Viernes, 11 de abril de 2003 | Hoy
Los abortos espontáneos que sufren las mujeres iraquíes a causa del miedo a los bombardeos no comenzaron con la invasión de los países aliados, sólo se agravaron. Desde la primera Guerra del Golfo, en 1991, esta tendencia es una constante según un informe publicado en Londres por la Medical Action for Global Security, organismo que sitúa a las mujeres como las principales víctimas de las posguerras. Aun cuando los conflictos se perpetren en su nombre, como sucedió en Afganistán.
Se les habían cerrado
los ojos a destiempo. Habían pedido más té del acostumbrado
y menos dátiles de los frecuentes o, al revés, más dátiles
y menos té. Sus pies, de a ratos, habían desatado el sentido del
equilibrio y, de a ratos, se convertían en mástiles de la omnipotencia
de la vida. Sus cuerpos eran una calesita de secretos, de bailes íntimos
sin toque de queda nocturno, sus ombligos eran un trampolín para acrobacias
invisibles. Habían pensado nombres y despensado hasta elegir el nombre
que hiciera eco con sus sueños. Se habían arrodillado e implorado
a Alá. Habían escondido su ombligo entre sus ruegos. Y se habían
levantado para seguir camino.
Pero llegaron al hospital sacudidas por el terremoto de sus hijos, todavía
adentro de sus vientres. Ya desamparados. Sin bunker. Porque ni siquiera el
más inteligente de los bunker pudo protegerlos. Ellas llegaron sacudidas
por terremotos ciertos, ajenos, voraces. Los misiles nunca son inteligentes.
Los misiles que no matan esquirlan muerte.
El terror se hizo piel, ensordeció los oídos, calló las
palabras. El petróleo quemado como defensa sólo hizo alharacas
de fuego y convirtió al aire en enemigo. La sangre siempre mancha. Y
no hay inmunidad para el miedo. Mucho menos cuando el cuerpo se tiene que abrir
para dar vida. El cuerpo abierto escucha, huele y teme con, por lo menos, dos
sentidos. El terror entró por los poros. Las contracciones pujaban miedo.
La muerte siempre esquirla muerte. En la maternidad Saint Raphael, del barrio
de Karrada, en la primera semana de bombardeos, hubo siete partos y cinco chicos
que se asomaron sin vida a la vida.
Las mujeres iraquíes están abortando espontáneamente
por el terror que les causan los bombardeos, declaró Maryanne Pierre,
una de las directoras de la maternidad. La guerra a veces ensordece, como el
2 de abril, cuando la aviación estadounidense bombardeó una Maternidad
de la Medialuna Roja en Bagdad. Otras veces la guerra no hace estruendos. También
puede ser muda. La guerra está causando infertilidad, abortos espontáneos
y enfermedades infantiles. La población será afectada con alteraciones
en el sistema reproductivo que se prolongarán al menos doce años,
reforzó Pankaj Shrivastav, vicedirector de Centro de Fertilidad y Ginecología
de Dubai. La muerte siempre deja esquirlas.
Civilización y
barbarie
El efecto de
la guerra en las embarazadas muestra hasta qué punto la guerra hace blanco
en las mujeres. Una experiencia que ya fue demostrada en 1991, con los bombardeos
de George Bush padre. Son las mujeres las que llevaron la peor parte en
la posguerra, afirma el estudio La salud y el bienestar social en Irak
después de la crisis del Golfo, editado en Londres por Medical Action
for Global Security (MEDACT). El informe también puntualiza: Los
daños que ha causado la guerra en la infraestructura eléctrica,
sanitaria y de red de aguas ha tenido un efecto perjudicial en la salud de las
mujeres. Según los ginecólogos ha aumentado significativamente
el número de abortos y de niños que nacen con bajo peso. La mayoría
de las embarazadas padecen anemia grave y por falta de recursos hasta las cesáreas
se hacen casi sin anestesia.
Pedro Brieger, periodista, titular de Sociología de Medio Oriente de
la UBA y autor del libro Guerra santa y lucha política, entrevistas y
debates sobre el Islam enfatiza: Los hombres vuelven de la guerra en shock.
Las guerras dejan traumas muy severos. Pero como no hay una red estatal de atención
vuelven a sus casas y su agresión impacta sobre las mujeres. Por eso
se intensifica la violencia familiar.
Pero, básicamente, la guerra genera una triple jornada: 8 de cada 10
mujeres iraquíes tuvieron que sumarse cargas adicionales desde el primer
ataque de Bush a Saddam Hussein. Por la escasez de agua, combustible y electricidad
tienen que conseguir agua, madera y alimentos para sus familias.
