Vie 21.10.2011
las12

ENTREVISTA

Como potra desbocada

Entre volados centelleantes y mantones de Manila, Cecilia Milone, Valiente y sentimental, festeja sus 20 años en el espectáculo, contando parte de su vida y cantando temas clásicos españoles, entre los que mecha algún tango, unos besos brujos, fragmentos de comedias musicales.

› Por Moira Soto

Entra en escena como un tornado colorado y blanco con su traje de inspiración gitana, morena clara de ojazos renegridos y labios de rubí, de rojo carmesí... Cecilia Milone ha decidido celebrarse a sí misma, sus 20 años de una carrera que arrancó a lo grande, haciendo a Mina Murray en Drácula, el musical de Campoy Cibrián y Mahler. Y continuó con hitos como su presencia en la tira Gasoleros, la edición de CD de tangos y boleros, giras, participación en revistas, en espectáculos veraniegos como Mujeres bonitas, hasta que presentó en 2008 Amores de tango, en calidad de intérprete, creadora y directora. Es decir, los mismos roles que cumple en Valiente y sentimental, reciente estreno en el Maipo Kabaret, donde la alta y flexible Milone se da casi todos los gustos: rendirles tributo a Lola Flores y a Rafael de León, a la España de la zarzuela y también a la cañí, sin dejar de lado el tango. Asimismo, reparte “Besos brujos”, vuelve a “Soñar” hasta enloquecer en el rol de Mina e incluso se permite un toque de El hombre de la Mancha, seguido de algunos versos de La vida es sueño, de Calderón. Con una voz virtuosa, plena en color, volumen, espesor, Cecilia canta “Por ti contaría la arena del mar... Por ti yo sería capaz de matar...”, y se diría al verla y escucharla que es muy capaz de cumplir esas promesas.

¿De dónde salen esas energías arrolladoras que desparramás en escena, donde demostrás que no le temés al exceso, a la desmesura?

–La verdad es que tenía que hacerle honor al título del espectáculo, extremar los sentimientos y la manera de expresarlos, sin apelar a ningún cálculo. Ir por toda la intensidad verdadera, apostar en ese sentido. En cuanto a la energía, te diré que yo soy bastante incansable, no es fácil seguirme el tren, ¡A mí misma me cuesta seguir mi propia velocidad! A veces pienso que por eso soy tan flaca sin haber ido nunca a un gimnasio... Me reconozco temperamental e inquieta, aun en la alegría.

¿Consumiendo calorías todo el tiempo? ¿Por eso el cuerpo fibroso como el de una bailaora?

–Sí, consumiendo sin parar... Y es verdad, me encuentro esa semejanza, esa coincidencia haciendo algunos de los temas del espectáculo.

¿Ciertas canciones españolas, cierto cante te piden esa entrega a ultranza, quizá mayor que en otros géneros que cultivás?

–Es que si te le animás a este repertorio no podés apichonarte. También debo decir que a la hora de cantar con ese despliegue y esas emociones me siento muy respaldada por la técnica tan trabajada que tengo. Pero como te decía, desde el vamos supe que tenía que ir por todo, nada de quiero y no puedo. Si no, iba a quedar una cosa maricona y desagradecida. Si te metés en determinados territorios, no lo hagas por la mitad.

Aparte de los requerimientos del canto ¿este show te exigió una preparación física para hacer con precisión pasos y gestos del flamenco?

–Mirá, si bien la intención no era expresamente bailar, es cierto lo que observás: necesitaba como una estética que tuviera esa impronta. Fue lo que consiguió extraordinariamente Analía Raimonde, sin ser yo una bailarina de carrera. Es decir, tengo técnica de canto pero no de baile. Por eso me parece tan interesante y lograda la puesta coreográfica que diseñó Analía.

Lo que hacés en escena es una suerte síntesis del baile flamenco en tus desplazamientos, los movimientos del cuerpo, los brazos, las manos...

–Exacto. A Analía tuve la suerte de conocerla cuando hacíamos Arráncame la vida, y entonces advertí que tenía ese don de crear conceptos coreográficos, que obviamente resultaron ideales para Valiente y sentimental... Porque no quería ni necesitaba imitar a una bailaora, sino encontrar el punto de afinidad con esas mujeres tan fuertes y definitivas en sus movimientos. Con esa elegancia y ese garbo inscritos en ADN.

Para completarla, en la parte gitana llevás un suntuoso vestuario que es como un guante ceñido al cuerpo, revelando hasta el más leve meneo.

–Con el vestuario pasa un poco lo que con la marcación coreográfica: con Javier Peloni que hizo los diseños, intentamos encontrar esa línea que diera la esencia, esa idea de lo gitano y lo español. Pero básicamente, quisimos resaltar la estética de las bailaoras, que llevan aros grandes y no collares ni pulseras, porque se mueven mucho con las manos y hacen palmas. Queríamos que los trajes tuvieran esto de ir ajustados hasta un punto de la cadera, respetando la imagen clásica que el público reconoce.

