MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
La imagen de la modelo de culto Kristem McMenamy, con su pelo blanco peinado cual si un sombrero hongo o un halo –varias de las demás modelos llevaron el mismo artilugio capilar pero moreno–, un vestido blanco con bordados y emulando a la novia hechicera de una historia de fantasmas, en el acto de tirar de una cuerda inmersa entre la pasarela de hojas, para así dar lugar a la imagen de un establo y acto seguido una discoteca y una rave con epicentro en la naturaleza resume el drama y el humor que asomaron en Londres, durante la presentación en pasarela de McQ.
Se trató del primer desfile de la firma más democrática o segunda línea que lleva el nombre de Alexander McQueen y que diseña Sarah Burton, quien fuera su principal colaboradora, y también un artilugio previo a la apertura de su primera tienda en Londres y en Dover Street.
Pero en las 36 pasadas irrumpieron tanto variaciones sobre la sastrería de Saville Row, chaquetas con citas a la militaria en gamas de marrón y verde oliva con cinturas encintadas mediante ornamentos de metales, trenchs de cuero negro con guiños góticos y al punk rock y un apartado de ropa masculina streetwear elegante.
Entre unos y otros cautivaron vestidos cortos con minicrinolinas y faldas tutú, atiborradas de flores y abrigadas con sublimes chaquetas cortas en negro, tshirts con encajes y transparencias que el manual de estilo de McQ indicó llevar debajo de un vestido recto y corto en tonos borravino. De un paneo por el look book de la marca se reconocen guiños retrospectivos a siluetas y trajes para presentaciones de alta costura, pero adaptados a nuevos modos de consumo. Si bien denotaban manos y talleres de alta y buena costura, se aproximan más al lenguaje de la moda democrática y accesible que parecer ser el nuevo desvelo de las principales firmas.
A pocos días de cumplirse dos años de la muerte de McQueen, de los altares improvisados con estupor por los fans de sus pañuelos con calaveras frentes a todas las tiendas del diseñador, la continuadora de su obra demostró que la casa y el clan McQueen gozan de buena salud y que no perdió el ímpetu por provocar en la pasarela pese a los nuevas exigencias del marketing ante el alicaído escenario mundial.
Y Sara Burton, quien en la pasada final lució su robusta silueta en jeans, su pelo rubio algo despeinado y una camiseta cual acostumbraba hacer Lee, sin un ápice de haberse creído el gran circo mediático que provocó su vestido de novia para la boda de Kate Middleton con el príncipe William ni la fiesta y el protocolo de Buckingham. La diseñadora de Manchester, graduada en la Central Saint Martins, en 1996 inició lazos con la firma cuando un tutor de sus estudios de moda le sugirió una pasantía en McQueen. En 2000, asumió la labor de jefa de diseño de las colecciones femeninas, y desde 2010, tras el suicidio de Lee, el grupo que comanda François Pinault (el esposo de Salma Hayek) le encomendó ser la sucesora del clan gótico con prédicas a la sastrería y al rescate de los oficios de antaño, sumados a puestas en escena absolutamente innovadoras, muchas de ellas realizadas junto al director de arte Simon Costin, otras junto a Sam Gainsboury. Rebobinando al inicio de esta trama y al final del show, Kristen develó que la fiesta simulada en la pasarela enclavada en una selva transcurría en un club llamado Core donde abundaban botellas vintage de licor.
Más info: www.mcq.com
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