ESCENAS
Una obra en la que el cuerpo no es sólo una herramienta de expresión, sino que es el objeto mismo de lo que se busca expresar: sus límites, sus incomodidades, sus rutinas cotidianas.
› Por Paula Jimenez
A poco de comenzar, una de las protagonistas presiona el hombro de la otra y después la suelta, haciéndola saltar como un resorte. La acción se repite mecánicamente, los saltos cada vez son más elevados. No habrá diferencia entre este resorte humano y el muñeco que un rato después brotará de la mano de la talentosa actriz y titiritera Daniela Fiorentino, conducido de aquí para allá por todo el escenario. Ni diálogos, ni monólogos, ni balbuceos. Nada. De vez en cuando un grito gutural, como de bestia, es la única forma de la voz que aquí se escucha. Lo demás es música. En esta obra, el cuerpo como herramienta expresiva es lo que habla. Y lo hace a través de ese títere –que es su prolongación–, de las acciones dramáticas y de la danza.
En Cuerpo extranjero se desarrolla impecablemente una poética. Y como toda poética ésta también busca manifestar conflictos no tan asequibles al pensamiento consciente, cuestiones que van más allá de las explicitables por la razón. La incertidumbre existencial que nos acompaña mientras hacemos –como podemos– nuestra coreografía cotidiana o la ajenidad que sentimos frente al espejo, podrían ser en esta obra algunas de ellas. La increíble bailarina Inés Armas –integrante del elenco junto a Fiorentino– y el títere, su doble en este caso, llevan adelante un divertido juego especular. La sincronía entre ambos es tal que no se sabe quién emula a quién, de qué lado del espejo está la persona y de qué lado está el muñeco. En otro momento los cuerpos forman un todo indiferenciado y entre Fiorentino, Armas y el títere se genera un ominoso amalgamamiento que reproduce ciertas formas vinculares que aterrorizan. De este amalgamamiento resultará después un grupo familiar que se desplaza de frente al público, de izquierda a derecha, tomado de la mano. Está compuesto por las actrices y dos muñecos. Ellas, con la cara tapada, simbolizan a las figuras parentales y ellos, que no tienen rostro, a sus hijos.
Involucrarse con las temáticas del cuerpo es hablar de su incomodidad, de su inadecuación. Este resiste todo intento de ser domesticado, de volverse unívoco y acotar su significado. Y a veces se esclaviza también: repite mecánicamente acciones, costumbres, hábitos. “Nos equivocamos al decir: yo pienso, deberíamos decir: me piensan”, afirmaba el poeta Artur Rimbaud, para hablar de ciertos mandatos culturales a los que obedecemos sin darnos cuenta. Pero estas ataduras se liberan en Cuerpo extranjero cuando Inés Armas pega jugados brincos y toca con sus dos pies lo alto de una pared o cuando baila desnuda, dorada por la luz, arrastrándose por el piso. Aquí, si bien permanece apegada a la tierra, sale del encierro de su cuerpo y libera con sus movimientos aquello que en él estaba contenido. La imagen opuesta es la de Fiorentino llevándola de la mano hacia el fondo del escenario. En este caso, el cuerpo de Armas totalmente doblado, encogido, sin resistencias ni firmeza, emula al de un animal domado, carente de voluntad.
En esta puesta, básicamente hecha de luz y sonido, hay dos elementos escenográficos, una silla y una montaña de estopa gris. Gris como la cabellera de Daniela Fiorentino. En su cabeza, pelo y estopa están mezclados. Y estopa es a su vez lo que las actrices sacan del interior del títere hasta vaciarlo (total, después harán aparecer otro). Sangre, consistencia, información genética: todo esto simbolizado por este material sin valor que termina diseminado en el escenario. Un reguero de estopa se ve entonces, como decir aquí no ha pasado nada, o nada cuya forma podamos reconocer. El panorama es desolador entonces, como después de una guerra.
Cuerpo extranjero es el producto del iluminado encuentro entre Daniela Fiorentino y la Cía. Móvil, fundada en 2006 por Inés Armas y el brasileño Fagner Paván. Paván dirige esta obra cuya música fue compuesta especialmente por Ignacio Oñate. El concepto de vestuario es de Lucas Marín.
Cuerpo extranjero, El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034, Capital Federal Buenos Aires Argentina. Teléfonos: 48632848 Entrada: $45,00 y $30,00. Jueves a las 22, hasta el 24 de noviembre.
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