Viernes, 9 de marzo de 2012 | Hoy
SALUD
Desde la década del ’90 se volvió una costumbre medicar a los niños y niñas que no encajan en las expectativas de sus padres, madres o maestras y que suelen ser rápidamente diagnosticados siguiendo el manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales que desde Estados Unidos se impone como guía en buena parte del mundo. Una respuesta tóxica para las dificultades de atención de quienes nacen en un mundo regido por la tecnología, pero se les sigue enseñando con métodos de dos siglos atrás.
Por Luciana Peker
La cultura digital se vuelve vertiginosa y el vértigo de la infancia, enemigo de la seguridad moderna. Los ojos se tienen que mover todo el tiempo. Pero las nenas tienen que estar quietitas. Las que no lo hacen, molestan. Y si molestan –y molestan mucho–, la solución es medicalizarlas. La tendencia a patologizar la infancia arrancó en los noventa. Ahora sigue creciendo. Con algunos hechos que sirven como fertilizante: la escuela sigue quieta, la tecnología es como un hechizo y las nenas ya no son sólo desatentas sino que ahora son casi tan hiperactivas como los varones. La equidad genera que se iguale para abajo en el diagnóstico y el (mal) remedio: medicar el aburrimiento o los hechos traumáticos –como la violencia familiar o los abusos sexuales– que se esconden detrás de los síntomas que se pretende enmascarar con pastillas.
“Al principio a las nenas las diagnosticaban como distraídas (ADD). Era el estereotipo de la nena fantasiosa que está en la luna, pero no hiperactivas (ADHD), eso les tocaba a los varones porque se supone que son más movedizos. No se podía ver que hay cuestiones de género como, por ejemplo, que a los varones les está permitido expresarse con el cuerpo y que lo pasivo está inmediatamente asociado a lo femenino. Sin embargo, la psiquiatría norteamericana todo lo atribuye a lo biológico y no a los estereotipos de género. Igualmente, ahora estamos viendo cambios, como por ejemplo, cada vez más nenas hiperactivas con ADD con H. No nos alegra el cambio porque ellas también la ligan con medicación. Las nuevas generaciones son muy distintas y las nenas tienen tantos problemas de conducta como los varones. Hace treinta años, en un gabinete psicopedagógico de una escuela, era una rareza que viniera una alumna. Actualmente, no es de igual a igual, pero no pasa una semana sin que sea derivada alguna”, dispara Gabriela Dueñas, que antologó La patologización de la infancia ¿Niños o síndromes? para Editorial Noveduc. También recogió diversos artículos, junto a León Benasayaga en Invención de enfermedades, traiciones a la salud y a la educación. La medicalización de la vida contemporánea. Mientras que ADDH. Niños con déficit de atención e hiperactividad ¿Una patología de mercado? es una mirada alternativa con enfoque multidisciplinario en el que escribió junto a Juan Vasen y Mariana Carbajal (periodista de Página/12), entre otros autores.
Dueñas, además, terminó su Licenciatura en Educación con una tesis sobre “Los discursos de género en las maestras de escuelas católicas”. El discurso del docente produce efectos. Si en un patio una maestra se cruzaba con dos chicos empujándose les decía que no se lastimaran y, en cambio, a dos chicas las retaba: “¡Les parece que una señorita se esté agarrando a piñas!”. Ahora eso cambió. Y estamos viendo nenas con hiperactividad, pero no es para festejarlo”, advierte.
No se trata de un futuro de mujeres más empoderadas, sino más dominadas por los laboratorios. ¿Tanto? Tanto como la diferencia entre la posibilidad de medicar para poder tratar a un niño o niña con un cuadro de angustia crítico y de medicalizar para neutralizarlo/a. “No cuestiono la medicación, sino la medicalización, que es el abuso de la medicación. Hay avances en medicina y se mejoró la calidad de vida de los sujetos. Por eso, cuando no hay otro remedio, se apela, de manera transitoria, a una droga”, propone sin descartar los avances científicos para un tratamiento eficaz. El tema es cuando se pasa de una situación en que no queda más remedio a cuando hay sobredosis de remedios. “La medicalización actual es una forma de disciplinamiento posmoderno. Antes se los castigaba. Ahora a los niños que no prestan atención en clase o no hacen caso se los aquieta químicamente.”
