DEBATES
Aun cuando parezca monolítica la oposición de las religiones con más representación en el país a la despenalización del aborto, esta postura en contra del derecho a decidir de las mujeres sobre sus propios cuerpos no es una verdad revelada ni un dogma. Tanto en las iglesias cristianas –católica, evangelista o metodista– como en la religión judía hay voces disidentes dispuestas a dar debate y a poner en cuestión esta supuesta defensa de la vida de la que se apropia la prohibición y que oculta cuántas muertes de mujeres provoca el aborto clandestino.
› Por Luciana Peker
“Para el teólogo Santo Tomas de Aquino la vida se transformaba en humana cuando había animación y esto era a los cuarenta días en el caso de los hombres y a los noventa días en el caso de las mujeres (¡porque somos más lentas¡) pero no desde la gestación. Es importante saber que en la doctrina hay diferentes posiciones y en la Iglesia Católica también hay distintas expresiones como la teología feminista (que interpreta a la Biblia con ojos de mujer) o la teología de la liberación”, explicó María Teresa Bosio, integrante de Católicas por el Derecho a Decidir. Ella trasciende la teoría y lleva a la práctica la fe en el apoyo al proyecto por el aborto legal, seguro y gratuito que ya está en el centro del debate social en lo que resta de este año y del que viene.
“Nosotras somos disidentes de la jerarquía católica, pero queremos ser parte de ella. Hay muchas mujeres y varones que piensan como nosotras a favor de la despenalización del aborto porque genera víctimas dentro de los sectores más pobres”, resalta. “El aborto no es nuevo y tampoco el rechazo de la Iglesia. Pero sí ha cambiado la posición católica que no fue igual en toda su historia”, relató la filósofa feminista y legisladora porteña (hasta el 10 de diciembre) Diana Maffía. “El maestro Aristóteles decía que todos los seres humanos estaban destinados a ser perfectos (o sea, varones), pero que a las mujeres nos faltaba un poco de cocción. Somos como un microondas fallado”, ironiza Maffía. “Mientras que Santo Tomás y San Agustín deberían ser excomulgados antes que las feministas”, aleccionó, aun con ironía redoblada por su concepción sobre el comienzo de la vida. Y argumentó: “Es la mujer la que tiene que tomar una decisión ante el conflicto moral. El problema es que la imperfección que se nos ha asignado históricamente –por ser supuestas portadoras de una racionalidad de segunda– es la que justifica que no podemos tomar nuestra decisión sin preguntarle al juez, al médico, al marido o al cura simplemente porque, según esa antigua concepción, sus embriones cuajaron antes que el de las mujeres. Es interesante que la Iglesia descalifica a las mujeres que ponemos el cuerpo, la subjetividad, el intelecto y las emociones para que el embrión crezca. Ya que, aún con su concepción, el embrión no crece solo, sino gracias a las mujeres”.
“¿Por qué tenemos que aceptar la visión homogénea que determina quién es persona y quién no? –cuestionó el rabino Daniel Goldman, de la Comunidad Bet El, en un debate sobre religión y aborto convocado por la diputada Cecilia Merchán en el Congreso–. En la tradición judía hay una gran discusión acerca de si el feto es persona. La madre, en caso de peligro, tiene derecho por sobre la vida del hijo. Decimos peligro físico, psíquico, y yo le agregaría peligro con responsabilidad social. Así que este es un buen comienzo.”
