Viernes, 3 de junio de 2011 | Hoy
VIOLENCIAS
El 5 de abril una joven estudiante de Psicología denunció que una red de trata de mujeres intentó raptarla cerca de la facultad. Su familia y alumnas universitarias salieron a la calle a reclamar acciones contra el rapto de mujeres y la connivencia policial en una presunta zona liberada por las calles de Once. Esta semana alumnos de la UBA y del IUNA realizaron una marcha denunciando a la policía. La hermana de la víctima habló con Las12, contó sus miedos, pero también acerca de su decisión de luchar para que no intenten secuestrar a ninguna chica más.
Por Luciana Peker
El martes 5 de abril, alrededor de las 21.15, en Hipólito Yrigoyen, casi en la esquina de Castro Barros, ella salía de estudiar en la Facultad de Psicología. Ella –que pide no ser identificada porque ahora el miedo pisa los talones de cada uno de sus pasos cotidianos y podemos llamarla Tamara– venía de donde venía siempre e iba a su casa, también, como siempre. Y, como siempre, tenía la precaución de caminar mientras hablaba por teléfono con su mamá, quien a pesar de vivir en Bahía Blanca la seguía cuidando con el oído puesto en el latido de sus pasos.
Es martes. Es tarde. La semana recién empieza a girar. Y, a pesar del cansancio, ella se pone en alerta cuando ve una camioneta estacionada en la esquina. Deja de hablar. Empieza a acelerar el paso. Y el apuro la choca con dos hombres. Uno la toma de las axilas y otro de las piernas. La camioneta que estaba en la esquina retrocede hasta donde ella está retenida por esas cuatro manos que la atajan. Intentan meterla adentro de la camioneta. El teléfono se corta. Su mamá escucha sólo el silencio. Pero ella sí usa su voz como herramienta y grita. Y aunque la retienen las manos de los dos hombres intenta salirse. Manotea, grita, patalea. Se resiste. Y logra escapar.
“Le da un manotazo a uno y ahí es cuando logra zafar y sale corriendo. Corrió, corrió y corrió hasta que llegó a mi casa”, relata la hermana de la víctima. También pide ser anónima –para no poner en riesgo a la joven agredida que las autoridades judiciales no saben si fue elegida al voleo o ya estaba marcada– como una manera de protección.
Sin nombres. Pero no callada. “Yo asumí un compromiso y lo voy a seguir”, dice su hermana mayor (que podría llamarse Patricia), con la experiencia de vivir en Buenos Aires hace diez años, con la convicción de no creer más que la trata de mujeres es un problema de las que caminan en la vereda de enfrente y, a la vez, con la desorientación de quien quiere gritar pero no sabe a dónde ir y quién la va a escuchar.
Como Tamara, que siempre que caminaba de noche hablaba por teléfono con su mamá o una amiga como una forma de protección. No alcanzó. Pero no se trata de la inseguridad que relatan los diarios sino de un relato que la sociedad no termina de creer, ni de interpelar. Aunque está empezando a hacerse eco. El martes 31 de mayo alumnos/as de la Universidad de Buenos Aires y del IUNA –en donde también alumnas denunciaron posibles intentos de rapto– marcharon desde Sánchez de Loria y Rivadavia hacia la comisaría octava, en Urquiza al 500, denunciando connivencia policial con redes de trata de mujeres.
Patricia: –La cartera se la manotearon pero la dejaron tirada en la vereda. De hecho, mi hermana cuando sale corriendo agarra la cartera. Si le hubieran querido robar lo primero que agarran es la cartera. El celular se lo quedaron porque ella lo larga. Pero nada más. Las pertenencias se las dejaron. Y si la hubieran metido en la camioneta la cartera quedaba tirada en la vereda. Por eso creemos que fue un intento de raptarla para trata de mujeres y no de un simple robo.
P.: –No.
P.: –Tantos manoteos y forcejeos.
P: –Sí. De hecho, no le quisieron robar. Y un secuestro para pedir dinero es raro. ¿Cómo saben si atrás de esa persona hay una familia que pueda responder económicamente? Tampoco me cierra que a una chica joven que sale de estudiar de la Universidad de Buenos Aires la lleven a recorrer cajeros. Por ahí nos equivocamos. Pero a mí me cierra más la hipótesis de la trata de personas. Además, cuando empezamos a denunciar lo que sucedió otras chicas contaron que les había pasado lo mismo. Una alumna de la Facultad de Psicología vivió la misma situación, hace un mes, también cuando caminaba sobre Hipólito Yrigoyen.
P.: –Quizá fueron a buscar a alguien que es del interior y cuya familia no está acá. Si es así, se puede comprobar que las organizaciones de trata realizaron un seguimiento antes del intento de rapto para saber de quién se trataba.
P.: –En la comisaría no caratularon la causa como intento de secuestro sino como robo porque perdió el celular.
P.: –A mi mamá le dijeron que quizás haya sido en una zona liberada por la policía para ejercer este tipo de delitos y que mi hermana haya estado marcada. Pero eso no se va a comprobar nunca. Igualmente, nos dieron unas medidas de protección para seguir por lo menos por un año.
P.: –Ella sabe lo que pasó, es consciente de que es gravísimo pero no quiere seguir hablando del tema. Ahora va a todos lados acompañada y tiene su vida cambiada. Yo creo que es imposible que su vida sea igual a la de antes. Y la verdad no sé qué pasaría si se la hubieran llevado...
P.: –A mí me cambió la vida. Vivo pendiente de mi hermana y la voy a buscar a todos lados. Suena egoísta pero una abre los ojos cuando le pasa. Fue un susto, pero gracias a Dios mi hermana está con nosotras. Pero ahora no voy a dejar de hablar del tema porque si no van a secuestrar a otras chicas.
P.: –Sí, habíamos oído hablar por lo que veíamos en la televisión. Sabíamos que existía, pero nos empezamos a involucrar recién ahora. Hasta que no te toca de cerca no tomás conciencia real. Yo pensé que les pasaba sólo a las chicas que traían engañadas con una promesa de trabajo y sabía del caso de Florencia, pero nunca creí que podía pasar tan cerca de mi casa. Ahora me doy cuenta de que le pudo haber pasado a mi hermana, a una amiga o a cualquiera.
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