Desde que se inventó la adolescencia –no hace mucho más de medio siglo– se multiplicaron los esfuerzos por tratar de entenderla, entre la fascinación y la perplejidad. Y simultáneamente, claro, por incluirla como consumidora y venderle autoimágenes atractivas. Sobre todo en el cine norteamericano brotaron las representaciones que al poco tiempo terminaron por constituir subgéneros propios, los de la serie o la película de secundario, desde Rebelde sin causa (con sus carreras mortales y su explicación un poco simplista de chicos angustiados por desatención de los padres), pasando por los clásicos de John Hughes como The Breakfast Club o Sixteen Candles. Y luego, en televisión, Beverly Hills 90210 o versiones locales como Socorro, quinto año y Montaña rusa. El consumo de drogas, los embarazos no deseados, la delincuencia, el alcoholismo, las elecciones sexuales y la melancolía, entre otros temas, formaron parte de la agenda de estas series y películas desde el principio, y constituyen una “problemática” que da forma al mundo adolescente en la ficción, quizá con el agregado en el mejor de los casos de una lucidez especial para percibir todo lo que está mal en el mundo de los adultos y reaccionar al respecto.

En esta tradición ya no tan nueva viene a instalarse Presentes, la serie que el Canal Encuentro, perteneciente al Ministerio de Educación, estrenó el viernes pasado. Las otras coordenadas que permiten ubicarla son mucho más recientes: por un lado, porque Presentes es la primera ficción televisiva producida por un canal que se caracterizó desde el principio por contenidos de carácter didáctico y documental, y también porque cambian las condiciones de producción, y así es como Presentes está a cargo de Mulata Films, una productora que ganó la licitación pública a la que se sometió el proyecto. Las múltiples historias –ocho, para más precisión, o tantas como protagonistas tiene la serie– que se cruzan en la trama de esta ficción tienen como centro una escuela del conurbano bonaerense, y los alumnos de esa escuela tienen las caras de algunos de los actores jóvenes más promisorios que por estos días ocupan las pantallas, especialmente en lo que respecta a las chicas: Martina Juncadella ya había tenido una parte en Excursiones, de Ezequiel Acuña, y en Abrir puertas y ventanas, de Milagros Mumenthaler, entre otras películas, y en esta última estuvo acompañada por Ailín Salas, que también participó en La araña vampiro, de Gabriel Medina, y que este año se pudo ver en En terapia como una joven bailarina que andaba a las piñas con la madre. Dalma Maradona y Vera Spinetta no necesitan presentación, salvo tal vez para decir que además de ser las hijas de sus padres se lucieron este año, la primera en teatro con la obra Hija de Dios, y la segunda también en En terapia como la hija, más modestamente, de Diego Peretti.

En el capítulo que pudo verse hasta ahora, el personaje de Ailín Salas (Mariana) llega a esta nueva escuela procedente de Aluminé y tiene que lidiar con cierta hostilidad canchera de otras chicas que la arrinconan en el baño, pero también descubre un rayo de esperanza en el repartidor de pizzas que lleva un pedido hasta su casa y con el que tiene un momento de coqueteo filmado como un videoclip. De hecho, con una estructura narrativa no lineal y centrada en la percepción del personaje, esta primera entrega de Presentes ofreció flashes de la vida secundaria que no permitieron mucho más que volver a mostrar ciertas superficies, casi postales ya, de lo que sería el mundo adolescente. Habrá que ver si los próximos siete capítulos que se emitirán este año logran ir un poco más allá para mostrar a los chicos como algo más que soportes de una “problemática”, teniendo en cuenta que la duración promedio de cada uno es de 15 minutos, en un intento por acercarse al modo del consumo cultural que el canal atribuye a los adolescentes –que, sin embargo y al parecer, todavía pueden mantener la atención durante una película completa, si no durante una larga hora de clase–.