“El año de la vida”, caratuló el Episcopado Argentino al 2011 con el afán de “priorizar en nuestra patria el derecho a la vida en todas sus manifestaciones poniendo especial atención en los niños por nacer como en nuestros hermanos que crecen en la pobreza y marginalidad”. Sin embargo, hay otros religiosos y religiosas que también luchan por la vida pero con otra visión de la y las vidas. “No sólo creyentes, sino creíbles”, es una frase de monseñor Pedro Casaldáliga que, tal vez, resuma no sólo posturas personales, sino la posibilidad de tener otras posturas ante los retos de la vida sin abandonar la fe. Es el caso del presbítero cordobés Guillermo “Quito” Mariani, quien después de publicar su libro Sin tapujos –en donde relataba una experiencia amorosa de su juventud–, fue castigado por la jerarquía eclesiástica. “En la Iglesia hay dos líneas –argumenta Mariani–. La conservadora tradicional y la que surgió luego del Concilio Vaticano Segundo. Esta línea, que vino con toda una serie de cambios que se estaban dando en la sociedad, apareció como irrefrenable, pero al tiempo reaccionó la postura conservadora que se puso a la defensiva. En este sentido, la posición de no dar el debate ignora los derechos de la sociedad civil. Además, su calificación del aborto –como una interrupción de la fecundación– tiene un sustento poco científico. En su historia, la Iglesia fue incorporando los avances científicos. ¿Por qué ahora no? Es una cuestión de autoritarismo.”
“Se ha manejado desde la tradición judeo cristiana el tema de la culpa como una forma de dominación de la condición humana de la que hemos hecho un negocio”, admitió Frank de Nully Brown, obispo de la Iglesia Evangélica Metodista en el seminario “Religiones, Matrimonio Igualitario y Aborto, alianzas con y entre actores religiosos por los derechos sexuales y reproductivos en Argentina” que se realizó el 14 de junio, en el Instituto Universitario Isedet y estuvo organizado por el Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) del Instituto Gino Germani, de la Universidad de Buenos Aires; Católicas por el Derecho a Decidir y el Instituto Hemisférico de Performance y Política, de la Universidad de Nueva York, con el respaldo de la Delegación de la Unión Europea en la República Argentina.
En el debate sobre la descriminalización del aborto hay una falsa dicotomía que los y las religiosas tienen como objetivo desarmar: “No hay que entrar en el debate a favor o en contra porque esto no es River-Boca. Yo no creí que iba a salir el matrimonio igualitario en la Argentina y salió”, apuntó el obispo de la Iglesia Evangélica Metodista. Y agregó: “Se ha manipulado sobre quiénes estamos a favor o en contra y no se puede discutir desde allí. El aborto es una circunstancia a la que se llega y a la que no se quiere llegar. Mi deseo es que ninguna mujer tenga que abortar en la Argentina y en el mundo. Es un deseo ambicioso pero es mi deseo. Sin embargo, no quiero que una mujer, si tiene capacidad económica, pueda salvar su vida y si no la tiene quede librada a su destino”.
La diputada cordobesa Cecilia Merchán, acostumbrada a ser la voz en las mesas de debates que escenifican en la televisión la idea de las dos campanas, traslada su experiencia como panelista a la reducción mediática del aborto como si se tratara de un ajedrez sin piezas grises. “La gran mayoría de los periodistas están a favor de la despenalización del aborto. Pero les encanta el circo y si tienen a mujeres agarrándose de los pelos y te ponen la ecografía con el feto de imagen de fondo mejor”, denuncia.
Desde otro sector, la diputada evangelista Cynthia Hotton promueve, junto a la Universidad Austral (vinculada con el Opus Dei), el “Protocolo por la vida”, que promueve la Asociación Cristiana de Iglesias Evangélicas de Argentina. Mientras que el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, priorizó durante su discurso en la tradicional caminata a la Virgen de Luján defender la vida “de los que van a venir”.
Sin duda, la advertencia es una amenaza a una reforma legal en la pelea contra el avance de la despenalización del aborto, que se va a discutir el 1º de noviembre, en la Comisión de Legislación Penal, del Congreso de la Nación. La diputada (hasta el 10 de diciembre) Merchán, contextualizó: “Es el proyecto que tiene más apoyo en el Congreso: lo avalan dieciséis universidades nacionales, doscientas cincuenta organizaciones sociales y cincuenta legisladores/as. Por eso, en base a la construcción colectiva, tengo optimismo respecto de la aprobación de esta ley. Pero los que están en contra se han unido y aggiornado porque hemos avanzado tanto que si no, están en el horno. Perdieron una batalla muy fulera (para ellos) que fue la del matrimonio igualitario y ahora están viendo cómo hacen para no perder otra”.
