Viernes, 21 de septiembre de 2012 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Vestida con un camisa con sutiles guiños al estilo soirée matizando con un pantalón clásico y, como única extravagancia, cierta proliferación de joyas –dijes y anillos que parecían anticipar la puesta–, la artista Beatriz Milhazes se apoltronó en el sillón Le Corbusier dispuesto en el escenario y auditorio del museo Malba para conversar sobre Panamericano Pinturas 1999-2012. La muestra en cuestión se compone de treinta pinturas que bien podrán componer patterns de textiles para vestidos en Río Fashion Week o extravagantes accesorios de carnaval.
La artista nacida en Río de Janeiro en 1960, lejos de cualquier afán fashionista, reconoce influencias de la tradición de Brasil fusionada con los modismos de Matisse y de Mondrian, pero también con las enseñanzas de su madre, maestra de historia del arte ella.
La obra de Milhazes, en cartelera del Malba hasta noviembre, y que la artista Marina de Caro, presente en la inauguración, elogió por sus trazos (“tiene la belleza de los azulejos gastados de una cocina brasileña”) ya disparó grandes muestras en la Pinacoteca de São Paulo como en la Fundación Cartier y se sumó a las colecciones permanentes de los Museos MoMA, Guggenheim y Reina Sofía.
Su vasto curriculum admite escenografías para la Compañía de Danza de su hermana entre 1994 y 2004, un homenaje a Kate Moss en la edición aniversario de Vogue Brasil, intervenciones arty tanto en el restaurant de la galería Tate Modern de Londres como en el metro y la fachada de la tienda Selfridges de Manchester.
Los procesos, el boceto previo a la realización de cada pintura, la emparentan con el método afín a los creadores de moda, pero el catálogo de Panamericano rescata los lazos de su labor con la moda y reproduce una conversación con el diseñador francés Christian Lacroix. A la pregunta de Lacroix: ¿Tenés colecciones de perlas, de margaritas?, Beatriz respondió entre risas: “Sí, tengo un repertorio, como los patrones que sirven para confeccionar ropa, con motivos aislados que repito, como los rosetones. Puedo usar un motivo hoy y no repetirlo hasta dentro de cinco años. También puedo volver a usar un dibujo cambiando el color. Eso depende de la composición. Creo en torno a motivos, pero me gusta desarrollar los que son ricos e incluirlos en las composiciones nuevas. Otros, más pobres, los uso un momento y después los abandono”.
Para el modisto, célebre por sus creaciones barrocas y coloridas, los ornamentos, citas a las joyas de Beatriz, estarían emparentados con las de la joyera americana Miriam Haskell, que en los años ’40 hizo joyas con forma de frutas, de pájaros e insectos.
“Por casualidad vi por primera vez un libro sobre su trabajo y me impresionó mucho. Su historia también es extraordinaria. Es interesante porque, en esos años, una buena parte de sus clientes eran actrices norteamericanas. En esa época se cruzó con Carmen Miranda, que la influenció mucho con sus trajes. Mirar los libros es una cosa, pero dibujar, utilizar un fondo de inspiración, es diferente. He usado referencias pop y primitivas, pero las formas de sus joyas no provienen sólo de una mezcla de elementos. Son composiciones de formas orgánicas y armoniosas.” A la reflexión de Lacroix (retirado de las semanas de la moda luego de la quiebra de su maison hace algunas temporadas): “Todo empieza por el color, casi por las ganas de comerlo, por una vínculo físico con él”; ella respondió: “El color es el centro de mi trabajo. Comienzo y termino una tela por el color. De hecho, es lo primero que me atrajo de tu trabajo. La primera vez que vi fotos de uno de tus desfiles, ¡me dio vértigo! Era como si un cuadro hubiese cobrado cuerpo tridimensional. Las relaciones entre los colores, tan complejas y detalladas, las sorpresas exuberantes que surgen en un lugar preciso de la ropa, ¡una rosa dorada con un borde verde y pequeños apliques berenjena, todo sobre una puntilla blanco tiza!”. Acerca de los colores en la pintura, Milhazes enfatizó su uso del verde y lo fundamentó del siguiente modo: “Es un color que uso en numerosas tonalidades. En mis cuadros, armoniza muy bien con los otros colores. Y, sin embargo, a menudo me plantea problemas, porque el verde es un color difícil de pintar. De hecho, muchos pintores le tienen miedo porque es un color, como el marrón, que provoca confusión. No va con los otros colores, y al mismo tiempo es una combinación total. Resulta molesto, un poco sucio. Pero también es el color de la naturaleza, y algunos pintores tienden a verdecer sus telas en contacto con la naturaleza. Yo trabajo justo al lado del Jardín Botánico, y tal vez sea por eso que lo uso espontáneamente. Además, Río es una ciudad de contrastes violentos entre los verdes, los azules y los amarillos”.
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