Vie 15.03.2013
las12

MONDO FISHION

En la ciudad de la furia

› Por Victoria Lescano

Diseñadores y estilos indies y sofisticados se reunieron la semana pasada en la pasarela situada en Dorrego 1898, un galpón de Palermo contiguo al Mercado de Pulgas. Las propuestas de Joan Martorello y Belén Amigo, la big band de diseñadores y de preceptos de moda que predica Proyecto Cuadrilla y la colección ideada por seis diseñadores: Edgardo Aaron Nachtailer, Claudio Suárez Davio, Gimena Figueroa, Victoria Díaz, Débora Hanko y Guadalupe Malter se dieron cita. Estos últimos durante cuatro meses estuvieron en un laboratorio anclado en el CMD por el experto Mariano Toledo y ahondaron en diversas facetas de la investigación y la búsqueda de un marco teórico para llegar a una colección emparentada tanto con las tendencias como con el modus operandi de la industria. Entre sus señas particulares destacaron las citas a la arquitectura y el Banco de Londres ideado por Clorindo Testa y los guiños cómplices al making de una gran colección de accesorios representados tanto por gafas de madera como por hilos tribalistas que engalanarían las largas piernas de la modelo Luciana Marinissen en un traje de noche.

En el inicio, el jueves 7, antes de la hora del cóctel y bajo temperatura tropical, Joan Martorello, 28 años, barba prominente de estilo folk matizado con un tatuaje de Ren & Stimpy, llevó a La ciudad de Moda y su pasarela nívea sus premisas sobre el rescate de los oficios y la sastrería. El diseñador graduado en la UP acostumbra coser cada una de las prendas de sus colecciones; su gesto provocador pasó por desafiar los mandatos de la sastrería tradicional: el leit motiv de colección para hombre y mujer fue el imaginario de la primera inmigración italiana circa 1948 y la estética portuaria. Joan vistió a los “inmigrantes” con capas similares a ruanas realizadas en telas de sastrería: de un trench con costuras a la vista y tachas pasando por largos vestidos y monoprendas unisex que predicaban un grunge elegante en tonos de gris y negro. Aun el guiño a la tendencia por las pieles llegaría con matices de costuras sin terminar de modo industrial y reflejaría las premisas de Martorello de “revalorizar la mano de obra, recuperar los oficios y dejar a un lado las máquinas”. Acto seguido, la diseñadora Belén Amigo, cuyo CV indica que nació en Chaco, estudió moda en la UP y trabajó tanto en la maison Zito como en una firma de indumentaria deportiva, desde su colección debut en una pasarela aludió a las mujeres que se entregan a amar a una divinidad, de ahí muchas de las columnas y arcos que recreaban las morfologías que emulaban interiores de claustros. Pero la silueta del Sagrado Corazón no fue literal, apareció en una espalda y recreada con bordados en punto arty.

La banda de diseñadores agrupados en Proyecto Cuadrilla, que componen los diseñadores y las firmas De Crisci, Fernando More, Urenko, DeSastrería y Ladrón de Guevara, reflejaron investigaciones sobre la arquitectura, el arte y la vida en la metrópolis y sumaron reflexiones sobre usos y costumbres, para luego trasladarlas a manifiestos “listos para usar”. Fernando More adjetivó Crudo a la colección invierno 2013: vestidos negros con siluetas vinculadas a los años ’40 y sistemas de ajuste que permiten ensayar variaciones sobre la talla –el título de la colección alude, en palabras del propio More, “a lo animal y lo visceral atravesado por lo social”–. Así como la sastrería vintage y el abordaje utilitario resumen el trademark del diseñador nacido en Ezeiza en 1986 y graduado en la UBA, su nueva colección surgió de una bitácora de diseño que admitió imágenes referenciales de su archivo fetichista y dark. Destacará More que, en el contexto de la colección, el recurso de un arnés funciona como el artilugio que ajusta la silueta. Unas y otras referencias irrumpirán, además de en la gráfica institucional, en las espaldas de las prendas, mediante trazos a mano del artista y diseñador Agustín Bothini Pithod pasando por el hip hop revisitado por De Crisci con guiños cómplices a estilos suburbanos de Buenos Aires. Sumados a las reflexiones y reversiones de Urenko (Nicolás Bertolo y Ana Nava), referidas a trajes de científicos nucleares y los modos en que cubren sus cuerpos para luego traducirlos a monoprendas en tricot, con abundancia de capuchas y de guantes. Para Ladrón de Guevara (Diego Labrín Ladrón de Guevara, el diseñador de origen peruano radicado en Buenos Aires hace cinco años y su socia Anita Araniz) cada colección es una coartada para innovar sobre las tipologías masculinas. La firma sumó atavíos para mujer y, a modo de disparador de la colección y de estampas alusivas, se imponen las piezas de arquitectura ficcional ideadas por el artista belga Filip Dujardin: “Los edificios funcionan como una muestra de los procesos sociales que inciden entre habitantes de las urbes y tanto al proceso como al ensayo del mismo los trasladamos a estructuras aplicadas a las forrerías y los recortes”, asienten a dúo.

En Observatorio, la colección invierno 2013 que concluyó el ciclo, el diseñador Fabián Zitta aludió a siluetas e imaginarios tan futuristas como retro. Acerca de los disparadores, dijo Zitta: “Hace un tiempo que venía observando los glaciares, preocupado por la naturaleza en peligro de extinción, y me pareció que los calados textiles representan un buen recurso para graficarlos. De ahí que surgieron dibujos de damiselas que transitan esos glaciares en proceso de deshielo. Las morfologías que resultaron hablan de grandes masas de hielo en su período final. En simultáneo, elegí como referencia estética una serie de obras de Peter Lindbergh, donde los personajes parecían rodeados de humo o en proceso de deshielo”. Sus cuarenta pasadas de atavíos femeninos en organza, gasas, pura lana, calados de red, remixes de neoprene y materiales en color plata, entre las que irrumpieron algunos looks masculinos, establecieron un continuo de ropa para celebraciones. El lenguaje indumentario construido por Zitta desde 2005 –cuando abrió su primera tienda– proclama “el interés por la semicostura moderna, la reinterpretación de los códigos vestimentarios clásicos pero con detalles avant garde”. Las musas del Observatorio que descendieron desde la cúpula del Planetario hacia la vereda, donde se situó una primera fila y una segunda fila, llevaron tocados pequeños y futuristas realizados por Cecil Saint, su habitual compañera en los quirófanos, donde el Sr. Zitta aborda su otra profesión, la de médico anestesiólogo.

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