CINE
Trabajo ocasional de una esclava, de Alexander Kluge, destaca en el ciclo de nuevo cine alemán “Ficciones del deseo extraordinario”, que se proyectará hasta el 24 de agosto en dos bibliotecas porteñas.
› Por Rosario Bléfari
Un filme para ver desde la perspectiva de la historia de las ideas. Aunque en lo formal sigue siendo admirable –el blanco y negro que le da un aire de relatividad temporal, los encuadres y la inclusión de material documental, textos, fragmentos de películas, ilustraciones y un tratamiento del sonido no convencional– podría pensarse que la intención pedagógica de parte de su contenido a la luz de nuestros días, ha quedado un poco desfasada, o incluso tener aristas contradictorias, lo cual no le quita interés, sino al contrario, la vuelve una pieza digna de ser tenida en cuenta a la hora de revisar la historia universal del movimiento de liberación de la mujer. Muy a propósito de esto declara la frase de Engels que aparece al principio del film: “Todo lo que mueve a la humanidad pasa primero por su mente, pero la forma que toma en esa mente depende, sobre todo, de las circunstancias”.
Alexander Kluge, uno de los iniciadores del nuevo cine alemán, se acerca al cine alentado por su amigo Theodore Adorno, quien le presenta a Fritz Lang y de quien será un tiempo su discípulo. Trabajo ocasional de una esclava describe seis meses en la vida de la familia de Roswitha, una joven mujer casada con Franz, químico que se dedica exclusivamente a sus estudios de posgrado, con el que tiene tres hijos. La crudeza del crudo invierno alemán funciona como refuerzo dramático. Ella es enfermera y realiza abortos en la clandestinidad. “Para poder tener más hijos hace abortos”, sentencia la voz en off. El marido desprecia su trabajo, que libra a otras mujeres del mismo destino que ella, ya que la vida familiar es retratada como un infierno doméstico de niños llorando o haciendo travesuras, comida que preparar, compras que hacer, desorden, poco espacio, todo lo que recibe a Roswitha cuando regresa del trabajo nada fácil que le toca, sumado al egoísmo autoritario del padre que, poco afectuoso, exige tranquilidad sólo para él. Esta sensación es fortalecida con textos –”Todas las familias del mundo siguen el modelo de la familia burguesa pero ese modelo no existe más”–, recordándonos que corren los años setenta y se está produciendo la crisis de la institución familiar tal como se la conocía y respetaba. Con esta crisis se llegaba a la conclusión que tal como era concebida, la familia constituía un obstáculo para la liberación de la mujer. Por otra parte, las escenas de aborto, muy realistas y detalladas, se emparientan con la mirada antiabortista, aunque también muestran las circunstancias a las que se ven sometidas las mujeres, tanto las que van a hacerse un aborto como las que lo realizan: son las condiciones de clandestinidad las que provocan las situaciones humillantes y peligrosas, mientras los hombres aparecen colocándose al margen de estos conflictos, como si no tuvieran nada que ver. Ellas están solas. Incluso los profesionales involucrados se muestran completamente deshumanizados. Es que se trata de un delito en esta Alemania anterior a la caída del Muro. La familia es denunciada y el marido es detenido. Una vez superado el trance, lo cual corre exclusivamente por cuenta de ella, viviendo ahora de un trabajo que él consigue en un laboratorio, ella no quiere dedicarse por completo a la vida familiar y comienza a redefinirse como mujer ejerciendo una militancia política, intentando generar cambios revolucionarios en su entorno social. Se interesará por las condiciones de vida de los inmigrantes y sus hijos, por la polución, por los comedores de las empresas y por la situación de despido inminente, tratando de hacer movimientos concretos a favor de un cambio. Lo notable es que donde más le costará alterar ese orden es en su propio hogar, en el terreno de lo afectivo. Impecable en términos cinematográficos, esta película de Alexander Kluge, nos da cuenta de una instancia de la lucha por la emancipación femenina, la protagonista parece entender que debe cambiar la situación de la sociedad entera que la incluye, tal como sostenía, en el mismo año de la película, en una entrevista de 1973, Gloria Steinem: “La liberación de la mujer implica necesariamente la liberación de la sociedad. No puede haber mujeres libres en una sociedad de seres oprimidos”*.
Biblioteca Manuel Gálvez: Av. Córdoba 1558.
Biblioteca Baldomero Fernández Moreno: Concepción Arenal 4206.
* Tomo 16 de la Enciclopedia Salvat, La liberación de la mujer, 1973.
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