Viernes, 17 de mayo de 2013 | Hoy
PREFILES > ANGELINA JOLIE
Por Flor Monfort
Hace tres meses, una foto de Inga Duncan Thornell fue retirada de Facebook por considerarla agresiva. Alguien tuvo que haber reportado la imagen para que la policía invisible de la red social se hiciera eco de la herida en la sensibilidad de ese alguien y decidiera sacarla de circulación. Pasa todos los días, siempre que un usuario se disponga a denunciar el post violento, impúdico o lo que sea, y FB le haga lugar al pedido. En la imagen se veía el pecho tatuado de una mujer sin mamas ni pezones. Pecho chato: el símbolo de la maternidad y lo femenino borrados bajo un enjambre de flores, mariposas y olas de colores, en el barroco lenguaje del tatoo. Pero la inercia de la web pudo más y a las pocas horas la foto, que había salido en el libro Bodies of Subversion: A Secret History of Women And Tattoo de Margot Mifflin fue compartida más de 180 mil veces, con leyendas que apoyaban a Inga como símbolo de resistencia y a su tatuaje como una hermosa prueba de apropiarse del cuerpo para transformarlo y transformarse, en un fuck you generalizado tanto a las mentes capaces de censurarla, como a una de las enfermedades más padecida por mujeres de todo el mundo y a quienes piensan que sin tetas no hay paraíso. I. D. T. se hizo la doble mastectomía en 1993, cuando el estudio del gen mutado BRCA1 era nuevo y la operación implicaba retirar toda la glándula mamaria, reduciendo el riesgo de contraer cáncer de mama casi a cero. La experiencia está relatada en su blog dunthor.com
El mundo amaneció el martes con una carta firmada por la actriz Angelina Jolie en el New York Times, donde ella, la diosa de Hollywood casada con “el más lindo” y madre de seis de todos los colores, contó por qué decidió pasar por lo mismo que Inga después del impacto que le provocara la muerte de su propia madre en 2007. Escribió: “Puedo decirles a mis hijos que ya no tienen por qué temer ante la posibilidad de perder a su madre debido a un cáncer de mama”, chance que redujo en un 80 por ciento.
Ahora que los comentarios vuelan en ese humo que es Internet, lo que queda después de días de debates y especialistas consultados en los medios es esa sarna verbal que aflora cuando una mujer decide sobre su propio cuerpo. Angelina es linda y millonaria, es verdad, y probablemente haya apelado a un recurso con el que no cuenta la mayoría de las mujeres y mucho menos las de bajos recursos, si es por seguir su línea argumentativa de “servir como ejemplo” lo que se intente debatir y aunque dedicara un párrafo de su carta a pedir por el acceso irrestricto al análisis de sangre que permite detectar el gen mutado. En cualquier caso, ¿quién puede culpar a alguien que quiere evitar una enfermedad que mató a su propia madre? Muchos y muchas pueden, porque el cuerpo de una mujer y más si se trata de sus tetas, parece ser un territorio en el que podemos caminar todos de la mano, no sólo Brad Pitt en este caso. Ella y él conforman una pareja que dispara titulares tan dispares como “Angelina Jolie denuncia violaciones a mujeres en el Congo” o “Las 6 mil botellas de vino francés que Angelina Jolie y Bradd Pitt se agotaron en cinco horas”, pero ¿qué hubiera pasado si quien se sometía a esa operación hubiera sido, por poner un ejemplo, Meryl Streep, o con mucho menos glamour pero igual trascendencia, Angela Merkel?
Las críticas vienen de todos lados: desde quienes piensan en la prevención como camino, sobre todo para no alimentar la boca de la industria farmacológica y su propagación del miedo como principal usina de ganancias, hasta quienes consideran que las soluciones holísticas pueden más que una mutilación, en una pirueta de vida que sólo alguien ultraadinerado puede hacer para no quedar en jaque. Inga Duncan Thornell no tiene los recursos de Jolie ni sus hijos sacados de una gráfica de Beneton y sin embargo apoya la decisión por esa solidaridad que flota en el aire cuando dos deciden lo mismo, impulsadas por el temor a un mal mayor. Y aclara que ella no tuvo los mismos resultados estéticos que Jolie porque no reconstruyó sus pezones ni se puso prótesis: decidió decorar su pecho con un tatuaje que la cubre hasta la espalda, haciendo uso de esa libertad que tanto anhelamos si de intervenir nuestros cuerpos, moldear nuestras identidades (trans, intersex, etc.) y abortar cuando tengamos ganas se trata.
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