Lo llamativo es que uno de los argumentos de la coalición angloamericana
para atacar Irak es, justamente, defender a las mujeres. El primer mandatario
británico Tony Blair escribió un artículo titulado Una
lucha contra Saddam, no contra el pueblo iraquí, en el que explicaba
las razones del ataque. Para que las mujeres no sean más violadas
frente a sus familias, enarbolaba. Adolfo Pérez Esquivel, Premio
Nobel de la Paz, visitó Irak en marzo del 2001. El le replica: En
Irak la mujer se maneja con libertad. He hablado con científicas, intelectuales,
religiosas. Puede haber violaciones, como en Estados Unidos, Gran Bretaña
y Argentina. Pero nada que ver con la propaganda que justifica el horror para
decir que las van a liberar. En cambio, sí vi las malformaciones genéticas
producto de los bombardeos de la Guerra del Golfo.
En el contexto de los países de Medio Oriente Irak era una nación
con bastantes avances femeninos. A pesar de que la mitad de las mujeres
no pueden leer ni escribir y que el índice de mortalidad materna es el
doble que el registrado en Latinoamérica las mujeres han tenido acceso
a la educación, el empleo, igualdad de salarios, guarderías y
vacaciones por razones de maternidad, según la organización no
gubernamental Madre, con sede en Nueva York. Por tal razón, la defensa
de los derechos de las mujeres no es justificación de la administración
Bush para atacar a Irak, como lo fue en el caso de Afganistán,
apunta Masuma Assad de Paz, profesora de Teología Islámica y estudiante
del último año de Sociología en la UBA.
Brieger explica: El régimen del Partido Baaz estuvo influenciado
en el tema mujer por la Unión Soviética y la República
Democrática Alemana. Por eso, es verdad que el régimen de Saddam
Hussein llegó a un gran crecimiento de las mujeres en el colegio secundario.
En 1971 las estudiantes secundarias eran el 20 por ciento del alumnado y en
1982 el 31 por ciento. En la década del 80 las mujeres eran el 26 por
ciento de los médicos, el 51 por ciento de los dentistas y el 65 por
ciento de los farmacéuticos. Lo que pasa es que la represión y
el manejo autoritario de partido único llevaron a que gran parte de la
organización de las mujeres estuviera adscripta al régimen.
Brieger realizó una cobertura periodística en Irak hace cuatro
años. Y cuenta lo que veía en la calle: En Bagdad la mayoría
de las mujeres no van con el velo, se siente muy fuerte la influencia del régimen
laico de Saddam Hussein. En cambio, esto no es así en la zona de Basora,
donde la población chiíta (contraria a Saddam), que es mayoría,
es más apegada a la tradición y ahí sí la mujer
va vestida de negro de pies a cabeza.
Llamativamente, a partir de la Guerra del Golfo, las mujeres perdieron derechos.
Pero además las sanciones económicas de la ONU contra Irak que
ya llevan doce años prohibieron el ingreso de medicamentos contra
el cáncer por su potencial uso en armamento nuclear. Por esto, el cáncer
cérvico uterino y de mama aumentó 700 veces, según datos
de Iftakhar Ahmed Al Samik, vicepresidenta de la Federación General de
Mujeres de Irak, un organismo estatal para la política de género.
Esta guerra pone nuevamente en riesgo los logros en materia de derechos
de las mujeres, subraya Masuma. Ahora todo es peor. La guerra sin fin
volvió. Más cruda que nunca. Estamos alarmados sobre los
daños y las muertes reportadas de niños y mujeres, subrayó
Karol Bellamy, directora de UNICEF.
Aunque los abortos espontáneos crecen y las guerras no crean héroes
románticos. O, por lo menos, no principalmente, hay quienes contra los
misiles y las tormentas de arena deciden amarse hasta que la muerte los separe,
aunque la muerte esté cerquita. Mutaz Abdul Razak, de 38, y su prima
Hajer Abdul Wahab, de 24, se casaron en Bagdad el 3 de abril. Si tenemos
que esperar a que terminen las guerras no nos casamos nunca, sonreía
la novia. A otras les preocupa justamente eso. Una iraquí del sur, de
21 años, ya se siente una condenada al desamor. Sólo quedan
viejos y niños. Los jóvenes en edad para casarse se marcharon
o murieron, se lamentó. La guerra siempre deja esquirlas.
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