Dueñas es psicopedagoga y Licenciada en Educación. Además, integrante del grupo forumadd, que se dedica a cuestionar la catalogación de la indisciplina escolar como una patología made in USA y con una solución peligrosa. “Desde hace varios años se hacen diagnósticos en base a un manual estadístico de trastornos mentales que nos mandan de Estados Unidos, donde a toda dificultad o problemática se la llama trastorno y se los explica a partir de supuestas deficiencias neurológicas de carácter biológico en el que se omite la historia y condiciones de vida del sujeto insistiendo en que todo se explica a través de los neurotransmisores. Supongamos que estás triste porque se te murió un ser querido: a esa tristeza el manual la transforma en depresión, pero esa tristeza es un duelo y es normal y, entonces, miramos como enfermo algo que no es enfermedad. Luego se le indica al paciente un antidepresivo que te va a hacer sentir menos triste mientras dure el efecto en sangre. A partir de ahí nació la industria de tener un remedio y después inventar la enfermedad”, denuncia.
–El ADD (deficiencia atencional con o sin hiperactividad) es el caso testigo de la medicalización de la infancia y se manifiesta según el manual estadístico de trastornos mentales que está escrito por la Asociación de Psiquiatras Americanos que, según denuncias, son socios de los laboratorios multinacionales. Para este manual, entre 5 y 8 por ciento de los chicos y chicas padecería este déficit. En el 2012 sale un nuevo volumen que amplía la cantidad de trastornos mentales con los que casi todos podríamos identificarnos.
–En general, los chicos de hoy son muchos más desatentos e hiperactivos que antes. Cuanto menos se adecua la escuela a las características de las nuevas generaciones, más ADD va a existir. Los nativos digitales están acostumbrados a la atención multifocal en función de las nuevas tecnologías y la escuela pública o privada conserva el mismo formato, clima cultural, recursos, que desde su fundación. El mismo escenario: una maestra al frente con tiza (o marcador) y pizarrón, a los que se supone que los chicos tienen que prestarle atención por 40 minutos. Hay un abismo entre los niños y las escuelas. Sin embargo, eso no se puede solucionar con una anfetamina que se da con receta triplicada. Los niños molestan y esto les joroba a los adultos. Pero la verdad es que un niño sano molesta. En los programas de adiestramiento conductual que se complementan con psicofármacos los adiestran para que no molesten. Con estas perspectivas biologicistas, la sociedad se saca la responsabilidad de encima. En este sentido, la dificultad para prestar atención en clases es un síntoma que nos está desafiando a los adultos. La solución fácil es tapar el síntoma y vender una pastilla (la ritalina) que genera millones. Ahora, incluso, se les saca certificado por discapacidad para que el Estado pague la medicación. Le estás poniendo la etiqueta “vos, nene, estás trastornado”, por un problema genético, y por lo tanto eso produce un cliente de por vida. Pero si se te va la fiebre no quiere decir que se te vaya la infección. Los mismos chicos la llaman “la pastilla para portarse bien” o “la pastilla para que te vaya bien en la escuela”. Nos preocupamos porque se vuelven adictos en la adolescencia y no nos quejamos cuando toman una droga en la infancia que tiene sus efectos: disminuye el apetito (he visto a un chico de primer grado bajar siete kilos), trae dolor de cabeza y retraso de crecimiento.
–La violencia doméstica aumentó y se nota. Los chicos lo trasladan a la escuela. La famosa violencia escolar remite a la violencia social y a la violencia familiar. Los chicos no son violentos porque sí. Françoise Dolto decía que detrás de un niño agresivo hay un niño agredido físicamente o simbólicamente. Y este fenómeno de la medicalización, que empezó en las escuelas privadas de Zona Norte, se da en sectores medios y altos porque el pedido de socorro no es escuchado. Mientras que, en verdad, una niña es un síntoma de su familia: hay que contenerla, no discriminarla ni etiquetarla. Y ofrecerle una ayuda.
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