En contra de estos respaldos, las iglesias (evangélicas y católicas) que ya se unieron bajo el color naranja en la derrota de su postura pro heterosexualidad obligatoria, auguran que la religión va a aparecer como la gran enemiga de la posibilidad de decidir y de resguardar la salud de las mujeres. Sin embargo, no hay una sola religión. Ni una sola concepción de vida. “Se hace el juego de identificar a quienes estamos a favor de la despenalización del aborto como personeros de la muerte cuando la despenalización tiene que ver profundamente con la vida. Tenemos que apoyar que la ley salga porque está a favor de la vida”, diferenció De Nully Brown, quien profundizó: “Desde la pastoral proponemos redes de contención para no llegar al aborto y, en caso de que una mujer aborte, que la intervención se realice en un hospital público”.
En ese sentido, coincidió Maffía: “¿La represión es eficaz? Suponiendo que no la discutimos, igualmente, es totalmente ineficaz para defender la vida de los embriones y de las mujeres. Por eso, estamos a favor de la vida. Nosotras defendemos la vida y queremos una vida digna no sólo para el embrión”.
Por su parte, el pastor Lisandro Orlov, de la Iglesia Evangélica Luterana Unida, manifestó: “Es necesario sacar el tema del Código Penal para ponerlo en perspectiva de derechos humanos, del Evangelio y de los derechos de las personas. Esa es una necesidad de nuestra iglesia, es una necesidad pastoral. Pero también estamos apoyando la legalización porque tenemos que sacar el tema del aborto de la clandestinidad. El respeto de la autonomía es un valor que no podemos negociar. El cuerpo humano es el primer espacio donde ejercemos los derechos de ciudadanía. Nuestra Iglesia decidió, a pesar de las tensiones dentro de nuestra propia comunidad, que no podemos guardar silencio. Teníamos que hablar porque nuestro silencio nos hacía culpables de la cantidad de mujeres pobres que mueren cada día en América latina. La legislación prohibicionista ha mostrado que no está protegiendo la vida. Y yo quiero proteger la vida”.
El otro fracaso de la prohibición del aborto es su falta de efectividad. Bossio, de Católicas por el Derecho a Decidir, cuestionó el poder de la jerarquía eclesiástica para convencer a sus fieles de no ejercer las prácticas que critican. “La prohibición religiosa no ha disminuido la cantidad de abortos”, sentenció. Los argumentos de Goldman también coinciden: “El aborto se practica le guste a la vecina, al maestro, al juez, al religioso o al legislador”. El obispo De Nully Brown agregó: “La penalización del aborto no salva vidas. Ni sirve para nada. Han crecido la cantidad de abortos y de muertes. Pero además, para penalizar realmente los abortos tendríamos que tener un Estado gendarme que vigile a todas las mujeres en edad fértil, y aún así –descartó– se castigaría a la mujer porque es muy difícil encontrar al hombre hasta si se hace un ADN. Por eso la penalización del aborto, en realidad, es inaplicable”.
El también cuestionó las frases rimbombantes que alientan a continuar los embarazos, pero que ocultan la cantidad de mujeres de fe que interrumpen esos embarazos. “Hay mucha hipocresía porque esto también les ocurre a las mujeres católicas, evangélicas y musulmanas”, desnudó.
“La defensa de la legalización del aborto en un hospital público se contrapone al comercio clandestino que gana con la penalización del aborto y que mueve mucho dinero. No sólo los religiosos hacen lobby en el Congreso, también los que ganan con ese comercio”, sentenció De Nully Brown. “¿Qué es el aborto?”, se preguntó Maffía. Pero la respuesta no fue filosófica sino constante y sonante: “Es un gran negocio que mueve millones y en el que tienen que gastar, muchas veces, su poquitísimo dinero las mujeres más humildes. Por eso, se opusieron al aborto la Facultad de Medicina y Asociaciones de Ginecología. No son casuales estas objeciones. El dinero mueve al mundo y a veces llega al útero de las mujeres”.
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