Viernes, 2 de marzo de 2012 | Hoy
RESCATES
Agripina
Por Aurora Venturini
Esta acibarada criatura nació de la pareja imperial formada por Germánico y Agripa, en el período comprendido entre los años 13 y 17 de nuestra era. En su tiempo de infancia ya cometía acciones perversas con los cortesanos, y crueldades con niños y animalitos domésticos.
Jovencita y conocedora de todos los desniveles sexuales que podía ejercitar sin censura, dada su calidad aristocrática, tras la que se guarecía, contrajo nupcias con Dominicio Aenobarbo, el año 23, y floreció en el cogollo Lucio Domisio Nerón. De extraña forma falleció este primer marido y enseguida la avispada mina pescó a Crispo Papiano, y asimismo de inmediato lo envenenó. Para distraer el paréntesis solitario, trepó a la cama de su hermano Calígula. No conforme con el incesto, cometió adulterio con el cuñado Lépido. Drusilla, enojadísima ante el adulterio de la hermana con su marido, se quejó ante Calígula, quien dictó decreto de exilio de la doblemente maldita.
Reinaba en Roma Claudio, casado con Mesalina, a la que mató o mandó matar, que para el caso es igual... Sabido es que Claudio, medio paralítico y tartamudo, era tío de Agripina. Regresada del exilio y algo empalidecida, gustó a Claudio que a causa del parentesco sanguíneo la chica le estuviera prohibida.
Un mandatario manda, cual su nominación lo proclama. Claudio emperador, luego de algunos trámites de oficina, logró dispensa y se encamó con la sobrinita. Puntualizaremos que Agripina aportaba un hijo de su primer connubio, Nerón. Claudio, un hijo en idénticas circunstancias, Británico.
La doña, con malas artes, obnubiló a Claudio, que haciendo a un lado las justas pretenciones de Británico, eligió a Nerón para que le sucediera ni bien él finara.
Con falsas acusaciones presentadas ante los senadores (todos ellos togados de blancos hábitos) consiguió la pérfida mujer que condenaran a muerte a Silano, esposo de Octavia, que naturalmente enviudó, siendo candidata a contraer nupcias con Nerón, por entonces aún casado.
Agripina sabía planificar y simular bondad infinita ante la plebe, que aplaudiría a su fatal vástago ni bien ella envenenara a Claudio y el muchacho ocupara el regio sillón.
Impaciente, porque falló dos veces en prueba de exterminarlo, lo envenenó con un tóxico recetado por el médico Jenofonte, que se lo ofreció en vaso de oro diciéndole: “Beba, majestad, que le hará bien”.
La crueldad más siniestra inspiró muchos de los desaguisados cometidos con su descendiente emperador Nerón. No quedó vivo ni un solo ciudadano que no votara al partido y recordara al finado Británico.
Se supo que este hijo de Agripina tenía un serpentario particular con cuatro víboras del Nilo, que no eran venenosas, sino pura pinta para asustar a las chicas y a los señores timoratos, y que en el aposento matrimonial los blandía cual rebenques contra el endeble físico de su mujer, dejándole la epidermis color de uva chinche.
Mientras esa desdichada emperatriz sollozaba, se desmayaba, el cruel cónyuge yacía en otro lecho con su propia mamá. Indudablemente, Nerón se mostraba déspota y capaz de asesinar a cualquiera. No debe sorprender que buscara la forma de cometer matricidio. Tres veces trató de intoxicar a su mamá con veneno disuelto en vino de muy buena calidad.
Entonces la invitó a navegar por el mar y durante unos juegos marítimos hundió su barco; pero la mina nadó hasta la orilla mediterránea y se salvó.
Nerón pulsó su lira y cantó un salmo de gratitud a los dioses del Olimpo por no permitirle cometer crimen tan horrendo.
Observaba a los plebeyos a ver si aplaudían. De no hacerlo, les amputarían las manos. Aplaudían. Juró no matar a su mamá.
El año 59 de la era cristiana, Agripina, que conocía el poema de su hijo y el juramento inspirador, se tranquilizó. Luego, primero una y más tarde suicidado el otro, luego de convertir a Roma en una nube de humo, madre e hijo murieron.
En el otro mundo, Nerón se encontró a Agripina.
Cuenta la leyenda que prosiguieron con sus hábitos y amaneramientos.
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