Vie 02.05.2003
las12

ESPECTACULOS

Estrella del Sur

Como quien no quiere la cosa, Reese Witherspoon ha alcanzado el estrellato sin apartarse del camino, con ciertos riesgos, que ella misma se fijó. Legalmente rubia, en el 2001, fue el trampolín a la popularidad, pero las cinéfilas ya la habían detectado en Freeway o Election. Ahora se viene la segunda entrega sobre la blonda abogada fashion de gran corazón.

› Por Moira Soto

Caperucita cruzaba el prado con su cestito bien cargado, en una vieja canción infantil. A su Abuelita, que estaba enferma, le llevaba bollos y pan tierno... ¿Hace falta contar el resto de la historia de la niña desobediente que el Lobo feroz se sirve de postre después de merendarse a la Abuelita? Efectivamente, en este cuento de fuertes connotaciones sexuales, Cape y Abu vuelven a nacer gracias a la extraña cesárea que realiza un cazador que por ahí pasaba... En la versión de Perrault –luego retocada por los hermanos Grimm para evidenciar la intención didáctica–, Caperucita se metía en la cama con el Lobo, situación que inspiró la deliciosa y conocida ilustración de Gustave Doré. No por azar, entonces, este relato ha dado pie a más adaptaciones para adultos –desde las picantes Caperucitas animadas de Tex Avery a las varias transposiciones porno, sin olvidar el erotismo literario de Angela Carter (En compañía de lobos)– que las destinadas a los niños.
La ahora considerada “reina de la comedia” –cetro que bien puede compartir con Cameron Diaz– Reese Witherspoon protagonizó a los 20, en 1996, una inquietante variación del mito caperucítico de iniciación: Freeway, realización de Mathew Bright, desafortunadamente no estrenada en nuestro país. Este film representa, por otra parte, un logrado pasaje a la edad adulta (joven, claro) de aquella adolescentita que conmoviera en Verano del ‘62 (1991), un debut casual puesto que sólo había acompañado a unos amigos al casting de extras, y el director Robert Mulligan le echó el ojo y le dio un personaje destacado.
En Freeway, pues, tenemos a Caperucita Reese en versión darky suburbana, con madre prostituta que sabe mucho de lobos pero no ha capitalizado la experiencia y es detenida, y padrastro que acaba de romper la libertad condicional. La casi huérfana huye hacia la casa de su abuelita materna, pero en lugar de bollos lleva una pistola en el cestito. Por el camino -ya no hay bosques– se topa con un tipo que dice ser psicólogo: sí, es otro disfraz del Lobo Feroz (qué no diría Bruno Bettelheim de esta situación) porque en verdad se trata del buscado asesino de la autopista. Pero Caperucita Reese se aviva a tiempo y entre morir o defenderse elige lo segundo. Le dispara, el serial killer queda herido y la chica va en cana con el cargo de intento de asesinato porque nadie le cree. Hasta que consigue fugarse, enfila de nuevo hacia la casa de la abuelita y, ahí sí, su inocencia queda probada. Hay lobos como Kiefer Sutherland que es mejor perder para siempre.
Freeway fue una marca importante en la personal carrera de esta sureña ariana de buena crianza, hija de profesionales de la medicina, educada en colegios de señoritas de guantes blancos que todavía asisten a bailes de debutantes. Respaldada por su familia, Reese, además de hacer algunas incursiones en TV, cuando aceptó la propuesta de Bright estaba cursando Literatura en Standford. Carrera que abandonó, pero que desea retomar lo antes posible, al filmar Crepúsculo (con Paul Newman, Susan Sarandon, Gene Hackman), dos años después. Aunque todavía R.W. no ha recibido los premios que se merece por una serie de actuaciones tan diversas como brillantes, no le fue nada mal con Freeway: aparte de los elogios de la crítica, fue considerada Mejor Actriz en el Festival de Sitges. Witherspoon ha reivindicado siempre su participación en este film independiente que, en su momento, gente de la industria le aconsejó no hacer. Pero para ella “cuidar su carrera” ya en esas fechas significaba hacer películas que le interesaran “desde el guión, por su calidad, inteligencia y originalidad”. Y esta versión de Caperucita Roja trash, con su humor negro y su violencia, reunía esos requisitos.
Aunque el año pasado metió un poco la pata con Sweet Home Alabama (nadie es perfecto, ni siquiera Reese que es realmente mujer y realmente rubia), chata comedia acerca de que no hay nada mejor que volver a casa (del primer marido), últimamente la chica bajita y bonita parece haber retomado la senda del bosque donde están las mejores flores: arriba los corazones, amantes de la mejor comedia excéntrica norteamericana de los últimos años porque ya filmó Legalmente rubia 2, cuyo estreno local se anuncia para diciembre. Para aligerarnos la espera, la señal de cable Movie City proyectará la exitosa primera entrega, en el curso de este mes. A saber: jueves 8, sábado 10, martes 13, viernes 16, domingo 18, lunes 26 y jueves 29, en distintos horarios (para más información consultar en la página de Internet: www.movie-city.com).


