Viernes, 18 de enero de 2013 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Es vox populi que para ser un dandi se necesita tanto de una época como de un ambiente y un estado de gracia, pero las máximas más precisas y preciosistas llegaron del lado de sublimes escritores. Mientras el escocés Thomas Carlyle sentenció en SartorResartus: “Hombres cuyo oficio, razón y existencia consiste en llevar puestas en las ropas todas las facultades de su alma. Así como otros se visten para vivir, ellos viven para vestir”, es Jules Barbey D’Aurevilly el autor del tratado de dandismo Vida del Hermoso Lord Brummell (una rareza que fuera recientemente traducida al castellano por la editorial local Selecciones de Amadeo Mandarino). Allí esgrime: “Se puede ser un dandi con un traje de mala muerte”. Y sobre el modus operandi de esa raza, especificó: “Valiéndose de un trozo de vidrio afilado llegaron a raspar los fraques antes de ponérselos hasta reducirlos a una especie de encaje, lo más parecido a una nube”.
En las recientes colecciones masculinas celebradas en Londres y en Milán y también del lado de la cultura popular –léase el fútbol– pareciera haberse pronunciado otra vez un rescate tanto de los artificios como de las vestimentas clásicas y elegantes al extremo de la falsa simpleza.
La colección masculina de Alexander McQueen pergeñada por su sucesora, Sarah Burton –presentada a pocos días de cumplirse tres años de la muerte de Lee–, cautivaron por su bizarra belleza sartorial.
En el inicio, una banda sonora alusiva al horror en el cine y la TV. Los modelos con sus peinados y los rostros sellados al vacío lucían cual androides y, acto seguido, exaltaron los modos de la antigua sastrería a medida y con licencias de abrigos paletó en rojo y negro. La colección establece, además de un homenaje al diseñador y su devoción tanto por la sastrería como por el género de terror, un guiño cómplice a la apertura de la nueva tienda de la firma, situada en Savile Row. Ese barrio considerado la meca de los trajes a medida para los dandies y neodandies del siglo XIX y del XXI, tiene como máximos referentes las tiendas Poole & Co. y Dege & Sons, cuyo método sartorial indica hacer cinco pruebas antes de entregar los trajes. En sus toiles las hombreras son casi inexistentes, los pantalones llevan cintura alta y en el interior de la solapa izquierda jamás falta un lacito para insertar el tallo de una flor.
En la colección de Gucci bocetada por Frida Giannini también asomaron variaciones sobre el dandismo y la religión de la sastrería a medida en tuxedos, largos abrigos del mejor paño verde contrastados con pantalones color beige. Pero los modelos también se acicalaron con la simpleza de suéteres de mohair.
Del lado del neodandismo predicado en Italia, luego de ataviar al futbolista Leo Messi con un tuxedo a lunares hecho a su medida para desfilar por el potrero chic del Balón de Oro y consagrarse por cuarta vez como el máximo goleador, su silueta calificada de “pulga” desde que cuando niño tuviera dificultades para estilizarse y debiera recurrir a costosos tratamientos que solventaron clubes europeos, se empezó a rumorear que Messi lanzaría una línea de ropa y de accesorios. Los diseñadores, los creadores de Dolce&Gabbana, se volcaron a la iconografía religiosa de Sicilia. A tal punto que los ochenta modelos reclutados en esa región llevaban en sus trajes y sus camisas prints de estampitas de la Virgen María y del Niño Jesús.
Del lado de la vanguardia italiana, Miuccia Prada recurrió al imaginario hogareño, una puesta con un caballo de juguete perteneciente a algún morador niño, una tabla de planchar junto a una serie de muebles ideados por el arquitecto Rem Koolhas y su estudio AMO, en colaboración con la firma Knoll, que próximamente estarán a la venta.
Miuccia esgrimió que el disparador de la colección era la búsqueda de la camisa perfecta en la tonalidad ídem y la colección pareció aludir a modismos de sus burgueses consumidores. Algunos modelos (el casting se compuso en base a una franja etaria entre menores de 30 y los que promedian los 50 años) llevaban tanto abrigos en piel de camello como chaquetas de cuero. La paleta viró del turquesa y el azulino a cuadros aplicado a trajes, el rojo y el amarillo.
Retomando la idea del hogar ideal, las proyecciones que complementaron la puesta en escena admitieron, en sus simulacros de ventanas, detalles de interiorismo, vistas panorámicas y la silueta de un gatito siamés.
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