Viernes, 16 de septiembre de 2011 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
“Suprimir el pecho, afinar el talle, atenuar caderas y simular cintura de avispa” son los principios de un hipotético manifiesto de los corsés de antaño, lo más parecidos a cárceles de cuero y madera. Desafiando enunciaciones de los más fervientes detractores de esa prenda (que antaño consideraron “una invención del diablo, no sólo cambia las líneas del cuerpo, también exalta las curvas y es fuente de irresistibles tentaciones”), la edición de septiembre de la revista Vogue Italia dedica la portada y varias páginas a una producción editorial titulada “La disciplina de la moda”. Fotografiada por Steven Meisel y protagonizada por la modelo inglesa Stella Tennant, emula artilugios de un caso de fetichismo de los años ’40 que es un secreto a voces entre seguidores de la moda: la cintura tamaño aguja o avispa de Ethel Granger, una precursora en adoración por esa prenda y también del uso de aros en el cuerpo –los pezones, los lóbulos de la oreja y la nariz– alentada por la idolatría de su marido hacia tales ardides.
La producción de Vogue arranca con un tailleur que simboliza lo oprimido pero poco a poco dejan salir del closet su fetichismo, irrumpen apologías de corsés con bizarras morfologías, derivado del corset Divorcio (un modelito del 1816 con patente francesa que separaba los pechos). Desfilan también corsés que lucen cual si un collar o gorguera engalanando un cuello y un vestido negro con cintura tan ceñida y minúscula que no parece real. Asoma en las elegantes tomas blanco y negro o con luces cual si de acuarelas de Meisel, alabanzas de piercings, de aros extravagantes con corsé, de zapatos stiletto con cordones que ciñen dispuestos en un brazo de la modelo. Emulando la disciplina, Stella practica una vertical en tailleur encorsetado y con tacos altos y modela diversidad de cinturetes de variada procedencia.
Tal disparador de artilugios bondage que recuerdan a los proclamados desde la revista Bizarre, la biblia de los adoradores de corsés y tacos de dominatrices publicada entre 1948 y 1957 por el también fotógrafo y dibujante John Alexander Scott Coutts, fueron inspirados en la disciplina por el uso del corsé que compartió el matrimonio Granger. La historia se enmarca en los años ’30, ’40 y ’50 en Inglaterra y recientemente disparó un libro de culto de edición digital –220 páginas con fotos y relatos de los rituales cotidianos tipeados por quien fue su marido y también el dictador de un estilo– que divulga la web www.EthelGranger.com
Se desprende de su anecdotario y también del texto que acompaña el especial de Vogue que cuando se conocieron ella era una joven “insignificante y recatada” que seguía a rajatabla la silueta holgada de los años ’20 que él detestaba. Pero cuando William Arnold le confesó que le encantaría sentir un corset en su cuerpo al abrazarla, la enunciación disparó en Ethel un viaje sin retorno en el uso y abuso de esa prenda.
Inicialmente lo sorprendió con un tímido corsé bajo un vestidito de día, pero luego Ethel comenzó a vestir el fetiche tanto de día como de noche y en sus escritos –que fueron tipeados a máquina por el astrónomo fetichista antes de que ambos muriesen circa 1980– afirman que su cintura se redujo al diámetro de treinta y tres centímetros.
En los diversos capítulos de la biografía que difunden los adoradores del corsé, agrupados en J. C. Creations, se documentan las tiendas de corsés y de tacos de veinte centímetros que frecuentó la pareja, de los encorsetados de Mme. Lorette a los de Laurence Linton, cuyos avisos solía publicar la revista London Life, también los modos en que ese ritual privado de la pareja y las maestras corseteras ingresó a los periódicos y la televisión de los años ’50. William, el estudioso de las estrellas y fan del corset, murió a inicios de 1980, ella vivió algunos años más y continuó encorsetándose a diario.
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