VIOLENCIAS Era un día de fiesta la última vez que se las vio, corriendo escaleras abajo en la escuela en la que estudiaban, el Día de la Primavera. Desaparecieron de la pequeña ciudad de La Quiaca y, sin embargo, nadie vio, la policía cree que se fugaron –sin dinero, ni ropa ni documentos–, la iglesia local desalienta a las madres en su búsqueda. Ellas, de todos modos, no se quedaron quietas. Y aunque agradecen contar ahora con un abogado que las represente, su confianza está depositada en los recursos de sus hijas para poder escapar de ese destino incierto que las mantiene ocultas.
› Por Elisabet Contrera
Dos jóvenes jujeñas están desaparecidas desde el 20 de septiembre pasado. Ese día, Gloria (16) y Antonella (14) partieron juntas al colegio. Se celebraba el Día de la Primavera y querían estar lindas para la ocasión. Nunca regresaron a sus casas. Pese a que la ciudad de La Quiaca está empapelada con sus fotos, nadie las vio ni pudo aportar datos para dar con ellas. Mientras que el municipio, la Iglesia y la Justicia provincial creen que se fugaron de hogares que no las supieron contener, sus familias sostienen que cayeron en manos de las redes de trata de personas que operan en la zona. Unos días antes, un hombre les había ofrecido trabajo en Salta y ellas lo rechazaron.
Angustiadas, pero decididas, sus mamás viajaron a Buenos Aires para pedir ayuda y romper de alguna manera con el círculo de silencio que quieren imponer en su provincia. Dejaron a sus hijos más pequeños con los hermanos mayores y recorrieron diversas oficinas estatales pidiendo por sus hijas. En un hotel del barrio porteño de Congreso, reconstruyen, como pueden, los últimos pasos de las dos jóvenes.
Carina Ramos, la mamá de Antonella Daiana Ramos, intenta contar los hechos en orden, pero inevitablemente se van mezclando con recuerdos, las últimas charlas, anécdotas y llanto contenido. “Es una nena tan respetuosa, me trataba de usted, me ayudaba con mi beba de ocho meses, si me sentía mal se ocupaba de la casa, siempre me tenía en cuenta”, dirá más adelante en la conversación.
Ese 20 de septiembre tenían un plan especial: Carina pasaría a buscarla por el colegio normal Gendarmería Nacional para ir a las últimas pruebas de su vestido de 15 años. “Salí un rato del hotel donde trabajo y pasé, como habíamos quedado, a retirarla por la escuela, pero nunca la encontré”, recuerda.
Una y otra vez recorrió la escuela semivacía y llena de desechos de la fiesta por el Día de la Primavera; una y otra vez la llamó a su celular, pero ya estaba apagado, una y otra vez habló con sus compañeros y compañeras para averiguar dónde estaba su hija. Según el testimonio del alumnado, la vieron corriendo por las escaleras del segundo piso y detrás de ella, Gloria.
Desesperada, Carina salió del colegio y se dirigió a la casa de Gloria Celeste Mendoza. Tampoco allí había rastros de las chicas. “Mi mamá tenía miedo de contarle a mi papá, que se descompusiera”, cuenta María Mendoza, que viajó ese mismo día desde Salta, donde vive junto a su familia, hasta La Quiaca, para buscar a su hermana.
“Esa noche había soñado algo feo, con los chicos, me había levantado triste”, relata Apolinaria Sullca de Mendoza, que de vez en cuando interviene en la entrevista para luego perderse nuevamente en un punto fijo de la ventana de la habitación.
Alertadas ambas familias, comenzaron a buscar a las chicas por las zonas que frecuentaban y a tocar la puerta de cada una de las amigas en búsqueda de alguna pista. Nadie sabía nada de ellas. “Esa misma noche hicimos la denuncia policial. No sabía que no iba a ver más a mi hermana”, cuenta María, angustiada.
Al otro día, la incertidumbre dio paso a otros temores. “Gloria le contó a Valeria, mi hermana menor, que unos días antes de su desaparición un hombre les había ofrecido a ella y sus amigas trabajo de medio tiempo en Salta o Buenos Aires”, cuenta María. “La información fue confirmada por Charo y Tania, otras dos amigas”, revelan. En ese momento, empezaron a conocer qué significaba la trata de personas y cómo funcionaba.
“La policía nunca investigó esa pista y nosotras, después de muchos días sin respuestas, decidimos manifestarnos”, cuenta Carina. “Pero el fiscal, la municipalidad y la Iglesia no nos querían en las calles y hasta ahora siguen diciendo que se trata de una fuga de hogar, que faltaba contención en sus familias”, cuenta Apolinaria, tratando de contener la rabia ante las acusaciones.
“No se fugaron, no falta ropa en la casa, no tenían plata ni los documentos. Nadie nos da información, nadie se ocupa, el colegio tampoco se hizo cargo de la situación, tenemos un gran sentimiento de impotencia”, repite María.
Como resultado de las marchas, empezaron a llegar mensajes de texto a los celulares de las familias dando información sobre el supuesto paradero de las chicas. “Se hicieron allanamientos donde se encontraron drogas y armas, pero ninguna pista acerca de nuestras hijas”, señalan. Salir a reclamar también les permitió conocer a otras víctimas de trata de personas. “Me duele en el alma saber que ella puede ser víctima de la misma asquerosidad”, confiesa Apolinaria.
Frente a la falta de respuestas en su provincia, decidieron pedir ayuda afuera. Con el acompañamiento de Sandra Cruz, militante local y defensora de los derechos de las mujeres, María viajó hasta la ciudad de Posadas, en Misiones, para contar la historia de su hermana a las cientos de mujeres que participaron del Encuentro Nacional de Mujeres.
El viaje siguió hasta Buenos Aires, donde se encontró con su mamá y con Carina. Allí se reunieron con Julián Alvarez, secretario de Justicia de la Nación y con Zaida Gatti, coordinadora del Programa Nacional de Rescate a Personas Damnificadas por el Delito de Trata, dependiente del Ministerio de Justicia de la Nación.
“Lo más importante de este encuentro es que no nos pusieron en el banquillo de los acusados, sino que entendieron el sufrimiento que estamos pasando, el atropello que vivimos en la provincia”, cuenta Sandra. “Nos van a garantizar un abogado propio que puede seguir la investigación”, celebraron. También se reunieron con la diputada nacional del Frente para la Victoria Adela Segarra.
“La violencia contra las mujeres allá es terrible, la cantidad de chicas que desaparecen y la policía dice que se fugan. Las familias no tienen dinero para un abogado y dejan de buscarlas”, señalan. “Vas atando cabos y ves cómo reclutan a las chicas más vulnerables, las engañan con promesas falsas de trabajo”, describe. “Logramos que la causa pase a la Justicia federal. Carina y Anto van a aparecer, estamos todos en la búsqueda y no les tenemos miedo”, asegura Sandra.
“Si Gloria se hubiera querido ir de la casa, me hubiera dicho, se sentía culpable por lo de mi bebé (que falleció en un accidente de tránsito), pero la estábamos ayudando y conteniendo, somos una familia humilde pero con las cosas claras”, remarca María. “Nosotras estábamos con todos los preparativos de los 15, había elegido un vestido lila muy lindo. Estaba muy entusiasmada con su fiesta”, recuerda Carina. “Es una niña muy decidida y creo que se va a poder escapar de quienes la tienen secuestrada”, sostiene.
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