Aparte de imaginar, ensayar y dirigir, te pusiste también a escribir la dramaturgia. Porque está claro que ese tono espontáneo tiene un soporte detrás.

–Claro que me puse a pensar y a escribir. Yo siempre he hecho en mis espectáculos un monólogo de humor, pero en esta oportunidad hay bastante más. Incluso me animé a mostrar una poesía mía en el inicio: siempre he sido muy pudorosa respecto de dar a conocer textos míos más comprometidos, pero en este caso me pareció que valía la pena atreverme a mostrarlo porque tenía que ver con esta suerte de renacimiento mío con relación a la profesión que trato de transmitir.

¿Cómo fue que optaste por el repertorio español, el homenaje a Lola Flores?

–Nunca había cantado este repertorio pero siempre fui una apasionada de los géneros españoles, Rafael de León es definitivamente mi poeta favorito, junto con Enrique Santos Discépolo. Por eso hago un fragmento de una poesía de Rafael –“Muerta de amor”– mezclada con “Martirio”, tango discepoliano por excelencia.

Alguien que nunca te escuchó cantar y te viese en el Maipo actualmente, podría pensar que lo español te brota directamente de las vísceras...

–En parte ha de ser la sangre de mi abuela madrileña que circula por ahí... Pero lo cierto es que me encuentro muy a gusto, me resulta natural y propio hacerlo. No hace falta que te explique que me siento muy representada por el tango, pero hay algo en las canciones españolas que sí, me expresa en una zona. Algo más roto, que te permite hacer los temas más a tu modo. El tango, si bien lo podés frasear a tu manera, tiene una estructura quizá un poco más prolija si se quiere, más estricta. A mí no se me ocurriría tirarme al piso en medio de un tango. En cambio, en “Pena, penita, pena” fui yo la que le dije a Analía Raimonde que quería hacerlo, y ella me dio carta blanca para ver qué pasaba. Y una vez que lo hice y vimos que funcionaba, dibujamos un poquito la situación, en qué momento me podía volver a parar, que fuera estética esa bajada y esa subida. Sí, sin duda lo español te da licencia para ciertos desmadres con tu sello personal.

¿Cómo fue el proceso de escribir los textos que hacés a lo largo del espectáculo?

–Trabajé sola, luego de investigar mucho. A mí me suele pasar que se me ocurre un espectáculo, me parece que me tocó la inspiración, que ya lo tengo... Y luego caigo en la cuenta de que hace meses, mucho tiempo que vengo vibrando en esa dirección. En realidad, hace dos años que reviso cosas tantas veces vistas y escuchadas, que releo y encuentro nuevos materiales sobre todo de Lola Flores, también de Rafael de León. Pero a partir del 25 de abril pasado, que yo considero el día de la bajada de musas, me puse a trabajar sin descanso, apasionadamente. Pensándolo, madurándolo, yendo y viniendo de atrás para adelante, reescribiendo. Siempre con la clara intención de sostener ese título, nada de quedarme en la superficie.

¿No te tentó la idea de hacer algún Lorca del Romancero gitano, por ejemplo?

–No te creas que no estuve ahí, me releí la obra entera de Federico. Pero a la hora de tomar decisiones, de tratar de ser rigurosa, me decanté esta vez por mi afinidad con Rafael de León en los poemas, que además combinaba mejor con el repertorio de temas. No quería recargar, por eso el fragmento que recito de La vida es sueño, de Calderón, es muy pequeño y resulta accesible para todo el mundo. Quería hacer un espectáculo bien popular.

Aparte de los trajes aflamencados y otros de inspiración hispánica, te calzás uno de torero con todas las luces y lo explicás con mucho humor.

–Sí, es que ese traje da para hablar mucho acerca de la ambigüedad sexual. Pero ante todo, quise homenajear a las mujeres toreras, que las ha habido. Me parece importante recordarlas en un mundo donde hay cada vez más presidentas, más mujeres en cargos que antes eran exclusivamente de los varones. Y por otro lado, sí, me resultaba divertida la excusa para contar lo complicada que fue mi llegada a este mundo, mi nacimiento, teniendo que torear a la vida. Y también, por supuesto, está el tema de la ambigüedad y el equívoco, porque se supone que el torero es el colmo de la virilidad, que encanta a las mujeres... Y ese traje es bastante maricón, más femenino que masculino, si hay que decir la verdad: tan apretado, con esos brillos y colores, por favor.

¿Mucho renunciamiento a la hora de elegir los temas?

