Viernes, 3 de septiembre de 2010 | Hoy
ESCENAS
Dar vida a un objeto, ingresar a una historia paralela o prestada, contar y decir desde un lugar omnisciente y sin filtros. Algunas de las ventajas de maniobrar con títeres. Algunas entre las tantas que enumeran, como certeza o deseo, mujeres que recuperaron el género.
Por Clarisa Ercolano
“Los títeres permiten crear mundos nuevos, diferentes y únicos en escena. Ver cómo actores y maniquíes dialogan, cómo cobran protagonismo ellos y nos someten a nosotros, los actores. Se invita al espectador al juego de dar vida a un objeto, dentro de una historia a la cual también se lo invita a entrar. El teatro pide y pide, mientras que los títeres dan y dan... Al haber tantas técnicas distintas se multiplican las posibilidades expresivas”, relata a Las 12 Laura Pagés, quien actualmente protagoniza Beatriz, historia de una mujer inventada.
El títere, a diferencia del personaje de carne y hueso, es en sí mismo un símbolo y la representatividad se favorece, “es más fácil representar la muerte, por poner un ejemplo, por medio de un objeto que se va apagando, o cuyo movimiento se va deteniendo, que poner a un actor a retorcerse. Los títeres no son necesariamente un cuerpo completo. Asistir a la transformación de un hombre en pájaro, desmembrar cuerpos en escena y hacer bailar retazos de tela son cosas que los títeres, los maniquíes y los objetos permiten y nosotros sacamos provecho”, agrega Carolina Erlich, la mujer detrás de la mano que da vida a Matritzka. “El títere tiene posibilidades propias. Comparándolo con un actor (por ejemplo), puede hacer cosas que este último no puede realizar, como volar, hundirse, partirse, estirarse y otros. Pero más allá de estas acciones, los títeres pertenecen al mundo de los objetos y esto hace que sean metáfora en si mismos, metáfora de la vida”, explica.
Asociados al teatro para niños y niñas, Flor Sartelli, de la obra 4 temporadas da pistas de que esto no siempre fue así: “Muchas de las formas de los títeres estaban destinadas a todo público, en Oriente, por ejemplo, los espectáculos de títeres de la India, desde el siglo IV, Japón, siglo VIII, Indonesia, siglo X, eran espectáculos religiosos o festivos dirigidos a toda la población. En los títeres se encontró un elemento de mucha aceptación y fácil reproducción que permitía hacer un teatro político didáctico. Si los títeres se volvieron para niños, muchas veces pagando el costo de perder un lenguaje libre, no hay que olvidarse que es el resultado de un proceso histórico y económico”.
Los actores dicen que su cuerpo es otro cuando están en el escenario, pero ¿cómo es la transferencia con los títeres? “El cuerpo no deja de ser el de una, la cintura que duele es la propia, y los moretones que te podés hacer en el escenario los vas a ver al día siguiente cuando mires tu propio cuerpo en el espejo. Se produce un desdoblamiento, como en la actuación, en el caso de los títeres hay, sin duda, otro cuerpo, pero es un cuerpo que no vive sin el cuerpo de una, una especie de parásito que nutre”, dice Pagés..
Una mujer adulta, la familia y sus inequívocos mandatos o los juguetes que representan los vínculos heredados forman parte de las puestas en escena de estas tres titiriteras que aseguran que lo animado y lo inanimado conviven a diario y que, tras esa tela que las oculta, todo es posible: que un padre se convierta en pájaro, que una mujer redescubra el poder de su femineidad en un mundo varonil y esquivo y sexista o que una tradición que se vuelve sometimiento, se desarme por parte, como una muñeca rusa.
Matrizka, los sábados a las 21 en Templum: Ayacucho 318.
Beatriz, la historia de una mujer inventada, los domingos a las 19 en Apacheta sala estudio, Pasco 623.
4 temporadas, los jueves a las 21.30 en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.
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