Erase una vez un lobito bueno
Antes de llegar a la consagración popular que resultó Legalmente rubia –producción “comercial” estimada sólo por críticos desprejuiciados–, en el 2001 R.W. participó en películas con rasgos interesantes, críticos, perturbadores como Pleasantville (de cómo una chica y un chico, hermanos, se deslizan en una seria televisiva de los años ‘50), Juegos sexuales (versión aggiornada y poco feliz del clásico Las relaciones peligrosas), Election (corrosiva sátira acerca de una estudiante trepadora amoral y un profesor que se vuelve inmoral para detener su avance arrollador), American Psycho (audaz apuesta de Mary Harron basada en el polémico best-seller de Bret Easton Ellis).
Precisamente cuando rodó Juegos sexuales, en 1998, ligó con el majo Ryan Phillipe (antes había ensayado con Mark Walhberg y Chris O’Donnell: los chicos lindos son su especialidad) y, a la hora de promocionar el film, la rubia ya estaba felizmente embarazada. Caperucita había crecido y elegido, pero –como contó Reese en el programa de David Letterman– le faltaba pasar una prueba espinosa: darle la noticia del bebé en camino a su conservadora abuelita sureña que ni siquiera conocía al lobito bueno genitor: “Tengo noticias maravillosas, abuela: voy a casarme”. “Estupendo”, se entusiasmó la fina dama. “Bueno –se envalentonó Reese–, tengo noticias todavía mejores... Voy a tener un bebé.” A la abuela se le desdibujó la sonrisa hasta que nació Ava Elizabeth, en el otoño de 1999. En esta oportunidad, la actriz también desoyó advertencias (“sos muy joven para ser madre”, “no podés detener tu carrera ahora por un bebé”, etc.) e hizo lo que le dio la gana.
Legalmente rubia fue su rutilante regreso a la pantalla después del nacimiento de su hija: una comedia irresistible con una protagonista adorable magníficamente interpretada por R.W. Hora y media de bonanza y color para desbaratar el estereotipo de la rubia linda, tonta y frívola. Elle Woods, blonda natural, tiene que legalizar esta situación y lo hará con los mejores recursos: buen corazón, inteligencia, inventiva y profundos conocimientos sobre moda y maquillaje. El rosa Dior es su tono favorito, sobre todo en un bolso de Prada, y nada le arredra su vocación de felicidad, ni siquiera que la deje un novio ambicioso y tilingo por”demasiado rubia”. Ella lo sigue a Harvard, no lo recupera, pero estudia leyes y va dejando una estela luminosa por donde circula. “Una heroína contemporánea indomable”, la definió el productor Marc Platt. “Lo que me encantó de la historia es que realmente cuestiona tus percepciones”, comentó R.W. “En la vida es tan fácil sacar conclusiones apresuradas de la gente. Estaba muy interesada en explorar las diferencias que pueden existir entre la apariencia exterior y la identidad profunda. Ella triunfa en sus propios términos. La cuestión es utilizar lo que tenés y creer en vos misma.”
Legalmente rubia subió la cotización de Witherspoon a 5 palos verdes por Sweet Home Alabama, pero enseguida ella aceptó un proyecto de bajo presupuesto, La importancia de llamarse Ernesto, porque ama a Oscar Wilde. Y después de Legalmente rubia 2, producción por la que le pagaron 15 millones, le dio el sí a Mira Nair para estar en un film independiente que le pareció atractivo, Vanity Fair.
En estos días, Reese tiene que bancarse que la llamen “la nueva novia de América”, que la comparen con Meg Ryan y Julia Roberts, cuando ella se identifica más con Judy Holiday, aquella rubia fenómeno, Nacida ayer, de los años ‘50. En un país donde han brillado, y brillan, grandes cómicos, cuando se trata de hacer comedia, ese género para el deleite romántico y la sonrisa dichosa, las actrices se multiplican mientras que a los comediantes sutiles –chapeau al inglés Hugh Grant– hay que buscarlos con lupa. Por un Cary Grant, la lista de las chicas, desde que se apareció el género, es apabullante: Katharine Hepburn, Irene Dunne, Carole Lombard, Mirna Loy, Lauren Bacall... y antes de llegar a Meg, Julia o Cameron, un recuerdo para las exquisitas graciosas intermedias: Marilyn Monroe, Kay Kandall, Shirley MacLaine, Stella Stevens... Reese Witherspoon se suma con enorme talento a ellas, sin imitar a nadie y con excepcional amplitud de registro: puede ser cándida e íntegra (Legalmente...) o sugerir abismos de inescrupulosidad (Election, por la que fue nominada al Golden Globe). Ella ha ganado su lugar palmo a palmo, corriendo riesgos y obteniendo el reconocimiento del público por mérito propio. Porque no es una estrella prefabricada, probablemente pueda cumplir con su deseo de una carrera larga, haciendo personajes diversos, eligiendo su aire y siendo respetada, incluso dentro del cine más industrial. Y si bien en la comedia ha tenido sus mayores sucesos y aprecia mucho al género, aspira a hacer una remake de Esplendor en la hierba o al menos “una historia igualmente profunda, trágica y romántica”.

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