Viernes, 23 de marzo de 2012 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Hace algunas semanas el diseñador Leandro Domínguez celebró la apertura de su local en Honduras 4518, locación que le es familiar pues allí funcionó durante una década el taller y laboratorio para sus estampas con serigrafía, las técnicas de transfer, los ardides para flashes de secado y que también cobijó uno de sus proyectos iniciales (la firma Tinta Roja, ideada junto a la diseñadora Constanza Martínez) que supo exhibir tantos o más tintes y potes y potiches con pinturas, bandejas para teñir y bastidores de serigrafía que los que emplea un artista plástico o la disparatada paleta cromática de una máquina de pinturerías high tech. Y el mismo sitio que admitió un pequeño showroom al que se accedía luego de pasar un vallado con las campañas gráficas registradas por Gisela Filc en formato cinemascope (y del que se podían avistar algunas prendas de la vitrina mediante una mirilla en un gesto muy voyeur, digno del film Peeping Tom).
Pero la actual y renovada puesta en escena para la moda de Leandro Domínguez exhibe en un marco de antiguas paredes de ladrillos pintadas de blanco, pisos al tono, un mural de hojas verdes y con clima de tropicalia de la artista Delfina Estrada (una colaboradora habitual junto con la ilustradora Irana Dohuer), los probadores con luces emulando el camarín de alguna diva con guiños arts and crafts, cortinados que reproducen la misma estampa, un toldo verde en la fachada, mesas de madera en formato XL, ya pintadas de blanco a modo de mostrador u ostentando sus tintes naturales como plataforma para exhibir las pashminas con iconografías de la temporada. La vidriera recurrió a figuras del bosque cual si un juego de troquelados en madera y maniquíes con prendas emblemáticas de la colección. En una pared, algunos grabados de Silvia Domín-guez que parecen dialogar con la flora imperante en las prendas.
La celebración transcurrió en dos actos, uno más formal para el protocolo de la moda, el desayuno mediante el cual presentó la colección invierno 2012 ante la prensa, y otro, esa misma noche, con el local despojado de los cuatro percheros con caños blancos que a diario exhiben los distintos ejes de la colección, de un vestido de cóctel a una línea de camiseros escoceses con superposición de estampas –guiño cómplice a las camisas de leñador del bosque–, los maxivestidos en algodón gris con estampas y delgados cinturones de cuero, una línea de tshirts sofisticadas con trazos de bellotas, suéteres que ostentan tigres del monte o zorros y cuyo manual de estilo indica llevarlos con largas faldas.
Leandro Domínguez pertenece y continúa con la labor de la generación de diseñadores que construyeron un lenguaje de diseño cimentado en la elaboración de sus propios textiles, en sus desarrollos que acostumbra comparar con tramas literarias, ya abordó el imaginario de Burle Marx, de Lewis Carroll y de Julio Verne (la información de sus rescates y referencias visuales previas a una colección se derivan al blog institucional www.leandrodominguez.com). A modo de pequeño y resumido recorrido por su CV, destaca los inicios junto al empresario textil Víctor Laniado: “Trabajar con él fue mi gran aprendizaje, viajábamos a desarrollar textiles en Brasil y a las primeras prendas de mi firma las hice con los descartes de las anomalías de producción, también trabajé en desarrollo de producto para la firma Try Me, y desde 2007 oficio de consultor para la firma Intex, les armo colecciones de tela y viajo a China dos veces al año”.
Fundamentó Domínguez acerca de la colección inspirada en un bosque y secuencias oníricas de David Lynch. “El disparador fue un viaje al sur con amigos para celebrar el Año Nuevo en una casa con costa de lago en Quila Quina, la colección venía trazada con el bosque y la naturaleza, pero allá se enfatizó. Considero que apareció un bloque más neutro de color, con el uso de denim, de paños, de cuero aplicados a productos que articulan la colección y permiten combinarlos con las prendas con más desarrollos pictóricos, en función de las morfologías”, concluye Domínguez, quien en su retrato espontáneo para la web posa con un panamá y gesto dandy ante una mesa de desayuno y confiesa que en sus escasos ratos libres se dedica a la alfarería. Acerca de su modus operandi: “Mi abordaje es más textil que morfológico, porque al diseñar siempre parto de las telas. Mi silueta es holgada pues las prendas luego suelen ajustarse con lazos. Considero que primero trazo las formas y luego las pinto”.
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