Viernes, 10 de febrero de 2012 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Alta costura para el pueblo y opulencia pop se vieron el pasado domingo 5 de febrero en el Super Bowl de la mano de Madonna, con sus ensambles de Riccardo Tisci –el diseñador de la maison Givenchy en versión barroca–, no sólo resumen del nuevo golpe maestro de la moda y el marketing musical sino anticipo de lo que será su nuevo disco y la gira mundial que comenzará en mayo.
Ataviada de faraona, de reina she-ra (el comic de Reina del Poder ideado por Mattel circa 1980), de reina madre de un sambódromo y también de sacerdotisa del soul –con abrigo negro de cuello mao con lentejuelas– logró cautivar la atención de los seguidores de la moda tanto como si se tratase de una semana paralela de moda y rock.
Los atavíos en cuestión remitieron a un comienzo de desfile o show montado sobre una carroza. Ella engalanada con una capa dorada que ni Gary Glitter ni Elvis Presley lograron ostentar en el apogeo de sus encargos a costume designers y que abrigaba un vestidito negro corto con tablas, una corona, pendientes de oro blanco y brillantes de Bulgari.
La aparición admitió gladiadores, escenas dignas de un péplum ambientado en la discoteca (profusión de piezas de metal dorado, cristales, tachuelas y lentejuelas). Tales son las coordenadas de Givenchy Alta Costura.
Para ilustrar su versión 2012 de Vogue, se sucedieron proyecciones en Cinemascope de portadas de esa publicación de moda y de su propia galería fotográfica.
Hubo quienes se quedaron estupefactos con los ardides grandilocuentes, tal vez resulte imposible no caer en ese trance de haber estado en una final de fútbol. Pero para quienes lo vimos en televisión y luego lo percibimos multiplicarse en miles de posteos en las redes sociales, la imagen maximalista provocó cierto tedio. Pensé que Madonna podría considerar volver a contratar a Jean Paul Gaultier o bien innovar con imágenes inéditas (¿volver al momento de emular a Eva con sus trajecitos de pied de poule?), recurrir a diseñadores ignotos, peinarse son un chignon como en la época del video “Express your self”, lucir mal peinada y sin tanto artificio (como en “Like a Virgen”), o, en el mejor de los casos, despojarse de la larga melena con rizos que recuerda a Rapunzel.
Tal vez las respuestas estén en el clip de su nuevo single “Give me all your luvin”, donde caracterizada cual porrista, junto a la nueva generación de músicas que simbolizan M.IA y Nicki Mina y lanzándose en brazos de una orquesta de jugadores de fútbol, revisita el estilismo de antaño, la profusión de crucifijos con corpiño balcón asomando bajo un escote, el uso del encaje blanco emulando a Marilyn Monroe y también a Jean Harlow, quienes alimentaron su vasta galería de influencias estéticas en “Material Girl.”
La cruza de alta costura kitsch con pret à porter que aportó el fugaz concierto y que documenta un video, además de certificar los enunciados de Tisci (“La gente dice que todo tiene un límite, pero los límites no existen para Madonna”), es la coartada perfecta de la cantante para difundir “Material Girl Collection”, la firma en la que debutó como diseñadora su hija Lourdes, que también organiza concursos de modelos emulando looks de la diva y donde un codiciado anillo con forma de araña ya se agotó en la cadena Macy’s (el perchero admite medias de red, crucifijos, rescates del fondo de placard de Madonna en sus comienzos, cuando aún no tenía presupuestos millonarios).
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