinde a sus pies. Suena electro y new disco, suena tremendo, suenan bandas en vivo y visitas internacionales (We Have Band, Miss Kittin, Rapture, Holy Ghost, entre otros). Y los cuerpos saltan, se sacuden, miran. La fauna es moderna y no deja ningún detalle al azar: la gorrita corrida, un par de anteojos flúo, varios labios rojísimos. “Eramos tan... cool”, ¿pensarán en el futuro? Mientras beben, charlan, saltan, se sacuden, miran.

ME PARECIO VER UN LINDO GATITO

“Desde que éramos pequeñas, las personas nos decían que teníamos que elegir algo que realmente nos gustase y volvernos las mejores en eso. Y ése fue nuestro problema: no encontramos una única cosa porque amamos demasiadas. Después de investigar por un tiempo, practicar todo tipo de deportes y aprender de francés a chino, decidimos que era suficiente. Nos gusta todo y vamos a hacer todo. Arte, diseño, films, música, libros. Kitten es una productora guiada por espíritu joven e inspiración”, define el acta de principios de Ale Dg y Flor Dido. Y así saludan desde su web –www.sayonarakitten.com.ar– las chicas dedicadas a crear imágenes para fiestas convocantes.

Roomates y socias desde hace un año y medio, su proyecto all inclusive está íntimamente asociado con las bios todoterreno de ambas. “Kitten se trata de tomar lo que fuimos y lo que somos, combinarlo. Nunca restamos. Somos batichicas; somos el día y la noche”, juegan las jóvenes muchachas.

Sobre sus experiencias previas, VJ Ale Dg comenzó en las artes visuales desde el diseño gráfico, trabajando para firmas como Steinbranding (donde descubrió su afición a las motion graphics –léase, animar dibujos o animar lo inanimado–) o ejerciendo el puesto de directora de arte en la empresa Molo&Co. Después llegó “la noche” y el mundo VJ, haciendo visuales en discos como Kika de la mano de artistas internacionales como Tom Novy y Add2Basket. Como bonus, participó de la última edición de Creamfields Buenos Aires.

Flora, en cambio, estudió producción de TV y trabajó en radio. El salto fue en 2006, cuando se ofreció para pasar videos (propios) en las fiestas Divos&Divas. “Eran cortos más que visuales. De hecho, eran muy amateur, ya grabados y hechos en Premiere”, recuerda hoy. La fiesta creció y, con ella, la vocación de VJ. Así, desde 2008, se encarga de la curaduría de los VJ de Creamfields Buenos Aires, cima del mundillo. “A la hora de seleccionar quiénes participarán en las carpas, lo que busco es criterio. Si la gente está bailando progressive o techno, no podés poner la imagen de una bailarina de salsa. El público es muy crítico y nota las visuales. Hay que entender el género y disfrutarlo”, define la rubia que el año pasado participó con su trabajo en el VideoFest, con cita en Córdoba.

¿QUIEN ES ESA CHICA?

Con presencia en la reciente Ciudad Emergente, las Sayonara Kitten son dos de las –no tantas– mujeres VJ que animan boliches, fiestas, recitales, bares, eventos públicos, etc, etc, etc. “Tener una chica en la cabina está de moda pero somos pocas en la escena. Es un ambiente un poco... hostil, cerrado. La gente da por sentado que, al ser una mujer, una no tiene idea de cables y conexiones. El nerd y las programaciones están asociadas al hombre”, dice Dido. ¿Otros nombres detrás de la laptop? “Mariela Bond, Gisela Faure (aka VJ Gi) y Sol Del Río”, enumeran las Kitten.

Gi, por ejemplo, inició su carrera aplicando el formato de animación flash al campo musical y hoy se destaca con ilustraciones vectoriales y una colorida visión de los objetos. A ella (y las demás) se suma Pixie, autodefinida como “profesional de la imagen”, pues –además de VJ– es fotógrafa y diseñadora gráfica y trabajó en Hip Hop Culture Club, Rumi, Niceto, entre otros, dejando su sello –a base de píxeles, breaks y mucho flúo– en festivales varios. En sus propias palabras: “Cuando empecé, en 2006, ser VJ todavía era una rareza. Para el 2008, los clubs se dieron cuenta de lo mucho que sumaba tener a alguien proyectando y tanta fuerza ha cobrado la fusión música/imágenes que hoy es muy común que un DJ haga giras con VJ propio”. Otro caso para el recuento es Antinna VJ, dúo formado por Andrea Ariztimuño y Loreley Arqué von Zeschau.

¿ES O NO ES (ARTE)?

En el intento historiográfico “Histoire(s) du cinéma”, de JeanLuc Godard, el realizador filtraba una máxima memorable: que el cine no es un arte, ni una técnica, ni una industria: es un poco de todo eso. La revolución ha sido híbrida y, con el devenir de los años, su interrelación, un matrimonio sin divorcio. Y no sólo en el cine.

La cultura VJ pareciera subirse a la máxima sin resguardos. Sus comienzos datarían de 1980, cuando la música bolichera era acompañada por reproductores VHS, mesas de edición broadcast y pesados proyectores de video. El sincronismo, bien gracias. Con las PC portátiles y programas tuneables para satisfacer las propias necesidades o gustos del VJ, imposible es nada.

Así, presa de la plataformas software, de programación y loops, de bancos de imágenes y formulitas visuales, la VJ puede definirse de muchas formas: artista del encuentro, 3D, 2D, activista, artista viviente o del collage y creativa cinematográfica o fotográfica, entre otros calificativos.

Las chicas de Sayonara Kitten prefieren no etiquetarse. “Es lo que uno quiere que sea. Puede ser un complemento, activismo o una pantalla en un boliche. El Vjing es una herramienta; la definición dependerá de cómo se utilice”, aclara Flora Dido, entregada de lleno a la práctica desde 2006.

Y si de categorías se trata, otro debate que ronda alrededor de la figura de las (y los) VJ es la pregunta: ¿Diseño o arte? “No hay tal dualidad. El diseño es arte aplicado al día a día. Warhol, sin ir más lejos, llevó el arte a la lata de sopa y hoy uno se detiene a mirar lo que antes consideraba una simple etiqueta”, aclara la otrora productora de televisión y radio.

Más allá de las formas de decir, está lo concreto: la realización conjunta audiovisual en tiempo real, que hoy tiñe las pistas de baile por el mundo y la búsqueda –siempre mutante– por encontrar un lenguaje nuevo y análogo a lo musical, dando luz verde al diálogo entre los motion graphics y la canción. Pequeña empresa, ni más ni menos.

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Imagen: Constanza Niscovolos
 
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