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“El problema nutricional en la Argentina es principalmente cualitativo. Se requiere de un consumo proporcionalmente mayor de micronutrientes y proteínas”, afirma Fabián Repetto, director del Programa de Protección Social del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), en el marco de un estudio, impulsado por Knorr, sobre “Políticas de Educación Nutricional en la Argentina. Aprendizajes e identificación de oportunidades”, realizado en la Ciudad de Buenos Aires, Salta, Santa Fe y Misiones y dado a conocer en junio del 2012.

“La producción mundial de alimentos podría satisfacer las necesidades de todos los habitantes de la tierra. Sin embargo, la distribución no resulta lo suficientemente justa como para asegurar que cada individuo disponga de su parte y en función de sus necesidades”, enmarca la guía Políticas de Educación Nutricional en la Argentina, de Carolina Aulicino.

En la Argentina, por un lado, según Repetto, existe un grave problema por bajo peso y desnutrición (ingesta de alimentos insuficiente como para satisfacer las necesidades de energía alimentaria de manera continuada), que son las principales deficiencias nutricionales en el país. Mientras que, por otro lado, la anemia y la obesidad son problemas en ascenso.

Pero no es una cuestión dividida entre ricos y pobres. Ni de creer que un gordito está bien nutrido ya que la obesidad en la Argentina responde, muchas veces, a alimentos más baratos como el pan o la harina. El experto remarcó: “Es importante no asociar mecánicamente pobreza con desnutrición y opulencia con obesidad”. Mientras que en el informe se sintetiza: “El mundo entero tiene una deuda nutricional con la población. Esta deuda es actual y perdurará mientras se prolongue el desequilibrio entre producción, distribución y acceso a los alimentos.