–Mucho, sí. El 29 de agosto se cumplió el nacimiento oficial de mi nacimiento artístico y un grupo de amigos vino a ver una suerte de ensayo, aun no era una pasada general, y ahí probé los tiempos del espectáculo. Saqué dos temas de un tirón, cambié de lugar otro, resolví que un vestido muy lindo pero tranquilo, no de alta gama como los demás, no condecía con el conjunto y lo quité. De modo que me quedó para lucirlo en algún evento...

Esos consejos que se proyectan después del fragmento de la zarzuela “La corte del faraón”, parecen sacados de alguna publicación de la época franquista.

–Se me ocurrió armarlos como una continuidad de los que le dicen en la zarzuela estas tres viudas a la chica que se casa. Me pareció gracioso ponerlo como una publicidad. Son tan ridículas esas recomendaciones que sólo se pueden tomar con ironía, mostrando cómo las mujeres tenían que estar al servicio de los varones hasta no hace tanto. Por eso la estética de los ‘50 en las fotos que los ilustran. Los escribí inspirándome en ese texto que hoy nos suena tan increíble de “La corte del faraón”. Jugué con la idea de una revista femenina antigua, de ésas que te decían que tenían que estar al servicio total del marido, ser muy hacendosa. Tengo una amiga que hace cosas de artesanía con revistas de otras épocas y me estuve fijando en el estilo de redacción, el tono con se dirigían a las mujeres. Quizás por eso te resonó la época. Me gusta que hubiera una intención detrás del chiste. Lo mismo con la broma del matrimonio igualitario que alude a la evolución de las costumbres, a un avance muy grande: hace 60 años eran naturales esos consejos que hoy ninguna mujer mínimamente independiente aceptaría, y por suerte ya no sorprende que se casen dos hombres o dos mujeres.

En este país donde casi nadie nace en ningún año, donde en las solapas de los libros, los catálogos, los programas de mano todo el mundo nace en tal ciudad, pero sin fecha, vos proclamas orgullosamente tus 42, a toda marcha y con tu cara sin intervenir.

–Me parece un horror todo ese tema de las cirugías, que se borren los rasgos de tu personalidad, te lo juro. Estoy totalmente convencida de que parte de la liberación de las mujeres sería aceptarse y quererse según pasen los años. Cuando me preguntan qué me parecen los hombres con poder, respondo: “Me encanta la gente poderosa, pero poderosa sobre sí misma”. Ese poder te lo da la libertad con que sos capaz de manejarte, de elegir sin presiones. Y parte de esa libertad es decir: Señores, tengo esta edad, tengo esta cara, tengo este cuerpo, tengo esta historia. Es muy cierto lo que señalás: en general, ni las mujeres ni los hombres ponen ese dato en su CV. Si yo digo sobre el escenario “tenía 7 años cuando iba a guitarra al sindicato de Luz y Fuerza, y dejé de estudiar cuando ocurrió el golpe militar”, ya estoy hablando de mi edad, ¿se supone que tengo que rebajarla? No, es muy complicado, además de mentiroso.

También es verdad que estás espléndida físicamente.

–Aunque no estuviera tan espléndida como vos decís, pregonaría igual mi edad. Sobre todo si estoy hablando de la historia de mi vida. Porque tiene que ver con mi identidad, con mi modo de ser sincera y autónoma. Mirá, la belleza que me interesa pasa por otra parte: por ejemplo, repasando videos de Lola Flores encuentro algunos donde aparece con todo el maquillaje corrido, la cara muy fruncida, el ceño contraído, donde se nota que solo le importa su arte. Para mí es un placer y una emoción ver esas expresiones tan extraordinarias en su rostro, tanto más hermoso que otros botoxeados y colagenados. Hermoso y genuino el rostro de la Faraona.

Pero es evidente que vos no tratás de hacer ni una copia ni una imitación de Lola Flores en tu espectáculo.

–Para nada, en todo caso, puede aparecer algo en lo que yo siento que me asemejo, con lo que me identifico. Siempre he pensado que a esos artistas que una admira, que pueden incidir en tu vocación, se los toma un poco como familia directa, Entonces te puede suceder –como con tus padres– que probablemente te inicies imitándolos, hasta que encontrás tu propia voz, en la que inevitablemente, de algún modo, estarán presentes aquellos que te inspiraron, te motivaron.

¿Estás en plena ebullición con esta experiencia de Valiente y sentimental?

–Estoy feliz porque siento que me acerco mucho al espectáculo que soñé, y para el que no escatimé nada. Puedo cansarme en algún momento, pero a la vez siento que mis energías se renuevan de continuo. ¤

Valiente y sentimental, en el Maipo Kabaret, Esmeralda 443, 4322-4882, (www.maipo.com.ar), miércoles a sábados a las 21, domingos a las 20.30, a $100 y $120 (consumición incluida)

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